Porfirio Díaz durante más de treinta años fungió como la pieza más importante de la política mexicana. Su principal aportación fue dar estabilidad y paz a un país que se encontraba disperso y si un rumbo fijo. El lema que utilizó durante su mandato fue “Orden y Progreso” un lema de ideología positivista, ya que él era un pensador de esta corriente, sin embargo, tuvo que prescindir de estas ideas para centrarse en su objetivo primordial, el cual era dotar a México de una estabilidad económica y política.
Durante su primer mandato como presidente erigió las bases que sostendrían su largo camino. Comenzando por la unificación de un frente unido en el cual sería el líder indiscutible, por lo que invito a las facciones enemigas a ser parte de su proyecto.
Siendo un hombre sensato, les otorgaba una vía de escape en caso de que no quisieran formar parte del proyecto. Aunque, si estos se negaban y decidían remar contra corriente, se encargaba de que tuviese consecuencias negativas en su vida, que bien podían ir desde la relegación de su cargo hasta la muerte misma, dependiendo del juicio que ejerciera por el agravio cometido hacia su gobierno o persona. Por lo que una de sus frases que dejo para la posteridad fue “mátalos en caliente”
Una vez unificada, la burocracia porfirista se dedicó a que no existieran facciones que dividieran su núcleo, a través de un sistema de patronazgo aseguraba la lealtad de su séquito político. El patronazgo consistía en colocar a personas de su confianza en puestos claves como lo son los gobiernos estatales y el congreso de la unión, él sabía que si controlaba esto podía llevar a cabo su plan de desarrollo nacional en materia económica y social en el que se apoyaría de intelectuales denominados como los científicos.
El plan de desarrollo económico se basó en la explotación de los recursos naturales del país a través de inyección de capital extranjero que ayudo a que diese impulso a un crecimiento dinámico con mano de obra barata, terrenos a un precio bajo, así como incentivos gubernamentales y un pago de impuestos mínimo o incluso exenciones fiscales.
La inversión que hizo el gobierno a la red ferroviaria en territorio mexicano favoreció al sector agrícola, manufacturero y minero, además de facilitar el traslado de personas y bienes en gran parte del territorio nacional, por lo que una de las consecuencias fue que los comerciantes nacionales y extranjeros interactuaran a un nivel que hasta esa fecha no existía, ya que podían trasladar la mercancía al corazón del país desde el norte del norte al sur, etc. Otra de las consecuencias favorables del Porfiriato fue la explotación de nuevas tierras en el norte de México para el cultivo de algodón, esto fue posible gracias al crecimiento de las vías férreas que hizo se duplicara la producción en el periodo en que duro el gobierno de Porfirio.
Respecto a la producción nacional se aplicó una política en la cual se daba prioridad a la producción y manufactura de artículos en territorio nacional. Una de las medidas para proteger el mercado mexicano del voraz crecimiento estadounidense y europeo fue la imposición de altos aranceles a las importaciones de bienes. Una vez instaladas las fábricas en los estados de la república comenzó un crecimiento exponencial de la clase media urbana, ya que las compañías comenzaron a solicitar más oficinistas preparados entre que destacaban los abogados, contadores, economistas y administradores que indispensables para el funcionamiento empresarial junto a esta clase emergía de manera paralela la obrera la cual fue tomando fuerza a medida en que se modernizaba el país. Esto hizo que la política también tuviera un cambio, ya que ahora la clase alta tendría que lidiar con la clase media que comenzaba a cultivarse a través de las universidades, del mismo modo lo tendría que hacer con la clase baja porque comenzaría con la politización para exigir sus derechos que en un principio fueron negados por los burgueses.
El descenso de Díaz comenzó al principio del siglo XX, los historiadores nos comentan, había perdido su habilidad como negociador político y su capacidad para encontrar soluciones positivas para la mayoría cuando comenzó con la represión. Las huelgas de Cananea y Río Blanco fueron un desafío al gobierno porfirista y son considerados el parteaguas de la revolución mexicana que estallo en 1910.
Estas contribuyeron a alimentar la búsqueda de un nuevo régimen, distinto a la mano represora del presidente Porfirio Díaz. En las minas de Cananea, Sonora, los mexicanos trabajaban largas jornadas en condiciones lamentables por salarios que los mantenían prácticamente en la miseria, mientras que los trabajadores estadounidenses recibían un mejor trato en todos los sentidos. A pesar de que tenían todo en contra, por estar desprotegidos en cuanto a derechos, los mineros mexicanos, dirigidos por Esteban Baca Calderón, Juan José Ríos y Manuel Diéguez, plantearon sus demandas a los dueños extranjeros de la empresa. En pocos días la huelga era aniquilada, unos trabajadores fueron encarcelados, muchos otros murieron acribillados. Lo acontecido en Cananea fue una muestra más de que los desposeídos no podían contar con su gobierno para mejorar su precaria situación.
El 7 de enero de 1907 comenzó la huelga en la planta textil de Río Blanco, en el Estado de Veracruz. Los trabajadores reclamaban por su difícil situación laboral. El desenlace fue, al igual que en Cananea, la represión por parte del gobierno. Las protestas contra el régimen iban en aumento, la presidencia del general se acercaba a su fin.
Díaz se encontraba envejeciendo y se encontraba preocupado por la sucesión presidencial, su enemigo principal era uno de sus grandes colegas el general Bernardo Reyes al cual exilio en Europa con el pretexto de que aprendiese tácticas militares nuevas, sin embargo, al cuidar su flanco derecho descuido el izquierdo en el que se encontraba Francisco I. Madero y su partido político Partido Nacional Antirreeleccionista (PNA) con el que hizo una campaña exitosa a lo largo de la república mexicana que le valió el apoyo de muchos gobernantes y empresarios, cabe destacar que tanto Madero como Carranza pertenecían a la clase alta por lo que su revolución era una burguesa, no defendía los intereses de la clase media ni bajo por lo que su proyecto estaba destinado al fracaso, pues en el norte como el sur habían surgido líderes campesinos y obreros los cuales exigían se regresaran sus tierras y se brindara un trabajo digno. De los líderes más destacables de estas clases sociales tenemos a Emiliano Zapata, Francisco Villa, los hermanos Magón y Pascual Orozco.
En 1910 después de haber sido reelegido Díaz estalla la revolución, teniendo un mayor movimiento, está en el norte del país, los estados con mayor movimiento fueron Chihuahua, Coahuila y Sonora, de donde saldrían dos de los presidentes mexicanos de la revolución Madero y Carranza.
En conclusión, se puede entender que la revolución fue una coyuntura que exigía el cambio de la estructura política, ya que a lo largo del porfiriato las estructuras sociales y económicas se fueron modificando con el surgimiento de la nueva clase social obrera, las ganas voraces de ascender a los puestos gubernamentales de mayor relevancia por parte de la clase media, así como la politización que sufrieron al ser reprimidas de maneras distintas una a través de la fuerza, la otra con desdén de la clase alta en las decisiones del país, por lo que al no estar satisfecha la mayor parte del país era inevitable un levantamiento de armas para la toma del poder.
El aspecto económico tampoco fue favorable para ambas, ya que si bien existió un desarrollo económico del país fue a costa de la clase baja a los cuales les saquearon sus tierras, el gobierno para dárselas al extranjero que poseían capital y pasaron de ser dueños a empleados.
No existió una sola revolución mexicana, sino que existieron varias revoluciones que velaban los intereses de la clase a la cual representaban, un ejemplo claro fue la guerra de facciones integrada por dos equipos que fueron contendientes a la silla presidencial. Los primeros fueron Carrancistas con Obregonistas y los segundos Zapatistas y Villistas. El primer bando representaba a la clase alta y media, mientras el segundo representaba a la clase baja. Al final quien entendió cómo resolver el conflicto fue Obregón, quien velo por los intereses de ambas clases, llegando a un acuerdo y terminando con la etapa de la revolución mexicana.