La palabra sofista se hacía referencia en la antigua Grecia para aquellos que poseen el saber de diferentes temas, por ejemplo: la ciencia, la literatura, la filosofía, la oratoria, las matemáticas, la cultura, la astronomía, la medicina, etc.
Los principales sofistas eran:
- Protágoras de Abdera (485 a. C – 411 a. C).
- Gorgias de Leontinos (460 a. C – 380 a. C).
- Hipias de Élide (460 a. C – 380 a. C).
- Trasímaco de Calcedonia (443 a. C – -400 a. C).
En el siglo V surgieron los primeros hombres llamados sofistas, en el mismo siglo en el que nació Sócrates. La palabra Sofista era atribuida a los hombres sabios, maestros de la retórica, es decir, aquellos que son buenos para hablar con los demás, como lo hacía Protágoras. El autor Rowe hace mención de que Protágoras decía: “yo puedo enseñar a las personas a convertir en el más fuerte, el argumento más débil” (citado en Rowe 30). Por la gran facilidad de palabra que Protágoras tenía, o porque dominaba el arte de la retórica, como se decía en la antigüedad.
Los sofistas creían que siempre hay maneras para poder ser defendido o atacado, mediante la examinación de las circunstancias.
En la antigua Grecia había varias condiciones para determinar la culpa, por ejemplo, si el agresor era de complexión física débil, lo liberaban de la culpa, porque daban, por hecho de que, por su complexión, no lo hubiera podido hacer, pero si era de complexión fuerte, la corte tenía que justificar el hecho, porque los demás al verlo fuerte lo culparían (30-1). Ahí es como entraban los sofistas a abordar el tema expuesto por el jurado de la antigua Grecia.
Los sofistas luchaban por encontrar un buen discurso en la política, eran los mejores remunerados, por lo que la mayoría quería ser sofista, aunque no todos tenían la habilidad de serlo, pero a la vez tenían varios enemigos que hablaban mal de ellos, que los tachaban de mentirosos, embaucadores, y de que tenían desconocimiento al saber, por desconfianza o simplemente por sentirse amenazados por ellos.
Jenofonte decía: “Los sofistas hablan para engañar y escriben para su propio provecho y no le hacen ningún bien a nadie; pues ninguno de ellos es sabio, sino que cada uno se contenta con que lo llamen sofista” (citado en Rowe 31). Pero, no siempre fue malo ser sofista, también tuvieron grandes aportes en la comunidad de Atenas, como en la política y la jurisprudencia, ya que cada enjuiciado necesitaba un defensor y, por la ayuda tan grande que los sofistas brindaban, muchos los honraban y eran también muy solicitados.
Protágoras presentó un contraargumento para poner sobre la mesa lo bueno y lo malo, explicando que las cosas malas no son malas o iguales para todos y así las cosas buenas no son buenas o iguales para todos, ya que a algunos les beneficia lo que a los otros les perjudica y viceversa, ni tampoco el bien y el mal refieren a lo mismo. El ambiente puede estar frío para unos, pero caliente para otros, cada uno tiene diferentes percepciones y pensamientos sobre las cosas (34).
Para describir lo anterior, Protágoras decía: “El hombre es la medida de todas las cosas, de las que existen en tanto existen y de las que no existen en tanto existen” (citado en Rowe 35). Así que cada uno tiene su propia verdad o manera de ver el mundo exterior, cada uno como ser humano con diferentes formas de pensamiento, y de sensibilidades emocionales.
Sócrates, uno de los 7 sabios de Grecia, no se consideraba como tal, él afirmaba que no sabía nada, a diferencia de los sofistas, que ellos sí se consideraban sabios. A los sofistas les gustaba ser reconocidos públicamente y tener fama, a Sócrates simplemente le interesaba el conocimiento verdadero. Sócrates decía que el conocimiento verdadero está en el interior de cada ser humano, y los sofistas eran relativistas, es decir, ellos creían que no hay verdad absoluta, que cada uno tiene su propia verdad. De igual manera, los sofistas cobraban por sus servicios y Sócrates no lo hacía. Los sofistas dominaban el arte de la retórica, es decir, hablaban de forma elegante tratando de persuadir o de conmover al público para llamar la atención. Sócrates utilizaba el método Dialéctico que ayudaba a encontrar la verdad por medio de un diálogo basado en preguntas y repuestas hasta dar con la verdad o acercarse lo más posible a ella, o darse cuenta de que lo que se pensaba era mentira y que saliera a la luz el conocimiento verdadero.
Bibliografía
Rowe, Christopher. Introducción a la ética griega. México: Fondo de Cultura Económica, 1976. Digital.