Anteriormente, establecimos cómo la Crítica de la razón pura, por un lado, instaurará la posibilidad misma de la razón de hacer juicios sintéticos a priori, y determinará, por el otro, cómo la metafísica echa mano de este tipo de juicios, contestando así a las preguntas cruciales que esta ciencia crítica se hará en torno a la metafísica y a los juicios sintéticos a priori.
Este proyecto sería dividido en dos: la primera parte sería dedicada a una exposición de los elementos, es decir, de las intuiciones y los conceptos trascendentales necesarios para el conocimiento/juicios de este tipo; en otras palabras, los principios que posibilitan y facultan a la razón misma para conocer de manera sintética a priori; la segunda parte sería una exposición del método trascendental que emplearía la razón en torno al uso de estos nuevos principios y conceptos deducidos a partir de la primera parte elemental. Al contar con lo que Kant denominaría como “doctrina trascendental de los elementos” y con una “doctrina trascendental del método” —es decir, al tener conceptos fundamentales y un método propio—, la Crítica sería una ciencia trascendental que representaría la antesala de la filosofía en general, y de la metafísica en particular, como ciencias. De esta manera, la filosofía, como “filosofía trascendental”, se volvería una ciencia crítica que, desde sus categorías y métodos, permitiría que la metafísica hallara las condiciones de posibilidad para que ella fuera posteriormente considerada como una ciencia prestigiosa. Empero, esto solo sucedería explicando las condiciones por las cuales la razón hace juicios sintéticos a priori, y relacionando este tipo de juicios con los propios principios de la metafísica.
La Estética trascendental como ciencia del idealismo trascendental.
El espacio y el tiempo como categorías intuitivas de la ciencia de la estética trascendental.
¿Expuesto el problema al que se enfrentaba la metafísica, explicada la solución un tanto temeraria que se proponía Kant con su filosofía trascendental, y comprendido su proyecto criticista, dónde cabe todo lo que le relaciona con el idealismo? Bueno, es que toda su filosofía trascendental, o al menos una sección correspondiente a su primera parte sobre “la doctrina trascendental de los elementos”, se le conocería por el propio Kant con el nombre de “idealismo trascendental”. En la primera sección de la doctrina de los elementos, su filosofía trascendental reconocía el valor de la facultad intuitiva dentro de los distintos momentos del conocimiento. A esta sección la llamó “Estética trascendental”, y constituía una parte elemental porque a partir de ella derivaba dos de sus más grandes conceptos, el del espacio y el del tiempo. La noción de espacio y tiempo como intuiciones no era nueva. Ya desde la antigüedad se les concebía, ya sea con y sin independencia de los objetos, y como entidades sustantivas y subsistentes en sí. Lo que representaría novedoso en Kant, y de acuerdo al mencionado “giro copernicano”, es que estas intuiciones serían analizadas a partir de una concepción trascendental, es decir, como conceptos absolutamente necesarios para cualquier conocimiento sintético a priori, pero nunca como entidades subsistentes e independientes del sujeto.
Como ya habíamos mencionado, en la física, según la perspectiva trascendental de Kant, el espacio es necesario como condición de posibilidad de todos sus principios. De no ser por el espacio, conceptos como el de movimiento, el de cuerpo, el de fuerza, etc., no podrían ser pensados, de modo que la física debe todos sus conceptos y sus juicios a esta sola intuición. Por tal, por más paradójico que pueda resultar, el espacio no podía ser considerado meramente como un concepto, puesto que cualquier concepto elemental de la física es pensado solo con relación al espacio; la noción del espacio, como señalamos líneas más arriba, debía ser previa a cualquier concepción, de ahí que no fuera más que propiamente una intuición. Lo mismo ocurría con el tiempo, pues, visto desde su concepción trascendental, el tiempo representaba la condición de posibilidad de todos los juicios sintéticos a priori de las matemáticas, y por tal, la condición de posibilidad de todos sus principios y postulados. Es así que el tiempo, en términos generales, de ninguna manera podría ser considerado como un mero concepto, ya que este, al igual que con el espacio, daría lugar a todos los conceptos mismos de los que dependen los juicios y principios de la matemática. Espacio y tiempo eran intuiciones, pero lo que tenían de particular es que, en la perspectiva de Kant, serían pensados puramente a priori, es decir, previo a toda experiencia empírica. Esto último era así porque, el conocimiento de la realidad, la experiencia misma de la realidad, sustentada de estas intuiciones tan elementales, se daba solo en condición de que espacio y tiempo fueran intuidos con anterioridad como determinaciones de toda experiencia posible. Tenían que ser conocidas a priori, ya que la intuición previa de ellas condicionaba toda intuición y concepción posterior de conceptos tan rudimentarios en nuestra experiencia como lo son el de cuerpo, movimiento, y la intuición de uno mismo, para el caso del tiempo, a través de el “yo”; y tenían que ser puras porque en esa necesidad de ser incondicionadas, no tenían que suponer ningún tipo de experiencia empírica sensible. De esta manera, el espacio y tiempo constituyen las intuiciones puras a priori que pertenecen a la denominada Estética trascendental, primer momento crítico de la filosofía trascendental.
El noúmeno y los fenómenos como categorías ontológicas del idealismo trascendental.
Por medio de estas intuiciones puras, Kant basó lo que él mismo denominaría con el nombre de “idealismo trascendental”. Era idealismo en tanto que postulaba que el conocimiento de las cosas en sí (noúmenos) resultaba imposible a partir de las intuiciones de espacio y tiempo como intuiciones trascendentales —es decir, subjetivas y determinantes de todo conocimiento y experiencia—. Todo lo que pudiera ser intuido estaría condicionado bajo las determinaciones subjetivas del espacio y el tiempo; los objetos como tales estarían sujetos a las condiciones de determinación que la razón impondría bajo sus intuiciones puras a priori. A todas las intuiciones sensibles mediadas por el espacio y el tiempo que pudiera representarse el sujeto, Kant denominaría fenómenos. Así, entonces, solo tendríamos un conocimiento fenoménico de la realidad, nunca un conocimiento nouménico o de la realidad en sí misma.
Esta determinación fenoménica de la realidad se tendría que considerar como la idealidad de los fenómenos, mientras que si admitimos dentro de nuestro conocimiento intuitivo de la realidad la restricción consecuente de solo conocer su aspecto fenoménico mediado de las condiciones subjetivas e intuitivas de espacio y tiempo, entonces, y solo entonces, podríamos decir de nuestras sensaciones y experiencias intuitivas que son la realidad empírica; es decir, la realidad empírica se agotaría en lo que el sujeto puede percibir a partir de las determinaciones de sus intuiciones puras a priori particulares. La realidad empírica para el sujeto humano se muestra distinta a la de otros sujetos racionales en la medida en que es condicionada a partir de sus propias nociones particulares de espacio y tiempo; lo que, visto desde la perspectiva del sujeto humano en lo que se refiere a la realidad en sí o nouménica, se traduce como su idealidad, o como el idealismo de la realidad. Para Kant, es precisamente esa restricción subjetiva (intuitiva) desde la que se conoce la realidad, lo que confiere idealidad al conocimiento de la razón. Esto es idealismo trascendental porque esa idealidad es la restricción de la que parte todo el conocimiento trascendental posterior. Los fenómenos, es decir, las intuiciones sensibles que tenemos de las cosas en sí, son mediadas a través de las intuiciones subjetivas a priori de espacio y tiempo; lo que esto quiere decir es que espacio y tiempo son la forma de los fenómenos, y las intuiciones sensibles su materia. Forma y materia del fenómeno serán el origen de todo el conocimiento intuitivo, representando de este modo la idealidad trascendental de toda experiencia empírica y sensible posible del sujeto.
“En la estética trascendental hemos demostrado suficientemente que todo cuanto intuimos en el espacio y tiempo (…) no son otra cosa que fenómenos, es decir, simples representaciones que (…) no poseen existencia propia, independientemente de nuestro pensamiento. Esta doctrina es lo que llamo idealismo trascendental.” (Kant, Crítica 437)
El legado de Kant y su idealismo trascendental.
El idealismo trascendental de Kant, así entendido, constituirá no solo la doctrina a partir de la cual se explica nuestro modo de conocer interpretado desde la filosofía trascendental, sino que se volverá una nueva aspiración para los filósofos posteriores. La siguiente reflexión de Nietzsche nos permite atestiguar el alcance al que llegaron Kant y su filosofía crítica:
«Me parece que hoy todo el mundo se esfuerza por disimular la influencia real que Kant ha ejercido en la filosofía alemana… Todos se sintieron transportados de alegría ante la idea de esta nueva facultad [la de formar juicios sintéticos a priori] (…) Esto fue la luna de miel de la filosofía alemana. Todos los jóvenes teólogos del seminario de Tubinga se dedicaron a registrar la maleza en busca de “facultades” nuevas.» (Más allá del bien 395)
También Schopenhauer, quien no se mostrará mezquino a la hora de laurearle, nos permite observar esta, tan extendida influencia, que logró Kant en las siguientes palabras que le dedica:
«El conocimiento que un único hombre extrajo en una sola generación directamente de la vida y del mundo, que conquistó y presentó conquistado y elaborado a los demás, no puede, sin embargo, convertirse inmediatamente en propiedad de la humanidad, pues ésta no tiene tanta capacidad para recibir como aquel para dar.» (Voluntad y representación 469)
Como vemos, las conclusiones a las que llegaba Kant con su filosofía trascendental influyeron notoriamente en toda la cultura intelectual de Alemania. Sería a partir de las reflexiones del filósofo prusiano que nacería una nueva corriente de pensamiento popularmente conocida como “idealismo alemán”. De la pluma de Fichte, Schelling y Hegel, principales representantes de esta corriente, es que las sendas y profundas reflexiones de Kant sobre la idealidad del fenómeno, la posibilidad de la metafísica bajo los límites críticos de la razón trascendental, y la noción del conocimiento fenoménico a partir de las intuiciones puras a priori de espacio y tiempo, pervivirán en la postrera filosofía idealista. Estos filósofos alemanes recogerán de ahí toda su inspiración para ponerse manos a la obra y desarrollar sus propios sistemas filosóficos trascendentales.
El idealismo epistemológico, del que hablamos anteriormente, recibe su más famosa y peculiar caracterización en la filosofía alemana de los siglos XVIII y XIX. Con el arranque del proyecto criticista de Kant, y con la fundamentación de su filosofía trascendental contenida en su magna obra, Crítica de la razón pura, es que el pensamiento kantiano, a partir del llamado idealismo trascendental, abrirá las puertas a que el idealismo se enraíce por lo menos durante todo un siglo en la historia del pensamiento humano. La reivindicación al intuicionismo y la explicitación de la relación cognoscitiva indisoluble de sujeto-objeto, que ya veíamos desde las meditaciones de Descartes y su famosa sentencia sobre el Cogito, serán preconizados en las reflexiones de Kant, adentrando, insospechadamente para su autor, a toda la filosofía hacia una etapa “infame”, la del idealismo. De forma irónica, vemos cómo, contrario a lo pretendido por Kant, su filosofía sirve para algo que por él mismo es refutado dentro de su crítica. En uno de los apartados que lleva por título “Refutación del idealismo”, escribe lo siguiente:
«El idealismo (en el sentido de idealismo material) es la teoría que sostiene que la existencia de los objetos del espacio fuera de nosotros es, o bien dudosa e indemostrable, o bien falsa e imposible. La primera postura, que defiende que solo una afirmación empírica, “yo existo”, es indudable, constituye el idealismo problemático de Descartes. La segunda postura es el idealismo dogmático de Berkeley. Este idealismo afirma que el espacio, con todas las cosas a las que va ligado y a las que sirve de condición inseparable, es algo imposible en sí mismo y que, consiguientemente, las cosas del espacio constituyen meras fantasías.» (246-247)
Como podemos apreciar, era un proyecto propio de toda la filosofía trascendental, superar este tipo de pensamientos idealistas. De hecho, más adelante escribirá Kant que, “se cometería una injusticia si se nos atribuyera el idealismo empírico, tan desacreditado desde hace ya mucho tiempo.” (Ibíd. 437). Muy a su pesar de todo ello, como veremos, esto dará pie a que filósofos como Schopenhauer basen sus pensamientos sobre una interpretación completamente idealista de la filosofía de Kant; o que la fenomenología de Hegel, que hereda de la filosofía trascendental nociones tan importantes como la de noúmeno y fenómeno, funden una manera de pensar que se denominaría como “idealismo lógico”.
El trabajo descomunal que Kant realizó a fin de reivindicar a la metafísica, es un legado filosófico que perduraría más allá del pequeño periodo histórico que le sucedió. Todavía hasta el siglo XX, de mano de los distintos fenomenólogos, las ideas kantianas seguirán difundiéndose; y todavía aún entonces seguirán siendo objeto de debate en tanto que se le seguirán asociando a algunos de estos pensadores considerados como idealistas. Las reflexiones que este ilustre filósofo posibilitaron el giro histórico hacia el idealismo, representarán un hito del pensamiento lo suficientemente relevante como para seguir permaneciendo vigente, incluso, hasta nuestra época dentro de la cultura popular.
Fuentes y referencias:
– Kant, Crítica de la razón pura, trad. Pedro Ribas, Penguin Random House, 2021.
— Los progresos de la metafísica, trad. Mario Caimi, Fondo de cultura económica, 2008.
– Nietzsche, Friedrich, Más allá del bien y del mal, preludio para una filosofía del futuro, trad. Carlos Vergara, Gredos, 2023.
– Schopenhauer, Arthur, El mundo como voluntad y representación, trad. Monserrat Armas Concepción y Rafael-José Díaz Fernández, tomo I, Gredos, 2023.
Libros recomendados:
- Lecciones preliminares de filosofía de Manuel García Morente.
- Teoría del conocimiento de Johann Hessen.
- Los juicios sintéticos a priori de Julián Besteiro.