La significación ambivalente de la duda dentro de la filosofía Kierkegaardiana

Dentro de la concepción kierkegaardiana respecto a la duda existen dos definiciones claramente distintas: la griega y la moderna. …

Para el icónico filósofo danés del siglo XIX, Sören Kierkegaard, la duda representa un momento importante por las razones menos inusitadas para los pensadores modernos. Para él existen dos tipos de duda que se pueden clasificar en “volitiva” y “especulativa”, de forma equivalente como “subjetiva” y “objetiva”, o también “personal” y “científica”, respectivamente. La noción de duda que abarca los rasgos del primer grupo (volitiva, subjetiva y personal) hace referencia a la epojé escéptica, término griego que significaba “suspensión de juicio”. Este concepto helénico implicaba una renuncia voluntaria a emitir juicios debido a la imposibilidad de hallar sosiego en las discusiones incesantes que parten de la exposición de argumentos y contraargumentos. El carácter personal de la duda en este caso se manifiesta en el acto volitivo de cesar todo juicio, por lo mismo la vuelve subjetiva, ya que su valor no radicaba en el “”dudar por dudar“”, tampoco de dudar de algo en particular. No se dudaba de algo en concreto ni de todo. No se dudaba en virtud de negar la realidad, los hechos o los argumentos, se dudaba, sino en virtud de querer llegar a la imperturbabilidad (ataraxia). Kierkegaard lo aclara en su libro de Migajas Filosóficas cuando escribe:

«Quien duda no niega la existencia propia, por ejemplo, sino que no concluye nada, ya que no quiere ser engañado. Usa la dialéctica para hacer siempre a los contrarios idénticamente verosímiles, pero no establece en virtud de ella su escepticismo —eso es solo accesorio, una acomodación humana, y no obtiene de ello resultado alguno, ni siquiera negativo (porque eso sería reconocer el conocimiento)—, sino que decide cesar y abstenerse [filosofía eféctica] de toda conclusión en virtud de la voluntad.» (91)

De este modo ilustra Kierkegaard lo que los escépticos griegos denominaban como “disposición escéptica”: ellos dudaban no para llegar a una conclusión, sino todo lo contrario, entre varias razones, para evitarlas y caer en el pozo de las discusiones sin fin.

  Ahora, la duda que podría denominarse como “especulativa”, “objetiva” y “científica” se identifica con el pensamiento de la filosofía moderna. La duda metódica de René Descartes que inaugura toda esta nueva forma de filosofar, es el parteaguas histórico a partir del cual la duda retoma un nuevo significado. En las palabras de Hegel alcanzamos a observar esta nueva concepción:

«La conciencia natural resultará ser solo concepto de saber, o saber no real. Pero, en tanto que, de modo inmediato, ella se tiene a sí misma más bien por el saber real, este camino tiene para ella un significado negativo, y ella considera una pérdida de sí misma, lo que, más bien, es la realización de su concepto; pues, en este camino, ella pierde su verdad. Puede ser visto, por eso, como un camino de duda o, dicho más propiamente, camino de desesperación; pues lo que en él ocurre no es lo que se suele entender por duda, la sacudida de esta o aquella verdad presunta (…) este escepticismo que se va dando cumplimiento no es tampoco aquello que el severo celo por la verdad y por la ciencia se figura estar bien preparado y equipado para estas; a saber la firme resolución de, en la ciencia, no someterse a la autoridad de los pensamientos de otros, sino examinarlo todo por uno mismo y seguir solamente las propias convicciones» (Fenomenología 58-59.)

En esta extensa y elucubrada cita logramos apreciar las diferencias radicales que existen entre la duda del primer tipo y la del segundo. Mientras la duda que se establece con Descartes —y se continúa con Hegel— desemboca en una desesperación intelectual, la duda griega culmina con la ataraxia, con la imperturbabilidad. Por otra parte, la duda moderna es un camino de saber, un paso o momento necesario para progresar hacia el saber absoluto; en contraposición, la duda antigua se establece en aras de detener toda indagación presuntuosa. También, esta duda moderna es objetiva porque representa una puesta entre paréntesis del mundo o del “saber natural”, de todo lo objetivo frente al sujeto que duda. La conclusión a la que llega Descartes después del empleo de su duda metódica, cogito ergo sum, ejemplifica con claridad lo que el pensamiento hegeliano trataba de explicar en torno a la duda: que la duda es un punto necesario dentro de la indagación científica porque lleva al sujeto a conocerse a sí mismo en la identificación de la conciencia, del pensamiento (cogito), con el saber a través de la negación-confrontación de ella misma (escepticismo) ante lo objetivo. Solo en esa identificación sapiencial y ontológica es posible continuar por el camino del saber y la ciencia, siendo así que la duda se vuelve inevitable como “momento necesario” del progreso científico. De esta manera es que este tipo de duda es “especulativa”, puesto que inicia con una nueva forma de filosofía especulativa; “objetiva”, porque se pone en práctica respecto a los conocimientos preconcebidos de los objetos de la conciencia natural; y es “científica” porque se ve implicada en un proceso estrictamente inquisitivo del saber y conocimiento.

  Kierkegaard, en su obra inconclusa Johannes Climacus o el dudar de todas las cosas, editada y publicada póstumamente, narra anecdóticamente una búsqueda personal que el personaje principal emprende con el fin de hallar una verdad encarnada y propia. Allí mismo nos cuenta cómo Johannes Climacus, en su indagación privada, entendió el uso de la duda dentro de la filosofía moderna:

«En otra ocasión oyó que uno de los filosofadores, en cuyas declaraciones hubiera tenido confianza especialmente, se expresaba de este modo: “dudar de todo no es asunto nada fácil”, es decir, no es dudar sobre esto y lo otro, sobre eso o aquello, sobre una cosa u otra, sino una duda especulativa sobre todo, lo cual no es, de ningún modo, un asunto sencillo.» (73)

De esta manera vemos la perspectiva que tenía Kierkegaard respecto a la duda moderna. Aquí notamos cómo el carácter de complejidad hace que dudar pierda de manera absoluta toda la esencia que poseía desde el escepticismo antiguo. La primera forma histórica de la duda conduce verdaderamente a la desesperación, una desesperación conflictiva, subjetiva e interna; mientras que la segunda forma histórica instaura el comienzo de un método especulativo que encamina hacia el saber. En este sentido, la relevancia de la duda en la filosofía de Kierkegaard es fundamental en tanto que, aclarado el significado ambivalente de la misma, esta distinción nos da paso a un concepto fundamental: la fe. La equiparación de la duda con la epojé (suspensión del juicio) griega se volverá importante porque nos permitirá entender el tránsito hacia la fe y su naturaleza.

 


«A este respecto, encontraba la conducta de los escépticos griegos mucho más consecuente que la moderna superación de la duda [mediante la negación del saber natural frente a la consciencia]. Ellos comprendieron muy bien que la duda reside en el interés y por eso consideraron totalmente consecuente eliminar la duda convirtiendo el interés en apatía» (Kierkegaard, Johannes 77).


 

  Dudar no era un mero momento heurístico-metodológico desinteresado de los anhelos del sujeto, sino una cuestión de interés personal en atravesarla con el propósito de salir de ella, solo en vista de algo mejor. Eso «mejor» para los escépticos griegos era la ataraxia, inducida mediante la dialéctica, es decir, mediante la oposición de argumentos contradictorios y equivalentes; mientras que para Kierkegaard lo que es del interés para el sujeto residirá en la entrega religiosa posibilitando así el adentrarse hacia una “felicidad eterna” por medio de la fe.

 


«Pues si uno para despertar la duda en el otro hace un discurso sobre la duda [tal cual hace Kierkegaard con esta obra citada], podrá de este modo suscitar precisamente la fe, lo mismo que a la inversa, la fe podría suscitar la duda.» (Kierkegaard, Johannes 74)


 

  Y es así que la duda en el entendido subjetivo, volitivo y personal encuentra su lugar dentro de la filosofía kierkegaardiana, pues para él la duda representa un momento decisivo y privado que se vuelve condición previa para dar un salto hacia la fe. Radicalmente, aquí se encuentra la diferencia entre ambas clases de duda, entre la duda griega y la moderna: la primera sugiere una forma de vida más íntima con implicaciones trascendentes, la segunda una mera sapiencia universal con implicaciones triviales para el individuo. Desde el pensamiento de Kierkegaard, lo que se disputa entre uno y otro tipo de duda es un momento decisivo de “felicidad eterna” —la salvación personal— y un momento científico, impersonal y desinteresado en busca del conocimiento absoluto. La duda jugará un rol importante en la filosofía de la existencia de Sören Kierkegaard como lo hizo en el escepticismo griego, y como también lo hizo —a su manera— dentro de la filosofía moderna, pero de una forma completamente crítica y singular: siendo momentum hacia la fe.

 

Referencias y fuentes bibliográficas:

  • Descartes, Rene, Discurso del método, México, Grupo Editorial, Tomo, 2013.
  • Empírico, Sexto, Hipotiposis pirrónicas, trd. Rafael Sartorio Maulini, Madrid, Akal, 1996.
  • Hegel, G. W. Friedrich, Fenomenología del espíritu, trad. Joaquín Chamorro Mielke, México, RBA Editores, México, 2024.
  • Kierkegaard, Sören, Migajas filosóficas o un poco de filosofía, 5ta. ed., Madrid, Trotta, 2007.
  • Johannes Climacus o el dudar de todas las cosas, 1era ed., Buenos Aires, Gorla, 2007.

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