Coincidentemente, el día de hoy se conmemoran dos aniversarios de gran importancia para la historia regional, a saber, el natalicio número 195 de Luis Terrazas, así como el luctuoso 101 de Francisco Villa. Dos figuras antagónicas que marcaron la pauta de la historia de Chihuahua.
El primero nació en 1829, y el segundo fue asesinado en 1923. Sin embargo, eso no es todo, sino que ambos fallecieron el mismo año; Luis Terrazas, de manera pacífica en su casa en la Ciudad de Chihuahua, y Pancho Villa, de forma violenta en las calles de Parral.
También resulta interesante la memoria histórica que se tiene de estos personajes, para comenzar, solo se requiere revisar que el año pasado fue declarado como el de Francisco Villa debido a su muerte.
Por otro lado, Luis Terrazas no obtuvo un galardón semejante; y es que, a decir verdad, pocos conocen que Villa solo le sobrevivió poco más de un mes al magnate chihuahuense.
Esto, desde luego, se debe en parte a la postura, como dirían la mayoría, izquierdista, o populista si se quiere, del presidente en turno, Andrés López Obrador, quien fue el que declaró 2023 como año de Villa.
Sin embargo, en Chihuahua resulta más que obvio que, pese a los claroscuros que representa Villa, una figura evidentemente controvertida y violenta, es un símbolo mucho más reivindicado que el de Luis Terrazas, siendo incluso considerado por muchos, el más famoso de la entidad, pese a ser originario de Durango.
Basta con notar las figuras que enarbola el Partido de Acción Nacional, PAN, el partido más conservador, como lo es Abraham González, revolucionario maderista que invitó a Villa a la revuelta de 1910.
Así como otros personajes como Manuel Gómez Morín, fundador del mismo Acción Nacional, o Luis H. Álvarez, alcalde de Chihuahua por el PAN y candidato a la presidencia en 1958.
En cambio, la figura de Villa ha sido rescatada por partidos políticos como el Partido Revolucionario Institucional, PRI, y el Partido Movimiento de Regeneración Nacional, Morena, y más aún por organizaciones políticas apartidistas generalmente relacionadas con la llamada “izquierda política,” fueran clandestinas o legales.
Se podría decir que la vida trató mejor a Luis Terrazas, un hombre que surgió de las clases medias chihuahuenses, pero que a través de las Guerras de Reforma, logró convertirse en un importante lugarteniente de Benito Juárez en Chihuahua, comandando personalmente la victoria contra los franceses en 1866.
Aunado a este historial militar, ya una vez en el poder de Chihuahua, derrotó a los apaches dirigidos por el legendario Victorio en el estado de manera definitiva, aunque él solo fuera el comandante, y quien liderara esta vez las tropas sería su primo, el coronel Joaquín Terrazas.
Una vez convertido en el gobernador liberal y vencedor de los apaches, Luis Terrazas comenzó a buscar el poder económico, aliándose comercialmente y por medio de matrimonios con las familias más poderosas del estado, tanto liberales como conservadoras.
El poder de Luis Terrazas fue tal que el pueblo le acuñó la frase de que él no era de Chihuahua, sino que Chihuahua era suyo, quizá esta sea la manera en que más se hace sentir en el imaginario colectivo su enorme influencia en el curso del destino del estado grande.
En cualquier caso, una vez muerto Juárez y depuesto Lerdo de Tejada, Porfirio Díaz ascendió al poder, pero no se sentía muy seguro de intervenir políticamente en Chihuahua por la enorme influencia de Terrazas.
Aunque con Luis Terrazas ocurrió algo similar que con Porfirio Díaz, pues habiendo accedido al poder el primero desde antes, incluso que el segundo, su régimen inició con gran entusiasmo por el pueblo chihuahuense.
También existen varios paralelismos entre la personalidad de Terrazas y de Díaz, pues pese a haber ascendido al poder mediante las armas, habiéndose aliado a Juárez y obteniendo importantes triunfos contra Francia, el primero en Chihuahua en 1866 como ya se mencionó, y el segundo en Puebla, en 1862.
De alguna manera, ambos se quedaron con el mayor crédito de ambos combates, pues en la Batalla de Chihuahua fue conseguida mediante al esfuerzo del General Sóstenes Rocha, mientras que en el caso de Puebla, se dio debido al General Ignacio Zaragoza.
Ambos personajes tuvieron diferencias con el presidente Benito Juárez, aunque las de Terrazas fueron más diplomáticas y se presentaron principalmente durante la estadía de Juárez en Chihuahua, y con las diferencias de gobierno federal y estatal en Chihuahua.
Mientras que Porfirio Díaz se rebeló contra Juárez y su sucesor Sebastián Lerdo, manera a través de la cual alcanzó el poder nacional.
No obstante, los regímenes de ambos fueron exitosos y populares en un inicio por haber alcanzado la paz, esto en diferentes escalas, Terrazas mediante la pacificación forzosa de los llamados “indios apaches.”
Mientras que Díaz al acabar con las guerras intestinas entre liberales y conservadores. Por lo que la obtención de la paz mediante las armas fue lo que significó el éxito de ambos estadistas.
No obstante, el mantenimiento de esta paz generó descontento a la larga, pues el disentimiento fue sofocado de manera violenta tanto en Chihuahua como en el resto del país, un punto en el que ambos gobiernos convergieron en la represión de estos, si acaso la más conocida en Chihuahua, fue la Rebelión de Tomóchic.
Por lo que, tal como la figura y el gobierno de Díaz se fue desgastando con el tiempo, lo propio ocurrió con Terrazas, y se podría argumentar que de una forma aún más intensa, y de hecho, por más de 30 años, y de manera focalizada en una única región.
Nos son pocos los que argumentan que fue este monopolio por parte del clan Terrazas-Creel, que la Revolución estalló en el estado de Chihuahua.
Por otro lado, si bien José Doroteo Arango Arámbula nació en Durango, en el Rancho de la Coyotada (municipio de San Juan del Río) se refugió desde joven en Parral, Chihuahua, huyendo de las autoridades duranguenses, pero no alejándose demasiado de su estado natal.
Al igual que Luis Terrazas, el joven José Doroteo Arango se hizo a las armas desde el fragor de la batalla, más no en una academia militar como tal. Aunque en un sentido más general, la gran diferencia entre Villa y Terrazas radica en que uno representaba más el caos, y a Terrazas el orden.
No obstante, cabe resaltar algo que resulta casi obvio, el origen de Arango es mucho más humilde que el de Terrazas, pues es hijo de peones de la Hacienda Gogojito de los López Negrete, cuando Luis Terrazas surgió de una familia que ni era dueña de una hacienda, ni tampoco trabajaba para alguna.
De manera tal que, la relación entre Terrazas y Arango resulta épica debido a que el primero explica las condiciones que llevaron al pueblo chihuahuense a levantarse en una revuelta armada, mientras que el segundo son la respuesta a este régimen, y cómo se presentan ahora las condiciones de una revolución.
No parece ser que Luis Terrazas y Francisco Villa, quien ya se había cambiado el nombre para cuando llegó a Chihuahua, se hayan conocido en persona, pero sí que hubo interacciones directas entre ambos.
En sus correrías como abigeo, cuando bandido, entró en contacto con Luis Terrazas, pues gustaba de robar vacas de la Hacienda El Torreón, la más cercana a la Ciudad de Chihuahua que poseía el patriarca liberal.
A raíz de esto, el joven Arango era perseguido por los hombres de un Luis Terrazas que le llevaba casi 49 años. Para Arango, Terrazas era la peor calaña que podía existir, y representaba al rico cruel que tanto sufrimiento le causaba a los peones de las haciendas.
A pesar de estas rispideces, y según Friedrich Katz, José Doroteo Arango, que ya se había cambiado el nombre a Francisco Villa, estaba protegido por compañías extranjeras para las que trabajaba como jinete montando cargas.
De manera tal que construyó alguna casa en Santa Isabel y otra más en Chihuahua. Algunas reuniones del Club Antirreeleccionista presidido por Francisco Madero tomaron lugar en dicha casa de Chihuahua, y que fui ahí donde Abraham González presentó Villa con Madero, y donde este último decidió indultarlo por sus crímenes pasados.
Varios historiadores de la Revolución coinciden en que esta inició en Chihuahua, debido al descontento contra el terracismo.
Durante el levantamiento, Francisco Villa no era una figura destacable, aunque comenzaba a relevarle el liderazgo a Cástulo Herrera. No obstante, el mismo Madero, Abraham González y Pascual Orozco seguían siendo las figuras dominantes.
No fue hasta que triunfó el maderismo en Ciudad Juárez que Villa comenzó a destacar, pues una vez en el poder, Francisco Madero no entregó las tierras por las que tantos se habían levantado en armas, ni acabó con el régimen de Luis Terrazas, ni con el cacicazgo de otros estados como Morelos.
Esto produjo que Orozco y Emiliano Zapata se rebelaran contra Madero, y Villa fue invitado por Orozco a desconocer al nuevo presidente, pero este se mantuvo fiel al Apóstol de la Democracia.
De manera tal que recayó en Villa el papel de perseguir orozquistas hasta que fue apresado por Huerta, quien meses después ejecutaría un golpe de Estado contra Madero conocido como la noche triste. Tras lo cual, Villa se fugaría y regresaría al estado a través de El Paso, Texas.
Mientras tanto, Luis Terrazas, quien ya no era gobernador del estado, siendo sustituido por Abraham González, seguía operando económicamente. Hasta la mencionada llegada de Villa, en la cual la oligarquía chihuahuense huyó hasta Presidio, Texas, que fue conocida como la marcha de la muerte.
Pronto estas familias emigraron a El Paso, Texas, y varias luego a Los Ángeles, California, en busca de una vida más holgada. Sin embargo, estos intentaron negociar con Villa para que respetara sus haciendas, y pese a que hicieran lo propio con éxito con Pascual Orozco, Villa se negó.
La familia Terrazas decidió dejar detrás a Luis Terrazas hijo, quien cuidaría de las propiedades de la familia desde la protección de la embajada inglesa, la cual Villa no respetó, arrestando al hijo del patriarca, haciéndolo pasar hambre para que, parafraseando un poco, viviera las penurias del pueblo que ellos habían producido.
De manera tal que, en 1913, Villa es elegido gobernador de Chihuahua mediante una junta militar, y firma los papeles que confiscan todas las quintas y haciendas privadas, para unirlas al esfuerzo militar para derrocar a Huerta, y así regresar la democracia a México.
Son algunas las personas relacionadas directamente con Luis Terrazas que aceptó Villa en su círculo interno, dos de las que más destacan son Silvestre Terrazas, quien en realidad no tenía más relación que la familiar, pues eran primos lejanos, pero eran enemigos pronunciados, ya que Silvestre lo atacaba constantemente en su periódico El Correo de Chihuahua, mientras que Luis lo envió a prisión en más de una ocasión.
Otra figura importante fue Nicolás Fernández, el líder de los Dorados, el ejército paramilitar que fungía como guardia personal de Francisco Villa. La relación que tuvo Fernández con Luis no fue otra que la de laborar como caporal en una de sus haciendas. Sin embargo, Villa no vio esto como un problema para tenerlos cerca.
La familia
Sin embargo, después de las victorias en Chihuahua, Coahuila y Zacatecas, la toma de la Ciudad de México y la Soberana Convención de Aguascalientes, Villa, Zapata y Ángeles rompen completamente con Carranza, Obregón y Elías Calles, iniciando la Guerra Civil que terminarían perdiendo los villistas.
De manera tal que Venustiano Carranza decidió regresarle sus propiedades a los Terrazas y a su clan, poniendo a un gobernador militar que se aseguraría de que se respetaran dichas propiedades.
Mientras tanto, Villa y su gente se refugió en la sierra, atacando esporádicamente, hasta que asaltó el pueblo de Columbus, en Nuevo México, y desató la Expedición Punitiva.
Finalmente, tras la muerte de Carranza, Villa depuso las armas y se recluyó en Canutillo, Durango, mientras el clan Terrazas habitaba Chihuahua con más tranquilidad, pero ya sin el poder económico absoluto, y sin volver a entrar en política.
Luis Terrazas solo le sobrevivió poco más de un mes a Francisco Villa, a quien nunca dejó de considerar un simple bandido, aun cuando los dos habían sido advenedizos que se convirtieron en militares a raíz de las coyunturas bélicas que enfrentaba México, y que, aunque con una gran diferencia de duración, los dos fueran gobernadores del estado de Chihuahua.
Sin embargo, pese a estas dos similitudes, la manera en que murieron no podía ser más distinta. Al momento de nacer, ni Luis ni José Doroteo provenían de familias importantes, pero al morir, tanto la familia Terrazas como la Villa poseían un significativo poder. El primero del tipo económico, y el segundo más bien militar.
Pero Luis Terrazas se enfocó más al ámbito empresarial y en incrementar sus riquezas, que solo repartía al pueblo chihuahuense con salarios exiguos, si acaso más altos que los de la colonia, mientras que Villa se avocó más al esfuerzo revolucionario y también repartió riquezas con salarios que ofrecía a sus soldados.
Las tierras nunca las pudo repartir por completo dado que fue derrotado, pero la memoria de Villa ha calado más hondo en la consciencia colectiva de las masas, dado que es harto común que los chihuahuenses cuenten con ancestros villistas, mientras que en el caso de Terrazas, es más común que alguno de sus antepasados haya simplemente trabajado para él.
El respeto y admiración que un caudillo carismático ejerce sobre sus soldados es mucho mayor que el que genera un patrón sobre sus peones. Esto explica por qué la figura de Villa se ha arraigado tanto en la cultura popular chihuahuense, mexicana, y hasta internacional, especialmente en los Estados Unidos.
Es curioso considerar que la enemistas que tuvo Villa con los Estados Unidos ha calado más hondo en la consciencia colectiva de dicho país, aun cuando la relación de Luis Terrazas con los Estados Unidos siempre fue cercana y de negocios, al punto en que su ahijado, Enrique Creel, era originario de dicha nación, y los Terrazas-Creel abrieron las puertas a los estadounidenses para explotar las tierras del estado, al punto de incluso pagarles mejor que a los mexicanos.
Hasta la fecha, Estados Unidos recuerda Columbus tanto como el Álamo, pero curiosamente, en un tono más desenfadado, pues el mismo Villa tiene un parque a su nombre en dicho pueblo, y una estatua en Tucson, Arizona, aunque esta no ha estado libre de controversias.
Sin embargo, la influencia de Villa ha sido más bien simbólica desde entonces, incluso desde el activismo, contándose entre estas personas la historiadora Guadalupe Villa, catedrática del Instituto Mora.
Habiendo también otros descendientes con proyectos culturales y políticos como el Colectivo los Villólogos o Fundación Visión Villista, los cuales, por ejemplo, participaron en las Jornadas Villistas del Centenario de Villa en Parral, Chihuahua, evento cultural de entre los cuales el historiador Jesús Vargas Valdés fue miembro fundador, y que no tiene paralelo con otros caudillos de la Revolución (y presumiblemente del mundo).
Por otro lado, los Terrazas han seguido influyendo de manera económica, primero Enrique C. Creel mediante la empresa Creel Hermanos, menos conocida, y sus descendientes con otras del tipo Grupos Cementos de Chihuahua.
Aunado a todo lo anterior, los Terrazas recibieron 13 millones de pesos como compensación por parte del presidente Álvaro Obregón, por las pérdidas sufridas durante el régimen villista.
Finalmente, el destino de ambos hombres ha sido distinto también tras la muerte, puesto que el cadáver de Terrazas descansa privilegiadamente en el Santuario de Guadalupe, junto con toda la antigua (y actual) oligarquía chihuahuense.
Mientras que el cadáver de Villa se encuentra decapitado en la Ciudad de México, junto a sus enemigos Carranza, Obregón y Calles. Su cadáver fue exhumado y profanado en Parral, después de pasar décadas en una tumba olvidada.
A pesar de estos contrastes, la importancia de estas figuras históricas del estado de Chihuahua no debe olvidarse, y por más complejas que sean, no deben eliminarse del panteón de los grandes personajes de nuestro pasado.