Al principio del viaje íbamos muy emocionados, ¡ya que empezaba nuestra aventura y no sabíamos qué nos deparaban las carreteras de México!
La primera que transitamos, fue la Ruta 150, que es la México-Puebla. Esta nos regaló unas vistas increíbles. Pudimos observar paisajes boscosos, y abundantes camiones, por lo que les recomendamos que tengan cuidado, moderen su velocidad y espejen constantemente.
Esta ruta atraviesa toda la ciudad de Puebla hasta llegar al estado de Oaxaca.
Posteriormente, nos incorporamos a la Ruta 135 Coacnopalan-Oaxaca que fue la que nos llevó al centro de la ciudad. En este tramo ¡ya se empezó a sentir el calorcito!, y de las cosas que más destacan son sus imponentes montañas que parecen no tener principio, ni fin.
El tiempo que tardamos en llegar de la Ciudad de México al centro de Oaxaca fue de aproximadamente 6 horas y media con una parada para desayunar.
El nombre del estado proviene de la palabra náhuatl huaxyácac que significa “en la punta o en la nariz de los guajes”. El Guaje es un árbol o arbusto cuyas vainas contienen semillas comestibles y se encuentra en distintas partes de la república.
Los datos históricos señalan que la primera fundación ocurrió en 1486 con la instalación de un destacamento de soldados mexicas para vigilar a los zapotecas.
En 1529, Hernán Cortés envía expedicionarios para construir una ciudad en este territorio, ¡(la refundan)! El encargado del diseño fue Alonso García Bravo, un español que también estuvo involucrado en los trazos de la CDMX.
La arquitectura del centro de Oaxaca se caracteriza por las paredes gruesas y edificios bajos, que guardan una tradición cultural de más de 4 siglos de arte e historia donde se pueden admirar edificios de estilos barroco, clásico y neoclásico que coexisten a su vez con cantantes, músicos, pintores y múltiples danzantes que puedes observar mientras vas caminando por sus calles.
Entramos a una mezcalería llamada “La casa del Mezcal”. La decoración del lugar nos muestra unas pinturas mesoamericanas donde se pueden apreciar guerreros jaguar, guerreros águila, soldados españoles, así como al mismísimo Huey tlatoani sentando en el trono.
Nuestra segunda parada fue en San José del Pacífico, específicamente en las cabañas La Cumbre.
Para llegar a nuestro destino tomamos la Carretera Federal 175 que va desde la capital de Oaxaca hasta su costa. Esta carretera es una de las que más disfrutamos en el viaje, por la dificultad que conlleva. Su neblina, paisajes hermosos, conductores imprudentes, pavimento descuidado y curvas sinuosas hacen de esta carretera un verdadero reto para los motociclistas, los cuales debemos tener nervios de acero y ser bastante intrépidos para las situaciones que nos sucedan a lo largo del camino. En una parte del trayecto nos encontramos a un conductor quien no le importó que fuera un carril de sentido único y rebasó un tráiler sin importar que nosotros estuviésemos en el carril aledaño, sin embargo, esas experiencias son a las que te enfrentas si decides montar.
La libertad de estar en una motocicleta en un terreno peligroso hace que la adrenalina se lleve a tope y se llegue a un nivel de concentración extraño, ya que te encuentras atento a cualquier movimiento inusual en el camino, piensas que cualquier error te podría costar la vida y ese pensamiento a su vez hace que disfrutes el viaje, la velocidad, el miedo, los riesgos, la incertidumbre de no saber qué te depara la pista ocasiona que te sientas vivo.
¿Vendrá neblina?, rebasará otro coche. La curva se encontrará con tierra, frenaré bien. Son las ideas que pueden pasar por tu mente mientras sujetas con fuerza el manillar y fluyes con el camino. Sin duda, no hay manera de sentirse más vivo que estando cerca de la muerte. Benditas sean las motos y los caminos interminables…