Benito Pablo Juárez García no es solo una de las figuras más representativas de la Historia de México (siendo probablemente junto a Santa Anna las más estudiadas del siglo XIX), sino que, coincidentemente, también es una de las que han dejado una huella indeleble en el pasado del estado de Chihuahua, prueba de ello es el nombre de su ciudad más poblada.
Benito nació un día como hoy, pero de 1806, en San Pablo Guelatao, Oaxaca, en el seno de una familia zapoteca, por lo que se le recuerda como el primer y único presidente perteneciente a un grupo originario (personajes como Porfirio Díaz o Victoriano Huerta eran propiamente mestizos).
Pero su origen étnico no resulta ser la única razón por la que Juárez se destacara, sino por ser el responsable – o al menos la figura representativa – de la consolidación de la nación mexicana.
Esto se debe a que el país que Juárez había heredado era uno fragmentado y profundamente herido por las guerras internas y externas que continuaban. Las primeras libradas entre liberales y conservadores, las segundas entre México y potencias extranjeras como España, Francia y los Estados Unidos.
Juárez fue el líder que se colgó la medalla de acabar tanto con las intervenciones en México, como con las guerras civiles por el poder entre los dos partidos principales.
En la segunda guerra contra Francia, con quienes se aliaron los conservadores, este se mostró victorioso frente a estos adversarios, dando la orden de ejecutar a Maximiliano I de Habsburgo en Querétaro.
Asimismo, Benito Juárez, abogado por carrera y estadista por vocación, trascendió también por la enorme cantidad de leyes que proclamó, así como una constitución, la de 1857, que sentó las bases del México moderno.
Leyes como la denominada tal cual “Juárez” o la de Desamortización de Bienes o Manos Muertas, transfirieron el poder económico de la iglesia a los particulares, al poner en venta la tenencia de la tierra que por siglos había pertenecido a la iglesia.
La secularización del estado es otra cuestión por la que el oaxaqueño es recordado, pues durante su mandato se hicieron importantes esfuerzos por separar a la iglesia del estado. Asimismo, también se institucionalizó la educación primaria.
En suma, el estado republicano que Benito Juárez dejó fue tomado eventualmente – y bajo la fuerza de una revolución – por Porfirio Díaz, uno de sus subordinados militares, heredando las gracias y los conflictos que las leyes de Juárez habían dejado atrás, los cuales desembocarían en la Revolución Mexicana, y serían llevados a la mesa por Lázaro Cárdenas por última vez, al menos reivindicando la figura del presidente zapoteco.