En cada momento de su vida el ser humano se encuentra valorando el mundo, que ropa usar, qué comer, a donde ir, que ver, qué hacer. Todas estas cuestiones versan sobre el valor, el hombre es fundamentalmente un animal valorante. Esto queda bien ejemplificado en los tres grandes grupos del actuar humano, el arte, la ética y la ciencia, abarcan gran parte de la experiencia humana, y sobre ellos suelen versar nuestras preguntas más esenciales, y sobre las cuales discutimos todos los días. ¿Esta canción es mejor que aquella, o tal película mejor que aquella otra? ¿Estuvo bien lo que hice el otro día? ¿Es que existe un dios? ¿Estamos solos en el universo? Vemos entonces como en todas estas preguntas la naturaleza de la belleza, el bien y la verdad resultan esenciales. Es por eso que el estudio de la axiología es de suma importancia tanto para la filosofía como para la vida diaria. Es por eso que en este ensayo se abordará una perspectiva axiológica que intente dar respuesta al funcionamiento y origen de los valores.
La naturaleza de los valores es un tema de mucha controversia. En el relativamente poco tiempo que tiene existiendo el campo de la axiología, se han desarrollado muchísimas teorías sobre los valores. Las preguntas suelen girar en torno a las siguientes cuestiones: ¿Son los valores objetivos o subjetivos, y hasta qué grado? ¿Cómo los conocemos? ¿De dónde provienen y de qué forma se presentan? Todas estas cuestiones son de suma importancia para la vida humana, pues precisamente sobre los valores se rige el actuar del hombre, la ética, la estética y la ciencia, se rigen sobre los tres valores fundamentales: el bien, la belleza y la verdad. Y es sobre estos que depende la humanidad como la conocemos.
En el lado objetivo de la naturaleza del valor, encontramos en su mayor expresión el dictado divino, es decir los valores son concebidos como impuestos por Dios, su naturaleza resulta objetiva, concreta e inmutable. Esto nos presenta algunas dificultades que los subjetivistas prontamente señalan. De ser totalmente objetivos los valores ¿cómo se explican sus cambios a lo largo de la historia y de las diferentes culturas? Ciertamente las ideas que se tienen sobre el bien y la belleza han cambiado muchísimo, incluso dentro de las religiones mismas. De tal manera que resulta difícil mantener esta posición, además de que no admite un progreso de los valores, es decir se mantienen estancados.
Por el otro lado, nos encontramos también con muchas dificultades. Los subjetivistas más radicales sostienen que los valores son finalmente una cuestión individual, producto de estados emocionales. Este relativismo nos presenta otros problemas, en primer lugar es difícil conciliar nuestros sistemas de justicia, que se basan en cierta idea general del bien, con un relativismo extremo. De tal manera que expondremos una postura intermedia, acercándose mas al subjetivismo, manteniendo sin embargo algunas posturas objetivistas.
La trinidad
Para comenzar a explicar cómo se desarrollan los valores, primero debemos pensar en quien los percibe, el ser humano. El hombre tiene algunos rasgos que parecen ser esenciales a su realidad, el hombre es un ser cultural, el hombre es un ser individual, y el hombre es un ser biológico. La culturalidad del hombre parece estar tan apegada a su concepto como la racionalidad lo estuvo por mucho tiempo. Es imposible pensar al hombre sin la cultura, entendiendo está como cualquier tipo de objeto social, cualquier producto surgido directamente de la asociación. Si bien algunos conceptos como la comunicación, el lenguaje, la racionalidad parecen tener un papel constitutivo, tales categorías no pueden pensarse sino como producto de la cultura. De tal manera que el ser humano necesita de la cultura, para volverse ser humano, formando un círculo vicioso entre su comienzo y su fin, el hombre creador de cultura y la cultura creadora del hombre. Es por este vínculo que no podemos dejar de pensar al hombre como creador y elemento de su cultura. Sin embargo, es cierto que el hombre tiene otras dimensiones. Su ser biológico tiene un importante papel en su constitución, la biología nos sitúa como parte de un todo de formas de vida, el hombre es parte de una categoría más grande. Es cierto también, y quizá producto de los otros dos factores, que la individualidad es también un concepto clave en la formación del hombre. El hombre es individuo, de ahí nuestro uso contemporáneo de la palabra persona para llamarnos los unos a los otros. Sin una aceptación del papel que tiene el concepto de individuo para el ser humano, no tendríamos cabida a campos como la ética, el derecho, la economía, etc… De tal manera que el hombre puede entenderse como individuo, ser cultural y especie. Y es de estas tres fuentes que brota la creación del valor, manteniendo en ellas su peso epistemológico. La parte objetiva de los valores provienen del factor de la especie, mientras que las subjetivas provienen de la cultura y del individuo.
El bien y lo bello en la especie
Siguiendo los argumentos de los objetivistas, el bien parece tener cierta universalidad a lo largo de la historia humana, a pesar de las diferencias específicas, la mayoría de las culturas parecen estar de acuerdo con ciertos preceptos básicos: No asesinar, no robar, cierta forma de respeto hacia el otro. De tal forma que tales acciones apuntan a un bien con características universales. Esto parece darle razón a los objetivistas, y es que la objetividad, tales rasgos que parecen universales al bien pueden rastrearse a motivos del beneficio/supervivencia de la especie. Ciertamente el gran brinco en el desarrollo humano se dio cuando este comenzó a formar sociedades grandes, fue en ese momento que surgió el hombre como lo conocemos. En tanto a animal, el hombre responde solo a una cosa, su supervivencia, de ahí que su agrupación en las primeras sociedades, le diera un avance sin precedentes en su desarrollo. Por lo que podemos rastrear tales valores universales a su instinto de supervivencia, ciertamente una buena relación con el otro brinda mejores posibilidades de convivencia. De ahí los preceptos del bien universales, son una enseñanza evolutiva del homo sapiens.
Lo mismo sucede con la belleza, los objetivistas se dirigen a apelar a la universalidad de algunas obras de arte. Dice Benerrechea:
Bien, bello, bueno, útil, es lo que realiza el fin determinado del organismo; mal, malo, inútil, feo, es todo lo que causa el empobrecimiento del tipo […]. La belleza es todo lo que refuerza la energía, el ritmo funcional del tipo; la fealdad obra de una manera depresiva,es la negación del ritmo de la vida. (Cdo. en Sarquis 147)
Podemos apreciar esto en los rasgos que nos parecen bellos en las personas, la simetría, voluptuosidad en distintas partes del cuerpo, son factores que muestran beneficios evolutivos, de tal manera que cierta objetividad a la hora de la belleza sea posible dada la condición animal del hombre. Lo mismo puede decirse de las pinturas, o piezas que comuniquen tranquilidad, ya que son estos paisajes los que busca el ser humano para tener una vida plena. Al ver una pintura del mar, de un valle tranquilo, no se nos es transmitida otra cosa mas que la tranquilidad del paisaje, tranquilidad y paz que hemos aprendido a identificar como beneficiosa a nuestra especie, de ahí la belleza.
El bien y lo bello en la cultura y el individuo
No obstante los subjetivistas remarcarían la gran deformación del bien a lo largo de la historia, si bien en términos generales parece haber cierto acuerdo sobre el mal, en la vida diaria cada persona maneja su propia idea, de no serlo no habría problemas en el mundo, sino que reinaría el consenso. (Frondizi 21) Lo mismo puede decirse de la belleza, de ser una idea objetiva todos sentiríamos la misma pasión por las mismas piezas de arte, y por los mismos rasgos físicos.
Esta aparente discrepancia sobre el bien y la belleza, puede explicarse desde la cultura y el individuo. Si bien hay cierto acuerdo sobre los principios generales como los del respeto al otro, las claras diferencias entre grupos dejan en claro que hay cierto margen de error en cuanto a estos valores. Estas diferencias se deben a dos factores: las diferencias culturales y la libertad del individuo. Las diferencias culturales se deben a los distintos cánones de cada región. Estos cánones son construidos con el paso del tiempo, sus causas se remiten a, religiones, creencias, prácticas, y necesidades específicas a cada población, son formadas de acuerdo a las valoraciones individuales y las normas, para con el tiempo volverse instituciones bien formadas. En ellas entran los esquemas generales del derecho y la ley, las categorías axiológicas intermedias: principios, virtudes e ideales, y por supuesto cierta idea del bien y de la belleza. Esto se ve claro en la homogeneidad de las concepciones de la belleza y del bien en cada cultura. Se forma una tradición a partir de los distintos elementos a lo largo de la historia de las culturas, formando así una idea general de estos dos valores. Es hasta esta etapa de la formación de valores que estos se vuelven propiamente valores, si bien antes guiaban el actuar del hombre, estos no habían adquirido su forma concisa y delimitada. Es hasta que pasan de instinto de supervivencia a producto cultural que adquieren propiamente su forma.
Sin embargo no se puede ignorar la libertad del hombre, el individuo es individuo en cuanto a que se diferencia del resto, esta diferencia, aparte de los rasgos físicos, puede apreciarse en su comportamiento y gustos, los cuales son únicos en cada persona. La libertad de elección es un axioma necesario para toda ética, y sin la increíble variedad de gustos no existirían tantos géneros, corrientes y vanguardias artísticas. De tal manera que la elección libre, y la opinión del individuo juega un papel importante en la puesta en práctica de los valores. El individuo parte de las nociones que obtiene de su especie y de su cultura, y a partir de tales valores se desarrolla en su entorno, cambiandolos un poco a su antojo y necesidad, manteniendo la esencia , aunque ajustandolo a cada caso que considere conveniente. Siguiendo la tesis de Meinong:
El valor no está vinculado con la actitud de valor actual, sino con la actitud de valor posible, y también se deben considerar para ésta aún circunstancias favorables, la orientación específica suficiente así como un estado espiritual y anímico normal. El valor consiste, por ello, no en el ser tenido por valioso, sino el poder ser tenido por valioso bajo la condición de que se den las circunstancias necesarias. Un objeto tiene valor en tanto que tiene la capacidad de ser fundamento efectivo de un sentimiento de valor en aquel que, en caso de que sea normal, esté orientado hacia él de modo suficiente. (Ctd. en Vendrell Ferran 377)
La capacidad de un objeto de ser fundamento de un sentimiento de valor, depende de la relación entre tal objeto y la especie humana, a su vez tiene que ver con la historia de tal objeto a lo largo de la cultura del observador. Un arma por ejemplo, presenta primeramente la posibilidad del asesinato, la violencia, por lo que nos da una respuesta negativa, sin embargo para un estadounidense, el arma puede simbolizar libertad, y comparte una larga tradicion con su patria, volviendose un simbolo de identidad, sin embargo tal vez algun miembro de su familia murio accidentalmente por un arma por lo que le producen repele, no le son objeto de valor. Este es un ejemplo de cómo funciona el proceso valorativo en el individuo. De tal manera que la historia cultural y de relación biológica del objeto le confieren su posibilidad de ser valorado. Dice Frondizi: “Si el deseo, agrado, interés confieren valor a un objeto, no podría haber valoración equivocada; bastaría que lo desearamos para que tuviera valor” (104)
Sin embargo, nuestra posición no descansa solamente en el agrado del individuo, sino en su historia y naturaleza. El papel del individuo concreto, es el de equilibrar sus necesidades y gustos personales, formados por su educación, cultura y especie, para finalmente moverse a través del mundo axiológico, otorgando y restando valores a él. Su cultura y su especie, ofrecen ciertos límites a la valoración. Es por esto que esta posicion no cae en un relativismo extremo, y es por esto que aunque no existe un concenso absoluto sobre cada accion particula, se puede decir con seguridad que el asesinato esta mal, o que cierto objeto es bello. La valoración personal se da entonces necesariamente dentro de estos límites culturales y biológicos.
La verdad
La verdad suele ser un tema polémico, de dudarse su objetividad se pone en riesgo todo el proyecto científico de la humanidad, que se ha vuelto uno de los pilares epistemológicos del imaginario colectivo contemporáneo.
Ahora bien, la verdad se nos presenta de forma distinta al bien y la belleza, mientras que encontramos estos dos directamente en un objeto, la verdad por el contrario se presenta en una relación. Esta relación consiste de dos elementos: la realidad y la proposición. La manzana está sobre la mesa, apunta necesariamente a una manzana y una mesa concretas, y hasta que se verifica en la realidad que efectivamente están ahí tal como se describe, es que decimos que es verdad. Es por esta naturaleza, la de su comprobación, que podemos hablar en grandes rasgos de una verdad objetiva, ya que se tiene un referente al cual acudir. La verdad habla de la realidad, y siempre podemos asomarnos a la realidad para comprobarla, esta facilidad sin embargo no se presenta cuando hablamos de la belleza ni del bien. Sin embargo, que exista una verdad objetiva no significa que tengamos un acceso directo a ella. Los medios y las teorías desde las cuales teorizamos y conceptualizamos la realidad, tienen sin duda cierto influjo socio-cultural. La parte del lenguaje necesaria para la verdad, no es objetiva, sino que es producto humano. Es por esto que se debe poner siempre en duda la metodología, y las aproximaciones que buscan imponer una verdad, si bien el método científico ha hecho increíbles avances en la humanidad, siempre se pueden refinar nuestros mecanismos para captar de mejor manera la realidad.
Conclusión
Tenemos pues una teoría de los valores que se sitúa en el subjetivismo, puesto que en tanto a belleza y bien los concibe como creación humana, sin embargo no cae en un subjetivismo radical puesto que toma en cuenta ciertos parámetros para la valoración, factores biológicos y culturales. Esta teoría se mantiene sin embargo como objetivista en cuanto la verdad, sin necesariamente erradicar la posibilidad de mejoría.
Manteniendo así el balance entre los factores biológicos, que ciertamente no pueden ser negados, sin achicar el papel que la cultura tiene sobre el comportamiento de los individuos. Finalmente recae sobre la decisión personal la conjugación de los elementos otorgados por la cultura y la biología, para así manejar su andar axiológico por el mundo.