La tarde del 1 de noviembre, el Parque Revolución en el centro de Chihuahua se llenó de vida, arte y tradición para conmemorar el Día de Muertos en un evento organizado por el CEDART David Alfaro Siqueiros. A partir de las 6 de la tarde, el público se reunió en el parque bajo el cielo otoñal de Chihuahua, disfrutando de un clima agradable y un ambiente de celebración. Durante dos horas, los asistentes fueron testigos de un programa cargado de música, danza y performance, donde el talento de los estudiantes se dejó ver en cada detalle de la celebración. La velada incluyó una serie de espectáculos dirigidos con gran precisión, y la música culminó en un energético toque de rock, mientras el coro, bajo la dirección del profesor Gandhi, ofreció interpretaciones conmovedoras que resonaron en los corazones de todos.
Uno de los momentos centrales del evento fue el altar de muertos dedicado al renombrado pintor Fernando Botero. Este altar, que celebraba la vida y la obra del artista colombiano, incluía una escultura de mano tallada con motivos catrinescos en su honor, símbolo de la muerte en su faceta de nobleza y elegancia, un homenaje a su estilo de figuras corpulentas y un recordatorio de la naturaleza cíclica de la vida. Al igual que el Día de Muertos permite a las familias honrar a sus seres queridos, este altar ofreció una oportunidad para recordar a un artista que, a través de sus obras, exploró las alegrías y tragedias de la vida.
El Día de Muertos, una festividad que mezcla elementos prehispánicos y católicos, es un reflejo de la cosmovisión mexicana sobre la muerte, una visión que, como describe Octavio Paz en *El laberinto de la soledad*, transforma a la muerte en un aspecto fundamental de la vida. Esta celebración representa un encuentro con el pasado, con el respeto a los ancestros y con la memoria viva, una tradición que, más que lamentar la partida de los seres queridos, celebra su existencia. Esta festividad también encuentra ecos en el pensamiento de José Vasconcelos, quien promovió la idea de una identidad cultural mexicana que integrara los saberes y tradiciones indígenas, convirtiendo esta mezcla de culturas en una rica fuente de aprendizaje y espiritualidad.
Además del altar, el parque se llenó de puestos que ofrecían una variedad de productos y experiencias para el disfrute de los asistentes. Entre ellos, destacó un puesto de venta de libros envueltos en papel estraza, donde cada libro, al estar envuelto de forma anónima, se convertía en un misterio para el lector, invitándolo a descubrir una historia sin juicios previos, como un guiño a la idea de los antiguos filósofos griegos de que el conocimiento verdadero debe buscarse más allá de las apariencias. También se encontraba un puesto de tarot, donde los visitantes pudieron conocer más sobre la ancestral práctica de la adivinación y, en algunos casos, reflexionar sobre el futuro o el propósito de sus vidas, en sintonía con la festividad de honrar la transición entre la vida y la muerte.
La gastronomía fue otro elemento importante del evento, con puestos que ofrecían delicias típicas como nachos, elotes y postres, que reunieron a los asistentes en un ambiente de convivencia y calidez. La comida es una parte fundamental del Día de Muertos, ya que en el altar se ofrecen platillos a los difuntos como una muestra de cariño y gratitud. Esta práctica tiene su origen en el México prehispánico, donde los alimentos eran ofrendas que reflejaban la abundancia y la hospitalidad, valores que el pueblo mexicano sigue practicando.
La celebración en el Parque Revolución se convirtió en una plataforma de expresión para los estudiantes del CEDART- David Alfaro Siqueiros, quienes demostraron sus habilidades artísticas y su compromiso con la preservación de las tradiciones mexicanas. Esta apertura de las instituciones educativas hacia la sociedad representa un esfuerzo por fomentar la cultura y el arte como elementos integradores y esenciales de la vida. Al recordar la frase de William Morris, “El arte debe ser para todos”, se reafirma la importancia de crear espacios donde el arte se comparte y la tradición cobra vida para todas las generaciones.
Con cada acto, cada danza y cada canción, la celebración del Día de Muertos en Chihuahua recordó la importancia de la convivencia y la identidad cultural. En una sociedad cada vez más acelerada, este tipo de eventos ofrecen un espacio para detenerse, para reflexionar sobre el legado de nuestros antepasados y para renovar nuestra conexión con la historia. La combinación de arte y tradición nos invita a recordar que, al honrar a los que ya no están, también estamos celebrando a quienes aún nos acompañan.
FUENTES
– Paz, Octavio. (1950). *El laberinto de la soledad*. Fondo de Cultura Económica.
– Vasconcelos, José. (1925). *La raza cósmica*. Agencia Mundial de Librerías.
– Morris, William. (1880). *Arte y cultura popular*. Routledge Classics.