Hablemos del idealismo, esta corriente de pensamiento tan odiada por muchos a causa de sus consecuencias epistemológicas y de la reputación de sus máximos representantes, pero tan amada por muchos otros que se dejan asombrar por los experimentos mentales más populares que partieron de los pensamientos de los filósofos idealistas.
Las narraciones típicas en torno al idealismo.
El cerebro en una cubeta, uno de los experimentos mentales más difundidos dentro de la cultura popular. Este experimento problematiza ciertas consideraciones sobre la realidad que han llegado a representarse dentro del cine. Películas como Matrix, Vainilla Sky o Nocturnal Animals escenifican el argumento que dicho experimento mental sostiene. Imaginen que en algún lugar y tiempo remotos cierto científico afanoso por crear vida consciente, coloca un cerebro inerte dentro de un contenedor lleno de fluidos conservantes que permiten el paso de la corriente eléctrica de forma eficaz y que se encuentra conectado a una serie de máquinas por medio de electrodos que envían impulsos eléctricos estimulando así zonas encefálicas clave para permitirle percibir sensaciones y producir reacciones similares a las de un cerebro en estado normal y consciente. De esta manera, este cerebro logra recibir estímulos como si del mundo exterior se tratara. Ahora, el mismo científico, avezado para su época, logra además crear una especie de televisor que, conectado al cerebro a través de los electrodos, permite captar todas las imágenes que el cerebro de prueba percibe y crea a partir de la correcta estimulación cerebral.
El anterior escenario hipotético e imaginario dio pauta a que muchos cineastas se sintieran motivados a representar en la pantalla grande todas las implicaciones detrás de dicho experimento mental. Películas como las antes mencionadas intentan recrear de alguna manera su propia versión del mismo. Dichas películas nos conducen a cuestionarnos sobre la realidad del mundo que damos por sentado, del origen de lo que conocemos, de su materialidad y de la posibilidad de que la realidad en sí no sea más que puro contenido mental, que los objetos “extramentales” no sean más que producto de nuestra propia imaginación; que nosotros no seamos más que una especie de cerebros dentro de cubetas que imaginan y perciben el mundo mediante de una máquina. Claro que este enfoque cinematográfico no es más que una dramatización de dicho experimento mental llevado al extremo. Pese a ello, el cuestionamiento al que nos aventura, bien podemos decir que es legítimo, puesto que nos sugiere expandir nuestro entendimiento acerca de nosotros mismos y de la manera en que conocemos la realidad. Esta clase de pensamientos y problemáticas tienen su origen en lo que se denominó como “idealismo filosófico”.
Las distintas acepciones de “idealismo”.
Como ya mencionamos, esta corriente filosófica suele ser vista con cierto rechazo por algunos grupos intelectuales que perciben en ella cierta imaginación “licenciosa” a partir de algunas de sus tesis más polémicas. Pero, ¿qué es esto del idealismo?, y ¿por qué sufrió tanto desprecio dentro de estos círculos académicos? Recorriendo el lenguaje erudito y la jerga popular, existen varias acepciones para lo que vendría a ser el significado ordinario de “idealismo”. Cuando hablamos de idealismo, solemos referirnos en ocasiones a la ilusión, a la imaginación y a eventualidades o futuros deseables; decimos de lo “ideal” que es el “como” y el “debería” de algún suceso o fenómeno; nos referimos a un “idealista” como una persona que siempre está imaginando los escenarios óptimos posibles, llegando a decir de este que es un “soñador” o hasta un “iluso”. Pero no es de ninguna de estas connotaciones del idealismo de la que nos interesa hablar hoy.
Sobre las acepciones académicas del idealismo metafísico, epistemológico y ontológico.
Ahora, en el campo académico pasa algo similar, pues la confusión para dicho término también suele estar presente dentro del lenguaje docto en una serie de equívocos que implican sobre-interpretaciones y concepciones erradas de algunos de los sistemas filosóficos idealistas. En este sentido, el idealismo filosófico se caracteriza dependiendo del enfoque desde el que se aborda en la filosofía. Se tiende por lo general a confundir los rasgos de cada una de las significaciones provistas por estas perspectivas diferentes; por un lado, tenemos el idealismo metafísico, que como indica su nombre, hace énfasis en las cuestiones de dicha índole, mientras que, por otro lado, existe un idealismo epistemológico. Dependiendo de las tesis y conclusiones de los enfoques anteriores, se entenderá un tercer enfoque del idealismo, el ontológico. En líneas generales, este último es la simple distinción de diferentes entidades óntico-ontológicas, unas ideales y otras reales, siendo los números, los conceptos, las proposiciones y otras de la misma especie elementos de la primera clase de entidades, las cuales no poseen realidad material en el mundo. Como vemos, cada una de estas tres posturas hace énfasis en ciertas parcelas de la realidad desde las que la filosofía plantea sus cuestionamientos. Ha sido esto lo que condujo al error que mencionábamos de confundir cada significación una con otra. Aquí nos interesa esclarecer lo que es el idealismo filosófico a partir de los rasgos que conciben las consideraciones metafísicas, epistemológicas y ontológicas por separado.
Platón, su teoría de las ideas y el mito de la caverna como ejemplo paradigmático del idealismo metafísico.
Cuando hablamos de idealismo metafísico forzosamente, tenemos que hablar de algunos sistemas filosóficos que proponen una serie de teorías cosmológicas y teleológicas particulares. En la historia de la filosofía, para muchos, el mayor de los exponentes de esta especie de pensamiento metafísico idealista es Platón, pues además de ser uno de los precursores, él es el primero que sistematiza esta corriente de la forma más ingeniosa. Con su “mundo de las ideas” y sus “Ideas supra sensibles”, Platón estableció una perspectiva del mundo original y novedosa. La escisión de la realidad misma que él hizo, moldeó todo su sistema de pensamiento, volviéndose famosa dicha división de la realidad por medio de sus distintos mundos: el mundo sensible y el mundo inteligible, habitado el segundo por lo que denominaría como las “Ideas”. Su muy conocido “mito de la caverna” es una alegoría que ilustra toda esta teoría metafísica; en síntesis, narra lo siguiente:
Dentro de una caverna hay unos esclavos encadenados contra una pared que solo pueden observar una serie de sombras que se proyectan desde el otro lado de ese muro. Las sombras son producidas por un fuego al otro lado que ilumina una serie de objetos, los cuales son cargados de la boca de la cueva hasta sus profundidades. En cierta ocasión un esclavo es liberado y al salir de la cueva es cegado por el resplandeciente sol al que nunca había visto. Mientras recobra la vista, nota las sombras que los rayos dejan al golpear con cada objeto del mundo circundante. Al ver ese milagro, este hombre libre corre emocionado de regreso a la cueva para contar a sus antiguos compañeros de prisión el mundo que se reveló ante sus ojos. No creyéndole ninguno de los prisioneros que alguna vez le acompañaron en la penumbra, deciden tomarlo por loco, atarlo y matarlo.
La narración mítica anterior es una representación alegórica que trata de explicar toda la teoría metafísica y gnoseológica que Platón propone con sus ideas. Como vemos, lo que el mito trata de abarcar es no solo una interpretación del modo en que conocemos el mundo, sino una explicación de la realidad misma. Lo que él denominaría como mundo sensible, vendría a ser toda esta penumbra y serie de sombras a las que de ordinario estamos habituados como “esclavos” encadenados: el mundo de las sensaciones, de los deseos, de los objetos sensibles, del cual no podemos desprendernos. Este mundo representa una cueva oscura en oposición al mundo “real”, superior e iluminado del “mundo inteligible” de las ideas. En este último mundo existen todos aquellos objetos que en primer lugar dieron pie a las sombras que eran observadas: las vasijas, las estatuas de animales o personas, todas las cosas que posiblemente se proyectaban a través de sus sombras por la incandescencia del fuego al interior de la caverna, son objetos que provienen del mundo exterior, de aquel mundo “real” que se encuentra saliendo de la cueva. Así, el mundo inteligible es el mundo donde habitan las ideas que moldean nuestro conocimiento, que dan forma incluso al mundo mismo que observamos. El mundo de las Ideas para Platón tiene su propia realidad; separado de la nuestra, pero real; inclusive, dotado de mayor realidad que el propio mundo sensible que nosotros habitamos.
En Platón veremos la máxima expresión del idealismo metafísico, en donde una especie de entidades que poseen su propia realidad, moldean nuestra realidad inmediata y ordinaria y lo que conocemos de esta. Su teoría de las Ideas se traduce así en toda una cosmología y teleología que explica la estructura misma del mundo, una teoría metafísica que se le denominará como “idealista” a causa del mayor de sus protagonistas: las Ideas.
(continuará…)