Pocas obras mezclan el horror, la violencia extrema y grotesca, con una escritura tan fina y emotiva como lo hace la magnus opus del recientemente fallecido Kentaro Miura.
Este manga – cómic japonés – se encuentra entre los más aclamados de la Historia, pero también entre los más controvertidos, y esto se debe no solo a su antagonista principal, Griffith (de quien ya hablamos en una nota pasada), sino también a su protagonista, Guts, el Espadachín Negro.
Ya desde el vamos, el nombre de tal personaje demuestra su naturaleza bestial, pues significa vísceras en inglés, y vísceras es lo que despliega sobre las páginas de la obra entera con su arma nombrada: “Matadragones,” la cual es demasiado grande para ser llamada una espada.
Pero la gracia principal de Guts radica en ser un personaje caracterizado por la oscuridad, la brutalidad y una violencia hipermasculinizada al más puro estilo de Conan el Bárbaro.
Sin embargo, pese a su vida profundamente trágica – la más trágica de algún protagonista según varios – el esfuerzo que realiza para ser cruel es consciente, en su búsqueda por la venganza, intenta convencerse de su falta de empatía, cuando el dolor producido por la culpa, así como por la tristeza que viene de la mano de la compasión le atormentan a menudo, y se interponen en su tenebrosa empresa. Algo en lo que fracasa de vez en cuando.
En contraposición, el antagonista es representado como alguien bello y de apariencia inocente, muy elegante y, sobre todo, andrógino, o inclusive afeminado. En una historia común, juzgando solo por las apariencias, Griffith sería el héroe, el caballero de la armadura reluciente, y Guts el bárbaro sin escrúpulos que solo sabe blandir la espada.
Guts suele vestir de negro y ha hecho de este color su emblema personal, al ser su epíteto más conocido, el de “el Espadachín Negro,” mientras que Griffith hace lo propio con el blanco, pues es el Halcón Blanco, después de todo (aunque también es el “Halcón de las Alas de la Oscuridad” o “Femto.”
Y, sin embargo, desde que sabemos que Guts es el héroe (o antihéroe mejor dicho) y Griffith el villano, entendemos que estas representaciones son equívocas, y las apariencias invierten los papeles, generando una disonancia cognitiva pocas veces presenciada en el arte.
Mientras Griffith busca presentarse como una figura mesiánica frente a los demás, especialmente a sus súbditos, algo que él realmente cree ser, Guts lidia con el dolor a través de la oscuridad y la soledad, buscando reprimir la bondad que hay en él a fin de volverse lo suficientemente fuerte para llevar a cabo su venganza.
En suma, Griffith se engaña creyendo que es una suerte de salvador, aun cuando tuvo que recurrir a seres demoniacos para alcanzar su poder actual, mientras que Guts se engaña haciéndose creer que él es solamente el Espadachín Negro, sin aceptar su constante voluntad por ayudar a los demás.
Guts busca carecer de empatía tal como Griffith para poder derrotarle, cuando es claro que el primero, pese a sus crímenes, es mucho más humano que el segundo. Al menos este es el paradigma al que se enfrenta nuestro protagonista en el primer arco de la historia, The Black Swordsman, pero conforme convive con nuevas amistades, como Puck, Jill, Farnese, Serpico, Isidro o Shierke, e inclusive por los consejos del herrero Godo y su hija adoptiva, Erica, su corazón se ablanda nuevamente.
Y es que, quizá, lo más interesante de Guts resulte ser que, a pesar de su apariencia de un hombre enorme y sumamente aterrador, de su trágico pasado y de su siniestro cometido, es sumamente empático, y conforme avanza la trama lucha cada vez menos contra esta inherente bondad suya.
El problema radica en que, entre más luche contra los demonios conocidos como apóstoles, más oscuro se vuelve su inconsciente, o su “sombra,” como muchos han interpretado el concepto de la “Bestia de la Oscuridad” en Guts, tomando prestado el argumento del psicoanalista Carl Gustav Jung.
La resiliencia ha sido el mayor adjetivo con el que se ha descrito a nuestro Odiseo, aunque en los capítulos más recientes su voluntad ha menguado, en parte por el uso de lo que se conoce como la armadura Berserker (que sin duda toma inspiración en los legendarios guerreros vikingos) la cual ha consumido su mente y su cuerpo.
Y el hecho de que el autor de la obra, Kentaro Miura, se halle muerto para este punto de la historia, sin haberle dado un respiro al héroe de su obra, es sinceramente desgarrador.
Asimismo, es hasta cierto punto trágico que la figura de Guts no pueda ser descrita sin la de Griffith, pues así es como funciona la dinámica de protagonistas y antagonistas.
Pero si acaso es el motivo también por el que no son pocos los que arguyen que la única forma de que Guts derrote a Griffith es mediante un dispositivo propiamente narrativo, y esto es dejando atrás su odio por él.
De cualquier modo, la característica, en mi opinión, más fascinante de Guts es cómo a pesar de su historial, de su pasado, e incluso de la forma en que es caracterizado y se percibe a sí mismo, se niega a dejar atrás su humanidad.
No es solo su voluntad de luchar y de seguir andando, sino el porqué lo hace, pues a final de cuentas, más que un sueño, ha encontrado la más noble de las razones para vivir, aun cuando fuese un subproducto de uno de los antagonistas más malignos e infantiles de la historia de la ficción.
No es entonces sorpresa que el fandom de Berserk siga leyendo el manga esperando que por fin se le haga justicia a Guts, y pueda tener un final feliz como el que esperaba darle Miura, tras haber seguido un camino de incontables penurias, pero de crecimiento constante y de madurez que supera con creces a la puerilidad de su eterno adversario.