Al sur de la ciudad de Chihuahua, por dónde nadie quiere vivir, se encuentra una pequeña comunidad que surgió en consecuencia del establecimiento de una planta fundidora, la cual, con el paso del tiempo, le daría bienestar y perseverancia a sus trabajadores, pero sobre todo un techo donde vivir.
Hoy, entrar en ívalos, es como llegar a un pueblo fantasma, lleno de misticismo y soledad. Se ha perdido en el tiempo y con él sus habitantes.
Un mercado le custodia por la entrada, una iglesia le protege al interior y un puente peatonal le indica la salida.
Sus casas son muy pintorescas, el estilo habitacional es muy uniforme y característico entre sí. Algunas de ellas son como bodegas y otras como granjas. íÅ¡nicas dentro de la urbe chihuahuense.
El aire que se respira es diferente al de la ciudad, el olor a leña quemándose predomina en el lugar.
Una plaza vacía, juegos de metal inutilizados, casas deshabitadas, son lo que pintan hoy a ívalos, le tienen descuidado, a punto de caer, al borde del colapso.
En el cielo de ívalos destacan dos cosas: un par de imponentes troneras, símbolo de su origen, desarrollo y decadencia, y un cielo libre, de humo por supuesto.
La tierra, al tocarla es dura y escabrosa, al olerla es penetrante y al pisarla es indestructible y persistente. Toda ella está cubierta por vegetación y donde no, es porque una capa de cemento mal colocada le evitó la salida.
Alrededor de 200 personas siguen viviendo ahí, son los herederos de la miseria, del descuido y de la esperanza.
Como en otras partes del mundo, los ancianos aún salen a tomar el sol y los niños a jugar. La vida sigue pero por distintos caminos y destinos.
¿Hay alguien ahí?
Sí, por fortuna ívalos vive por el recuerdo de los más viejos, de aquellos que se quedaron para contar lo que allí se vivió.
Don Cruz “el negro” Galván, es un hombre que ha vivido casi toda su vida en ívalos, tiene 75 años, vive con su esposa y fue un bohemio.
í”°l tiene su hogar cerca de la iglesia San José de ívalos, cual tiene casi cien años de pie, y el jardín de niños “Amado Nervo #1018″.
Trabajó en la fundidora ívalos hasta 1990. Al preguntarle sobre la situación de ívalos, respondió: “Lo que quedó de ívalos”.
“Había tranquilidad, teníamos diversión, trabajo y bienestar” comentó don Cruz.
Pero todo terminó, según él, cuando Napoleón Gómez Urrutia “hizo su desmadre”.
Referencias:
https://avalosblog.wordpress.com/2010/03/
http://www.oem.com.mx/elheraldodechihuahua/notas/n3601308.htm
http://www.panoramio.com/photo/84654281
http://www.laparada.mx/noticias-de-chihuahua-mexico.cfm?n=8044