Hablemos del idealismo II, pt. 1: Los fundamentos idealistas como principios para el proyecto kantiano.

Con la Crítica de la razón pura, Kant instaurará a partir de los principios idealistas un nuevo enfoque metafísico: el criticismo….

Como hemos mencionado con anterioridad, a partir de la aseveración cartesiana, cogito ergo sum, “pienso, por lo tanto, existo”, se reflejaba un nuevo método filosófico: el intuicionismo. En su búsqueda de la verdad, Descartes descubre, después de haber dudado de todo, que la única vía posible de acceso al conocimiento de aquello presuntamente cierto, era la intuición. Las verdades más elementales serían intuidas en tanto que todo era “puesto entre paréntesis”, incluidos los métodos y certezas convencionalmente aceptadas hasta entonces. Como señalamos, Berkeley, con su idealismo epistemológico, comúnmente denominado “idealismo empirista”, es un ejemplo de este nuevo paradigma metodológico dentro de la filosofía. Al haber dudado del léxico filosófico empleado tradicionalmente hasta su época, no se vio en más remedio que dedicar todo su esfuerzo y toda su mente a observar de la forma más pura las ideas que le fueran saliendo al encuentro en su camino de reflexión. Es a ese “observar de la forma más pura” lo que nosotros denominamos como intuición. La intuición entonces no sería solamente un recurso metodológico, sino toda una facultad intelectual a partir de la cual podría “observarse”, intuirse, las verdades más elementales y originarias del mundo, que, en el caso de Berkeley, se correspondía exclusivamente con lo percibido.

Bueno, en todo este tenor filosófico particular es que se confeccionaría la filosofía moderna. Alguien que abonaría a la problemática en cuestión con sus densas y profundas aportaciones intelectuales sería el memorable filósofo prusiano, Immanuel Kant. Con su proyecto de pensamiento trataría de sistematizar y darle valor académico a las intuiciones como entidades primordiales y originarias de todo el conocimiento posible.

El proyecto criticista de Kant en torno al problema de la metafísica.

Los tres estadios históricos por los que necesariamente atravesó la metafísica, según Kant.

Kant estará interesado en fundar una ciencia que reivindique a la filosofía, o, al menos, que reivindique la reflexión que se da en el campo de la metafísica. Para Kant, hasta su momento, la metafísica había sufrido un desprestigio a causa de la especulación dogmática desmedida de los filósofos que le precedieron. Esto desembocaba, inevitablemente, en una suerte de escepticismo en torno al pensamiento metafísico, el cual le considerará como un estadio histórico necesario que tiene su origen en el propio proceder de la razón. La razón, en su inquirir las verdades supuestas de la metafísica, obedece a un desarrollo dialéctico que se materializó en las distintas reflexiones en torno a esta disciplina a lo largo de la historia.


“Son tres, por consiguiente, los estadios que la filosofía tuvo que recorrer en atención a la metafísica. El primero fue el estadio del dogmatismo; el segundo, el del escepticismo; el tercero, el del criticismo de la razón pura.” (Kant, Los Progresos 12)


El escepticismo que se detona a partir de un uso dogmático de la razón respecto a las cuestiones metafísicas, constituye el momento previo desde el que Kant parte. Precisamente podemos ver en el ánimo escéptico de Hume, suscitado por Berkeley, aquello a lo cual se enfrentaba Kant y la metafísica. Con la puesta en duda de las ideas abstractas generales que inicia Berkeley, todo el pensamiento metafísico hasta entonces practicado sucumbía. El centro de apoyo de la metafísica residía en estas ideas abstractas generales, los denominados conceptos o ideas universales, a partir de los cuales se construían todos los sistemas metafísicos; si se ponía en duda la existencia de tales ideas universales, se hacía tambalear así, no solo cualquier sistema metafísico particular, sino toda la disciplina filosófica en sí y su carácter de “ciencia” en general. Motivado por resolver este problema que el escepticismo engendraba, Kant se ve en la necesidad de enfrentar tal escepticismo metafísico a partir de reconducir a la metafísica, por medio de sus esfuerzos intelectuales, hacia un tercer estadio histórico decisivo: la etapa del criticismo. El criticismo consistirá en reconciliar a la razón con aquellas reflexiones escépticas dirigidas contra las ideas universales, ideas que tanto Hume como Berkeley pusieron en duda, y de las que negaron su existencia.

 

La crítica de la razón pura como ciencia propedéutica a la metafísica crítica kantiana.

¿Cómo se llevará a cabo el monumental trabajo? Por medio de la elaboración, como dijimos, de una ciencia que reuniera todos los principios de la razón en que se fundaba el pensamiento metafísico. A esta ciencia la denominaría como “crítica de la razón pura”, nombre homónimo de su más grande obra. Aunque esta crítica a la que se sometería la razón supondría un completo análisis de todos los conceptos de los que la metafísica echaba mano —entre los cuales estarían los conocidos famosamente como universales—, Kant se reservará ese análisis para otras obras posteriores. En la aludida crítica de la razón pura, solo le interesará establecer los principios mismos que posibilitan en sí el conocimiento metafísico, lo que él denominaría como “filosofía trascendental”. Instaurar la filosofía trascendental será el proyecto entero que Kant se propondrá, y la crítica representa la primera parte de dicho proyecto, la primera y más importante. En esta obra se intentarán resolver a las preguntas problemáticas que dan relieve a todo el conflicto actual de la filosofía y la razón con respecto a la metafísica. ¿Cómo es posible la metafísica como ciencia?, ¿cómo son posibles los juicios sintéticos a priori?, y ¿cómo es posible el conocimiento a partir de juicios sintéticos a priori? Cada pregunta conduce necesariamente a la otra. Comenzando por la pregunta por la posibilidad de la metafísica como ciencia, Kant contesta que ella solo puede ser considerada como tal en la medida en que siga la ruta que el conocimiento científico traza en nuestra razón por medio de los juicios sintéticos a priori, lo cual nos lleva, a su vez, a cuestionarnos por las condiciones de posibilidad de este tipo de juicios. Una vez establecidas las condiciones que nos llevan a dicho tipo de juicios, se vuelve pertinente preguntar por la posibilidad misma de que dichos juicios nos conduzcan al pretendido conocimiento científico. Solo de tal forma es que, según Kant, la metafísica ganará en reputación y saldrá del escepticismo al que fue arrojada.

El criticismo kantiano constituirá una novedosa forma de hacer filosofía en tanto que, en palabras de Kant, implicará una “tentativa de transformar el procedimiento hasta ahora empleado por la metafísica, efectuando en ella una completa revolución de acuerdo con el ejemplo de los geómetras y los físicos, constituye la tarea de esta crítica de la razón pura especulativa.” Este procedimiento arranca de la noción de que la intuición de los objetos de la metafísica debía partir de una inversión metodológica donde esta intuición no se evaluara a partir de la consideración de los supuestos objetos, sino desde la misma facultad intuitiva que hacía posible la apercepción de dichos objetos metafísicos. A esto se le denominó “el giro copernicano” de la filosofía: el énfasis sería puesto en el sujeto y en su posibilidad de conocer, y no tanto en los objetos que daba por supuestos ingenuamente la metafísica hasta entonces.

 

La elaboración de la “filosofía trascendental”, el proyecto crítico de Kant.

La intuición tendrá un papel importante en la filosofía kantiana porque, pues más que buscar anularla, la considerará como facultad que posibilita el conocimiento en general. Dentro de esta facultad reside un tipo particular de conocimiento que comparten todas las ciencias a criterio de Kant: el conocimiento sintético a priori. Todas las ciencias ostentan en sus principios y axiomas más elementales, juicios de este tipo, desde la geometría hasta la física; y si la metafísica pretende reivindicarse, es necesario que se una a la lista de ciencias que comparten dicho tipo de conocimiento y al nuevo proceder filosófico que Kant se propone con su Crítica, el de la filosofía trascendental. Como apreciamos, la relevancia que la intuición había adoptado desde Descartes, pasando por Hume y Berkeley, seguía siendo evidente en las reflexiones dentro del criticismo kantiano. La siguiente cita muestra esta importancia que le concede Kant a la intuición a partir de su nuevo enfoque dentro de su proyecto:

«Ocurre aquí como con los primeros pensamientos de Copérnico. Éste, viendo que no conseguía explicar los movimientos celestes si aceptaba que todo el ejército de estrellas giraba alrededor del espectador, probó si no obtendría mejores resultados haciendo girar al espectador y dejando en reposo las estrellas. En la metafísica se puede hacer el mismo ensayo, en lo que atañe a la intuición de los objetos (…) Si es el objeto (en cuanto objeto de los sentidos) el que se rige por la naturaleza de nuestra facultad de intuición, puedo representarme fácilmente [la posibilidad de conocer algo a priori sobre esa naturaleza]» (Crítica 20)

 

La división de las distintas clases de juicios y la relación que el conocimiento de las ciencias debe tener con los juicios sintéticos a priori.

Para Kant, las matemáticas en sus postulados geométricos y aritméticos contendrá esta clase de juicios sintéticos a priori que mencionábamos, ya que, por las definiciones que parten de ellos, sería imposible deducir todos los mentados postulados y principios de estas ciencias (geometría y aritmética) a partir de otro tipo de juicios que no fueran de la clase anterior. Los juicios de los que parte todo el conocimiento de la razón en general se dividían en tres especies: los juicios analíticos, que derivaban en juicios analíticos a priori, y los juicios sintéticos, que derivaban a su vez en juicios sintéticos a posteriori y sintéticos a priori.

Tanto los juicios sintéticos a posteriori como los juicios analíticos a priori podrían concebirse como tautologías. Por definición, los juicios analíticos se conciben a través de proposiciones que siguen la forma A=A, lo que vendría a ser el principio de identidad lógico, principio que, por su carácter lógico (necesario) y universal, solo puede ser intuido a priori —pues si se concibe de otra manera que no sea anterior a la experiencia, entonces perdería todo su carácter universal y necesario—. Estos juicios eran conocidos como “explicativos”, puesto que no hacían otra cosa que redundar en un conocimiento ya contenido en el concepto del sujeto, llevando a una —valga la redundancia— mera explicación del sujeto de las proposiciones así enunciadas.

 Los juicios sintéticos se solían entender hasta antes de Kant como exclusivamente a posteriori, es decir, como juicios de experiencia exclusivamente, porque estos, al contrario de los analíticos, se correspondían con proposiciones del tipo A=B; es decir, estos juicios añadían un conocimiento extra a lo que vendría a ser el concepto del sujeto, de tal manera que se les denominó como juicios de “ampliación”, ya que añadían un conocimiento del sujeto que no se podía encontrar dentro de su concepto. Esta clase de juicios solo podrían ser a posteriori porque, hasta entonces, no se creía existir otra manera de “añadir” conocimiento que no fuera por medio de la experiencia sensible (o posterior a ella). Pero para Kant, esta clasificación de los distintos tipos de juicios, además que redundante, era insuficiente para explicar cómo las ciencias añadían el conocimiento a partir de sus axiomas.

Veamos el caso de la geometría como ejemplo de lo anterior. De esta ciencia, hasta antes de la llegada del criticismo de Kant, se decía que todos sus conocimientos eran meramente analíticos, puesto que no añadían ningún tipo de conocimiento que no se dedujeran a priori a partir de demostraciones. Todo juicio y conocimiento subsecuentes de la misma, estaban ya contenidos unos dentro de otros y se derivaban unos de otros por medio de una sucesión e iteración entre ellos, operando como principios, axiomas, postulados, teoremas, etc. Pero Kant no lo consideró así. Él se cuestionaba cómo era posible que, a partir de conceptos y principios no intuitivos, a priori se dedujeran otros conceptos y principios intuitivos e indemostrables. Por ejemplo, se cuestionaba cómo es que del concepto de recta podría derivarse el principio de la geometría euclidiana que postulaba la distancia más corta entre dos rectas. Sí, argumentaba él, el concepto de recta no contiene la noción de magnitud en sí. La conclusión a la que llegó es que, así como con dicho principio euclidiano, los demás principios fundamentales de la matemática se conocían a partir de juicios sintéticos debido a que, verdaderamente, añadían un conocimiento intuitivo que no estaba contenido, para este caso, en los conceptos implicados dentro del principio de la distancia mínima entre dos rectas; a priori, además, porque la noción de magnitud contenido en ese juicio, evidentemente, no se conocía mediante una experiencia sensible de lo pura y absolutamente recto. De este modo es que la matemática, como ciencia, derivaba todos sus principios más fundamentales, sus axiomas y postulados de juicios sintéticos a priori, incluidos los de la aritmética.

A la física le sucedía algo similar que a la geometría. Sus leyes empíricas, que dependían de una noción tan relevante como lo es la del espacio, no podían concebirse de otra forma que no fuera a priori. Los juicios de la física eran sintéticos porque partían de observaciones en el espacio. De este modo, la noción de espacio se volvía inevitablemente anterior a toda experiencia posible, y por ende, una condición previa a todo juicio físico posible ulterior. Este, el espacio, era intuido a priori como condición necesaria a todo juicio sintético (de experiencia) formulado por la física. Es así que Kant consideró que los principios y las leyes de la física procedían de juicios sintéticos a priori, al igual que pasaba con los principios y postulados de la geometría y la aritmética. Entonces, si la metafísica quería gozar del mismo prestigio del que gozaban estas otras ciencias precisas, tenía que fundamentar su posibilidad y capacidad judicativa en la misma clase de juicios de los que partían estas ciencias.

(continuará…)

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