Su virtuoso corazón se apagó y no hubo nada más que hacer por él. Aquel, quien durante mucho tiempo intentó descubrir el porqué de su existencia, se ha ido.
í”°l, al haber buscado dentro de sí la respuesta que pudiera darle satisfacción a sus dudas, nada encontró.
Supo que era difícil darle una definición a su existir, pero estuvo convencido de que el día después de su muerte tendría la respuesta de sus dudas.
Recuerdo que sus horas de condena en la obscuridad le impusieron silencio. í”°l, ansioso, esperaba el día de su final.
Cuando dejó de sonreír supo que el final estaba por llegar, cuando dejó de pensar supo que el final le estaba llegando, ya cuando dejó de sentir supo que ya era el final.
Sin embargo, él no quería dejar de sentir el aire que le rosaba el rostro, no quería perder la sensación que le marcaba el final de la lluvia, tampoco quería quedarse desamparado del abrazo que la fértil tierra le proporcionaba.
Cuando él estaba aquí le advertí una cosa, que si vivía esperando el final, éste le llegará cuando menos lo piense.
Antes de su partida ironicé:
Si él se va mañana, la sombra de su juventud se quedará sentada en el lugar de siempre, esperando cumplir los deseos de su desafortunado custodio.
Si la luz del amor se le agota, su alma penará desconsolada, abrumada por las abandonadas calles, buscando la perene simpatía del gentil, de aquel que le quiso escuchar algún día.
Debe saberlo, por la tarde de ese día volarán las aves, y como de costumbre buscarán su alimento para subsistir, no habrá novedad para ellas; únicamente los ojos de una pubertad se habrán cerrado y no habrá quien las contemple maravillado por las tardes desde su balcón.
Juntas, las aves, seguirán formando figuras en el cielo, embelleciendo aún más lo que ya está.
La brisa no cambiara de rumbo para acompañar a su fiel amante, quien por desgracia se le ha acabado el tiempo.
Añorar el tiempo pasado se convertirá en la única ocupación del alma abandonada que dejó aquel joven soñador, valiente por sus privaciones, honesto por sus acciones, rebelde por convicción y solitario por decisión.
Lo sé, amó su vida como cualquier otro ser, conquistó su vida a conveniencia, pero la duda le hizo desaparecer.
Vida eterna deseó, alguna vez, el pequeño mozalbete para admirar por siempre la creación de su deidad, creía en su amor y vivía para él, pero cuando quiso saber de sí le olvidó.
Por fortuna le recuerdo y para ser sincero no creo que se haya ido del todo pues, para mí, el tierno joven que vivía en la calma de sus virtudes se quedó escondido para siempre, en las muestras de amor que derrochó sin precaución y en las palabras que la memoria recordará hasta que puedan quedarse plasmadas para nunca desaparecer.
í”°ste que se ha ido me ha dejado solo.
Imágenes:
http://glicinasalviento.blogspot.mx/2011_05_01_archive.html
http://lavozdeveracruz.com/2015/03/25/fototeca-palomas-al-atardecer/
http://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2011/10/08/informaciongeneral/INFO-01.html