La figura de la mujer y el papel que desarrolla dentro de las diferentes sociedades que han existido a lo largo de la historia, han demostrado que es una figura cargada de mucha simbología. Dentro de cada sociedad la mujer desempeña un papel a cumplir, por ejemplo, en Europa Medieval las mujeres eran aquellas figuras que representaban la maternidad, la sumisión ante el hombre, dedicadas únicamente al cuidado del hogar. En el caso de África un poco antes de las incursiones de España para la compra venta de esclavos hacia el continente Americano, algunas sociedades tenían el rol de la mujer muy presente, en el ámbito político se contaba con un matriarcado; la mujer era muy respetada debido a que representaba el resguardo y transmisión de toda su cultura. Posteriormente, con la entrada del cristianismo por casi todo el continente Europeo e incluso algunas partes de Asia, África, Norte de Europa, la mujer adquiere un carácter casi de invisibilidad y se vuelve sumisa ante el hombre y pierde su carácter de importancia social ante el mundo y la historia.
Es por estas razones que ahora en nuestra actualidad y mayormente con todos los movimientos que se hacen para volver a rescatar el papel de la mujer como una parte indispensable e importante en la sociedad, llama mucho la atención cómo es que se desarrollaba el papel de esta en las sociedades escandinavas en épocas tan polémicas como en los siglos IX, X, XI y XII; más aún viniendo de una de las sociedades que para lo que, en mí compete, es muy polémica y poco conocida en México.
Si bien de lo que se sabe acerca de las sociedades escandinavas, es a partir de fuentes como lo son las sagas y las crónicas de viajeros como clérigos y árabes, también en estas fuentes es donde se puede analizar el papel de las mujeres.
Como primer punto, debemos de recordar que las sociedades escandinavas se manejaban a partir de un parentesco bilateral, esto quiere decir que se tenía una igualdad social entre el hombre y la mujer y, por lo tanto, los mismos derechos, más no las mismas actividades. Es aquí el primer punto que diferencia a estas sociedades de las católicas del resto de Europa.
La mujer escandinava libre (husfreyja) o mujer de la casa, tenía una vestimenta diferente debido al manojo de llaves colgadas alrededor de la cintura. Si bien no se diferenciaba mucho con respecto a las actividades que tenían que cumplir las mujeres cristianas, como lo era encargarse del cuidado de los hijos, el cuidado de la casa, el mantenimiento de la granja, la organización de los alimentos, así como preparar los alimentos a consumir en épocas de invierno; podían practicar actividades como la pesca, recolección de yerbas y frutos. La mujer también era la que sabía de medicina y plantas medicinales, por lo tanto, eran ellas las encargadas de la atención médica; dentro de las actividades domésticas también practicaban el telar de tapetes y la ropa de la familia así como el tejido de la lana que también podían trabajar los hombres. La mujer, al estar al cuidado de los hijos, era la encargada de transmitir la cultura vikinga, enseñando la mitología, creencias y aspectos de valor y honor a cumplir dentro de la sociedad, ya fueran niños o niñas. La vida de la mujer escandinava, lo que respecta a la mortalidad, era muy corta debido a estar embarazada, lo cual frecuentemente representaba muchas complicaciones. Esto también se puede asociar con los constantes problemas de nacimientos de los niños, los cuales eran abandonados muchas veces.
Como se puede ver dentro de estas actividades que podríamos llamar cotidianas, no se diferenciaban mucho de las otras sociedades, pero las diferencias se empiezan a ver al describir cómo es que se llevaban a cabo estas actividades.
Respecto al carácter económico y político, ocupaba un papel muy fuerte a comparación de la mujer cristiana, en las comunidades cristianas era el hombre quien muchas veces daba el estatus más alto a la mujer o en caso de que la mujer fuese de la nobleza, no se le permitía casarse con cualquier hombre. En las sociedades escandinavas, el tema de matrimonio si bien era un tema de transacciones de riquezas y adquisición de un estatus mayor en la sociedad, era la mujer quien otorgaba al hombre ese estatus social y no el hombre a la mujer, esto aplicaba en todo momento, hablando de mujeres, hombres libres y esclavos, ya que hijo de esclava esclavo nace, solamente fueron muy pocas las veces que aun siendo hijos de esclavas, sus padres los llegaban a reconocer.
El matrimonio funcionaba también como un acumulador de riqueza desde el compromiso, la organización de la boda y los gastos de esta quedaban a cargo del prometido y de su familia, solo en el caso de la clase alta, al tratarse de matrimonios arreglados se pagaba la boda por parte de los padres de los prometidos. En el caso de escandinava, al igual que en la política, los gastos de esta los pagaban los dos prometidos. Por parte del hombre se daba el mundo que equivaldría al precio de la novia, y por parte de la mujer se daba heimangerd o el dote. Por lo regular, los matrimonios se daban entre los mismos clanes o clases sociales.
La vestimenta de la esposa, al menos en las familias bien acomodadas (húsfreyja), era la que marcaba la diferencia de estatus, por ejemplo: los broches de los vestidos o el cinturón con llaves que traían en la cintura, entre más llaves traían significaba que tenían más cofres, armarios, baúles y arcones y por ende mayor riqueza.
Así como la mujer era la que otorgaba el estatus social, era la mujer a la que muchas veces se le pasaba la herencia del marido una vez que quedaba viuda, así podría sustentar los gastos de la casa y si ella lo quería, tenía el derecho de volver a casarse o vivir independientemente de sus padres, así como también podía obtener tierras; en las sociedades cristianas cuando una mujer quedaba viuda, volvía a la casa de su familia nuclear.
Un aspecto bien interesante que tenían las mujeres por derecho, pero que las cristianas y de otras sociedades no, era el divorcio. Este era común dentro de la sociedad precristiana escandinava, no obstante con la llegada del cristianismo esto se vuelve un acto de discreción, de preferencia, no se debía de llegar a él, ya que se juraba lealtad el uno al otro incluso después de la muerte. Cuando un divorcio se suscitaba en la pre cristiandad, la mujer volvía como una hija a su hogar y podía volver con sus hijos si el marido había sido la causa.[2]
Las hijas que no se casaban y que no se les requería mucho dentro del hogar podían escoger entre trabajar en otra granja o en pueblos. En las granjas las mujeres podían rentarse para algunas tareas por determinados periodos de tiempo. Sus ingresos no eran muchos, debido a que su trabajo se repartía con las esclavas que ya vivían en aquellas granjas, a cambio de estas labores, se les otorgaba vivienda, vestido y comida. Donde llegaban a encontrar mayor trabajo era en los pueblos, en los cuales era muy común que las mujeres fuesen comprometidas a lavar, limpiar, cocinar, hacer ropa y fabricar cerveza.
En los pueblos se tenían ciertas actitudes para las mujeres, las cuales se pueden resaltar en los entierros de estas. Estos entierros, principalmente dirigidos hacia aquellas de edad avanzada, representaban que se les tenía un mayor respeto dentro del pueblo, incluso las tumbas más ricas pertenecían a mujeres. Una de las más famosas es la perteneciente a Oseberg ubicada en las costas de Oslo fjord en Noruega. Las piedras rúnicas aseveran la libertad de la mujer, entre otras características, ya que muchas veces eran erigidas por mujeres en memoria de otras mujeres.
En conclusión, podemos decir que dentro de los pueblos escandinavos había una mayor libertad para la mujer antes de la llegada del cristianismo, tanto así que en los viajes de los vikingos se les permitía ir pero sin el uso de armas. Esto refleja que aunque a la mujer se le veía como un igual dentro de la sociedad su rol en ella era finalmente distinto al del hombre, como un ejemplo está el hecho de que ellas no podían participar en el Thing, dejando a este como un acto apartado solamente a los varones y que curiosamente tenía que ver con la política, al cual la mujer solo podía asistir a escuchar si se llegaba a aceptar su presencia por medio de votos; por tanto, su papel es contrario a lo que se ha malinterpretado en la actualidad.