Nociones de progreso en la filosofía de la historia de Kant

Parece haber en la conciencia occidental una idea tan arraigada que parece muy difícil ponerla en duda, a saber el progreso. La lenta pero segura marcha de la humanidad…

Parece haber en la conciencia occidental una idea tan arraigada que parece muy difícil ponerla en duda, a saber el progreso. La lenta pero segura marcha de la humanidad hacia un futuro mejor, con la implícita necesidad de mirar hacia el pasado siempre como algo peor. Sin embargo ¿donde se originó esta idea? y ¿qué consecuencias prácticas puede tener el pensar a la historia humana como en constante progreso? ¿Qué implicaciones tiene esta concepción de la historia? ¿Qué significa preguntar por el sentido de la historia?

 

Podemos entender la pregunta por la historia como un eco de la pregunta por la existencia misma. Todo ser humano en algún momento se enfrenta a la duda del ¿por qué de su existencia? pareciera que a lo largo de la vida no hacemos más que significar nuestra realidad, y al ser parte de ella el humano mismo se ve en la profunda necesidad de encontrar (o crear, como se quiera) algún significado para el significante que se es. Ahora bien, si la pregunta del significado de la existencia propia es la más fundamental en la vida individual, podemos entender la pregunta por la historia universal como la misma en principio, aunque mayor en cobertura. El paso del ¿Por qué existo? al ¿Por qué existimos? 

 

Usualmente al hablar de historia se piensa en el conjunto de hechos recopilados por los historiadores, quienes siguiendo tal o cual metodología, se acercan a un suceso en específico y en su recabo de información intentan llenar el ¿por qué? de tal suceso concreto, ya situándolo desde el principio como un suceso histórico digno de ser investigado, y subyugando en virtud de tal suceso, las vidas de un grupo selecto de individuos cuyo valor será atribuido en función de su “papel” en el darse de tal o cual suceso. No es esa la historia  a la que nos referimos aquí, sino a la totalidad de la historias, de cada persona, podríamos decir que al hablar de la historia universal nos referimos a la materia prima a la que los historiadores luego dan forma. Es esa la historia universal, y su pregunta puede brotar en cualquier instante. ¿Para qué estamos aquí? ¿Es que acaso vamos a algún lugar? ¿Cómo comenzar a hacer sentido de la inmensidad de acontecimientos, como encontrar su significado? 

 

En este ensayo se abordará la pregunta por la historia universal, así como las respuestas ofrecidas por Kant en su Idea de una historia universal en el sentido cosmopolita y Si el género humano se halla en continuo progreso hacia lo mejor,  se pondrá en discusión las implicaciones de una concepción progresiva de la historia, para finalmente sopesar los argumentos y comprender de mejor manera en que sentido se mueve la humanidad en un continuo progreso.

 

La historia de la historia

La linealidad que exige de la historia su concepción progresista no es ni la única ni la primera lectura que occidente haya generado de la historia. Al contrario, en sus inicios la historia era más bien concebida como cíclica, una serie infinita de repeticiones, variaciones sobre un mismo y permanente tiempo. Sería desde el cristianismo que pudo romperse con esta concepción cíclica, e introducir un fin a la historia, desdoblando el círculo en una línea recta. Fue Jesús y su aparecer en tanto a Hombre-Dios lo que permitió para los creyentes tal movimiento de lo dado (en este caso la historia) hacia algo más allá que le diera soporte y posibilidad de significación (Divina Providencia). Es así qué en su obra Ciudad de Dios San Agustin trazó filosóficamente su concepción de la historia, como el progreso moral del hombre, cuyo fin último es el reino de los cielos. Así la historia humana comenzó con la caída de Adan y Eva,  y su fin último no es más que la vuelta al mundo de Dios. Con esta obra, comienza San Agustín la tradición de la filosofía de la historia, marcando desde el inicio la estructura que seguiría toda historia universal, un fin (ya como reino celestial ya como paraíso mundano) y una historia de liberación encaminada a tal fin.

 

Sería en la Ilustración que comienza a desarrollarse la noción de progreso como mejor la conocemos. Durante este periodo de la historia, los esfuerzos filosóficos se trazaron sobre las líneas de la laicización del ser humano, en esta emancipación del poder eclesiastico en sus formas concretas (absolutismo) y espirituales (metafísica), los filósofos se encargaron de redescubrir el mundo en términos exclusivamente humanos, orientados todos ellos por un espíritu con ansias de aprehender todo, fueron construyendo así los filósofos de la ilustración temprana las bases teóricas de la teoría política, y comenzó a desarrollarse la perspectiva histórica del progreso, narrando la historia de la europa ilustrada como el paso a un estado de adultez, finalmente se había superado la “edad media”, el hombre había salido de su infancia y se aventuró por primera vez a conocer el mundo por sí mismo, o al menos así lo plantearon los ilustrados. Es en la cumbre de este periodo que Kant desarrolla sus concepciones de la historia universal.

 

La Idea de una historia universal

En su Idea de una historia universal en el sentido cosmopolita Kant se propone trazar las líneas de movimiento de la historia, tal como Kepler implementó un orden al movimiento planetario, de igual manera Kant busca mostrar la ley enmedio del caos de los aconteceres humanos, los cuales sin que lo sepan “persiguen sin advertirlo, como si fuese un hilo conductor, la intención de la naturaleza” (Idea de una historia universal en el sentido cosmopolita 18). Aquí deja clara su posición Kant, su método consistirá en analizar a los humanos al igual que el mundo natural. En su primer principio Kant postula su método, partirá de la concepción teleológica de la naturaleza, según la cual todas las disposiciones de una criatura deben ser entendidas como puestas en cada organismo para su completo desarrollo de acuerdo a su fin (19). Esto surge de acuerdo a la necesidad de concebir a un organismo como un todo, únicamente en relación a este todo como un fin es que podemos concebir sus elementos constitutivos como ordenados hacia este fin. Sin embargo, debido a la dependencia empírica de esta teleología, no puede ella dar cuenta de las variables entre organismos, sobre todo aquellas que parecen no ajustarse a la razón (Rosas 273). En tanto seres naturales solo podemos hablar en términos de fines a los organismos en sí mismos, y no podemos concebir finalidades externas, por lo que todo intento de determinar un fin a la historia queda inmediatamente invalidado, se plante aquí entonce una concepción del fin de la naturaleza para con los humanos, mas no un fin para los agentes de la historia. 

 

En su segundo principio plantea Kant qué es la razón, entendida como la “facultad de ampliar las reglas e intenciones del uso de todas las fuerzas más allá del instinto natural, y en sus proyectos no conoce límite alguno”(19). Estas disposiciones provenientes de la razón según nuestro autor no pueden ser llevadas a su fin durante la vida del individuo, pues la razón “necesita ensayar, ejercitarse e instruirse, para sobrepasar de un modo continuo y gradual la inteligencia de los demás” (Kant 19), es por esto que que su término sólo puede darse en el grado de la especie, además el desarrollo de estas disposiciones de la razón sólo es posible en la sociedad.

 

Para Kant el motor de la historia humana es el principio de insociable-sociabilidad, aquel impulso que atrae y repele a los humanos, los unos con los otros. Por un lado, solo en sociedad la persona es reconocida como tal, y sólo en ella se siente plenamente humano y es capaz de desarrollar sus capacidades, sin embargo el principio de insociabilidad es lo que al mismo tiempo jala al humano fuera de la sociedad. Impulsado por un deseo de autopreservación, y al mismo tiempo por un principio egoísta que le incita a ver únicamente como válida su voluntad, y, según Kant, le saca de su estado de letargo y le mueve a la actividad, acción reivindicativa del yo frente a los otros. Es solo enmedio de esta constante tensión que el humano se ve obligado entonces a sacar de sí todos sus bienes, y entiende así Kant el medio por el que la naturaleza fuerza el desarrollo pleno de los humanos, y les hace sacar de sí el arte, la técnica, la sabiduría y toda otra manifestación de la cultura. 

 

Es por esto que el establecimiento de un orden social, en el que se controle este antagonismo otorgando las mayores libertades y al mismo tiempo la mayor seguridad es el fin de la naturaleza. Ahora bien el establecimiento de esta constitución perfecta necesita ser tanto exterior como interior, es decir será necesario el establecimiento de un supra estado, pues incluso entre los distintos estados se replica la sociable insociabilidad, y resulta necesaria la imposición de una ley que medie las relaciones entre los distintos estados, algo así como un meta estado o una confederación de estados. Es este pues el fin de la naturaleza para la humanidad en tanto producto de ella, sin embargo este no parece ser el fin de la historia, pues para Kant la dimensión histórica es introducida a partir del actuar voluntario y racional del humano, al concebir por lo tanto las condiciones naturales para que se dé este actuar, pero ¿podemos entonces concebir un fin de la historia? Si siguiendo a Kant es la razón la que guía la voluntad de los hombres ¿Como concebir un fin? ¿Es posible llevar a término la razón? Incluso ajustandonos a la definición ofrecida por Kant pareciera que su empleo depende de una finalidad, la razón no es capaz de indicar una dirección, sino establecer criterios u opciones para realizar algún procedimiento, por sí misma no es capaz de llevarse a término, o mejor dicho se lleva a término cada vez que gracias a ella se concluye una actividad, por lo que pensar en un fin o término de la razón resulta problemático. 

 

La noción del antagonismo como motor de la sociedad es sumamente relevante, dependiendo de la concepción que tengamos del sujeto su antagonismo adquiere distintas formas, así en los estados neoliberales donde el mercado es el único anfiteatro público, y el individuo sólo es tal en tanto agente económico, vemos como puede alinearse la “libre competencia” (bajo el marco neoliberal entendida como la libre acumulacion de capital, sin ninguna intervención del estado) con esta noción de progreso lineal, así podemos entender como la acumulacion de capital se ha vuelta un sinónimo de progreso, ¿sin embargo es este el progreso que anhelamos? En este sentido lo que entendamos por cultura, y los términos en que medimos nuestro progreso recaerá necesariamente en la configuración específica de sujeto que la ley produzca, no podemos pensar así ningún progreso en abstracto como el desenvolverse humano para con otros, sino que en cada sociedad específica el progreso sólo puede medirse atendiendo a sus marcos específicos. 

 

El progreso del género humano

En su ensayo Si el género humano se halla en constante progreso hacia lo mejor publicado algunos años después de su Idea…Kant replantea su posición sobre la historia. En primer lugar descalifica cualquier concepción de historia a priori a menos que esta se de como profecía autocumplida, además rechaza, sobre el principio de libertad, toda búsqueda “porque para esto necesita la conexión de las leyes naturales, indicación que hay que rechazar tratándose de las futuras acciones humanas” (Kant 103). Separándose así de la teología física que sirvió como base de su Idea, aquí Kant desarrolla una argumentación moral.

Comencemos distinguiendo entre las tres posibilidades respecto al camino del género humano: O bien seguimos la concepción terrorista según la cual el género humano va en continuo retroceso, o podemos optar por la concepción eudemonista de la historia según la cual vamos en constante mejora, o finalmente la concepción abdeterista, la más popular según admite el mismo Kant, y según la cual el humano se encuentra en un perpetuo limbo entre sus buenas y malas disposiciones.

 

Ahora bien ¿como saber cual de estas tres posibilidades se da realmente? Pues Kant se propone investigar algún hecho de la experiencia que pueda llevarnos a deducir como consecuencia una tendencia hacia el mejoramiento, una señal histórica que podamos después aplicar retrospectivamente hacia la totalidad del género humano como causa de su progreso. ¿En donde encuentra Kant esta causa? Podríamos pensar que Kant se refiere a la revolución francesa como aquel acto que denota una tendencia progresiva hacia lo mejor, sin embargo no es exactamente la revolución el hecho en que Kant fija su atención, sino más bien la recepción de esta revolución por parte del resto de pueblos:

 

Se trata tan solo de la manera de pensar de los espectadores que se delata públicamente en este juego de grandes transformaciones y que se deja oír claramente al tomar ellos partido, de un modo tan general y tan desinteresado, por uno de los bandos contra el otro, arrostrando el peligro del grave perjuicio que tal partidismo les pudiera acarrear; lo cual demuestra un carácter del género humano en su conjunto y, además, un carácter moral, por lo menos en la índole, cosa que no solo nos permite tener esperanzas en el progreso, sino que lo constituye ya, puesto que su fuerza alcanza por ahora. (Si el género humano, 105)

 

Es esta participación afectiva, este entusiasmo compartido de los pueblos para con el movimiento revolucionario, lo que prueba que el humano tiende hacia el bien. Encuentra Kant justificada su defensa de la libre disposición de cada pueblo para constituirse por cuenta propia, su derecho de autodeterminación, y al mismo tiempo de liberación de las guerras a través del republicanismo. Kant ve entonces, en la emoción tan vivaz de los pueblos por la revolución francesa, una clara disposición del humano por lo bueno como ideal, por lo que podremos entender su disposición hacia el bien. La pregunta aquí seria, ¿es que acaso tal apoyo público del proyecto revolucionario coincide necesariamente con esta admiración del ideal? ¿No será más bien este sentimiento de empatía, producto de algo más que la admiración de una idea alcanzable por la razón? ¿Es que acaso la humanidad no puede sentir aprecio por un movimiento de rebeldía, sin formalizarlo inmediatamente en la forma de un estado?

 

Este progreso se hará evidente, no en un cambio en el sentir de los humanos, ni tampoco en la facultad o base moral del género, sino únicamente en su forma fenoménica, es decir en las buenas acciones de las personas, que según Kant son cada vez mayores, a su vez las violencias cada vez menores, y a la larga las riñas y confrontaciones serán mediadas por el diálogo y no la violencia. Exigirle más al progreso del género sería “incurrir en la chacota de los políticos, que muy a gusto tomarían las esperanzas humanas por sueños de una cabeza descarriada” (Kant, Si el género humano, 115). Se trata aquí por lo tanto de encontrar en el género humano una proclividad por el bien, una preocupación por el otro que impere con el tiempo.

 

En síntesis, en las dos argumentaciones Kant nos postula sus razones para encontrar un fin en la historia. La primera de ellas se basa en una teleología física, y determina partiendo de su concepción de la naturaleza, que el hombre en tanto ser racional se ve obligado por la naturaleza a sacar de sí mismo los medios de su existencia, y sobreponerse a la naturaleza misma, formando así su cultura en sociedad, y puesto que la naturaleza ha impuesto el antagonismo como medio de su desarrollo, será por lo tanto el fin de la humanidad establecer las bases de una convivencia pacífica en la que las libertades sean las máximas posibles, y se rija una ley de carácter universal. La única manera de llegar a esta forma de paraíso intramundano será la condición cosmopolita, en que haya una legislación de legislaciones, un estado superior que regule el actuar de los distintos estados. En su segundo ensayo, Kant traza más bien una historia moral universal, descalificando cualquier intento de historicidad a priori que no se de como profecía autocumplida, alcanzando sin embargo a rescatar una predisposición humana hacia lo que él concibe como un bien universal que se concretiza inmediatamente en la forma del estado.

 

Podemos apreciar como toda forma de progreso para Kant recae necesariamente en la conformación de un estado, cuya ley sea universalmente aplicable y permita las mayores libertades a los individuos preservando en igual medida la seguridad de cada uno. ¿Podemos por lo tanto hablar de un progreso en la historia? Al hablar de esto Kant considera por supuesto que Europa va al culmen de este movimiento histórico, “descubriremos la marcha regular seguida por nuestro continente (que alguna vez, verosímilmente, dictará leyes a las restantes partes del mundo) en la mejora de su constitución política” (Idea… 31).

 

He aquí el meollo del asunto, al posicionarnos un fin universal, todas las culturas que no se nos presenten de acuerdo a tal visión del mundo nos parecen bárbaras, salvajes. Podemos estar de acuerdo con el fin propuesto por Kant, un estado en el que todos los individuos sean libres y estén seguros, sin embargo su implementación a través del estado ha demostrado con el paso del tiempo su ineficiencia. Abanderados de este progreso los países del norte global han pintado su colonialismo como la marcha incesante del progreso. Cuando tenemos un grupo de humanos que creen haber develado el secreto de la naturaleza, y que a su vez han llegado a las máximas de todo comportamiento universalmente bueno, no es de sorprender que se sientan con el derecho de imponerlo al resto del mundo, si a fin de cuentas han dado una aparente respuesta al fin de la historia universal, ¿que más hay que decir?

 

Es por esto que si bien es importante saber a dónde nos dirigimos, también debemos admitir que no hay un fin de la historia. Podemos atenernos a la tesis propuesta por Kant en el segundo ensayo tratado, pues en fin, si no hay posibilidad de progreso ¿Que estamos haciendo entonces? Admitamos pues que ciertamente hay una proclividad del ser humano para el bien de sus congéneres, tendencia que sigue latente, y sigue moviéndonos hacia la erradicación de aquello que concebimos como dañino, sin embargo no nos dejemos llevar por la tentación de dar una respuesta final, universal a la raza humana.

 

Referencias

Kant, Immanuel. Filosofía de la historia. Fondo de Cultura Económica, 1941.

Kant, Immanuel. Filosofía de la historia: qué es la ilustración. Translated by Lorenzo Novacassa and Emilio Estiú, Terramar, 2004.

Rosas, Alejandro. “El conflicto entre lo racional y lo irracional en los fundamentos de la filosofía de la historia según Kant.” Areté, vol. 2, no. 2, 1990, pp. 261-279, https://revistas.pucp.edu.pe/index.php/arete/article/view/5018.

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