El funcionamiento epistémico de los artefactos cronométricos

Se realizará un recorrido histórico por la tecnología que ha usado la humanidad para medir el tiempo y sus implicaciones….

Al hablar de tecnología, solemos asociarla de inmediato al conocimiento científico. Esto no es sorpresa, pues en los últimos siglos hemos subyugado la técnica, y la producción tecnológica, al estudio científico. Es por eso que no es sorpresa encontrarnos hoy con Institutos Tecnológicos, y carreras técnicas, que toman como base algún corpus teórico científico, con la finalidad de crear técnicos capaces de utilizar tal conocimiento para la resolución de fines determinados en sus áreas. Sin embargo, la relación entre la ciencia y la técnica no siempre ha estado tan unida, y quizás más significativamente no siempre ha sido unilateral. Si bien la ciencia como la conocemos actualmente (formada por cuerpos académicos, metodologías estrictas, regímenes para la experimentación, expresadas en lenguajes especializados) no ha estado presente en toda la historia humana, la técnica, al contrario, sí que lo ha estado. ¿Acaso la técnica está subordinada a la ciencia?, o ¿es capaz en sí misma de producir conocimiento? En este ensayo analizaremos algunos artefactos de medición del tiempo a lo largo de la historia humana, con el fin de averiguar de qué manera y qué tipo de conocimiento genera la tecnología, y al mismo tiempo, analizar la influencia de este conocimiento técnico en otras áreas de la vida humana. El trabajo se dividirá en tres secciones, en la primera se desarrollará un análisis de la idea del artefacto como pieza fundamental del proceso técnico, en la segunda analizaremos brevemente la historia de un género de artefactos, a saber los artefactos cronométricos, finalmente se tomará como caso de estudio el reloj de la catedral de Chihuahua para analizar las implicaciones históricas, políticas, y sociales de uno de estos artefactos temporales y su puesta en juego en un contexto específico y delimitado.

El conocimiento técnico

Ya las etimologías pueden darnos alguna pista del fenómeno en cuestión, “técnica”, proviene del griego tekhne, que nos designa no solo un hacer, sino un saber hacer. Tanto para Platón como para Aristóteles hay una presencia del conocimiento en la tekhne, teniendo como elemento característico el que ella versa sobre la producción material. La técnica se presenta, pues, cuando se aplica cierto tipo de conocimiento en la producción material, un zapatero que, juntando sus años de experiencia, su conocimiento sobre los distintos materiales, así como del correcto manejo de sus herramientas para producir un zapato. Es así que el proceso técnico puede entenderse como poiesis, como un acto productivo y creador, y debe analizarse en función del efecto que busca crear. La praxis técnica del zapatero, en este caso, no dista mucho de la del tecnólogo contemporáneo; su finalidad es la producción de algún bien o la satisfacción de alguna necesidad. De esta manera, la tecnología no puede reducirse al artefacto producido, ya sea como herramienta o como finalidad, sino que debe analizarse como un proceso. 

Entendido de esta manera, el proceso técnico implica primero una finalidad a ser resuelta, así cómo un conocimiento previo de parte del sujeto, este conocimiento puede ser denominado como conocimiento local, pues no recurre a un cuerpo o teoría más grande, sino que se contenta con los recursos que le sirvan para el proyecto específico, es por eso que los avances en los infinitos rubros de la técnica pocas veces se correlacionan. En segundo lugar, es necesaria la puesta en marcha de algún objeto, que al entrar en la relación se convierte en artefacto, pues su uso, su potencial utilidad (en lo que consiste su ser-artefacto) solo aparece cuando el sujeto con conocimiento lo mira como una manifestación de ese conocimiento. El resultado del proceso técnico exitoso es dual: por un lado, se lleva a cabo o cumple con la finalidad específica, y por otro, el sujeto sale del proceso con información nueva: nuevo conocimiento que podrá ser utilizado en otros proyectos. Y tenemos aquí otra distinción fundamental entre los objetivos técnicos y científicos, mientras que la ciencia busca ante todo la validez de sus afirmaciones, recurriendo a la experimentación en busca de su comprobación, la técnica, por otro lado, busca principalmente llevar a cabo su finalidad, la validez del conocimiento solamente es relevante en cuanto a que conduzca al buen desempeño del artefacto. 

Y es que es importante recalcar que, a diferencia de la ciencia, el proceso técnico es fundamentalmente un medio para un fin. No por ello debemos pensar que su desempeño es puramente “instrumental”, al servicio de intereses fuera del sujeto. Es decir, la ciencia, el arte, la política, no solo se sirven de la técnica como proceso ya dado, sino que muchas veces, el proceso técnico posibilita, amplia, cambia, o crea los supuestos, conocimientos, y herramientas desde las que esas áreas trabajan. Un ejemplo de esto es la invención de la máquina de vapor, que no solo no fue producto de investigaciones científicas, sino que contribuyó al establecimiento del campo de la termodinámica. Siguiendo el análisis kuhniano de los paradigmas en la ciencia, y tomando en cuenta la relación técnica en la ciencia, podríamos profundizar (como sugiere Mitcham) de mejor manera en el funcionamiento de la ciencia revolucionaria, viéndola como un evento más guiado por alguna intuición técnica que por una adhesión al paradigma científico del momento.

El proceso técnico debe constar de la relación entre el sujeto y el artefacto o herramienta. Pues el mero objeto producido, deja de ser herramienta si no se le utiliza. Imagínese una rama. Si esta rama permanece ahí, no diríamos que es tecnología ni que está generando conocimiento. Sin embargo, si un sujeto, intentando averiguar la hora, sitúa la rama de cierta manera en el piso para desde su sombra deducir la hora, aunque no haya habido cambios sustanciales en la rama, la mera mirada o atención técnica ya la vuelve un artefacto tecnológico. Baird argumenta que los artefactos son portadores de conocimiento de acuerdo al cumplimiento de su función, y si bien es cierto que el proceso técnico funciona de manera analógica, materializando de cierta manera un conocimiento preconcebido, vale la pena comentar que el buen desempeño de la función del artefacto no genera necesariamente conocimiento (2). Cualquier persona utiliza celulares hoy en día, artefactos sumamente complejos, sin embargo, aunque cualquier persona lleve a cabo exitosamente su función, no necesariamente recibe el conocimiento necesario para el funcionamiento del artefacto, y es tal el caso con la mayoría de los artefactos de uso diario. Si bien el conocimiento está implícito en los artefactos, la lectura de ese conocimiento no es necesaria para su uso, es así que los artefactos fungen cómo una especie de atajo cognitivo, si cada persona debiera entender completamente el funcionamiento de cada máquina, su practicidad y reproducibilidad quedarían reducidos.

Es posible rescatar la posición de Baird, pero para afirmar que un producto técnico genera conocimiento en su correcto funcionamiento es preciso distinguir más a fondo la naturaleza del artefacto. 

La naturaleza de los artefactos

Entenderemos artefacto como todo objeto o sistema creado por el humano que medie su relación con el entorno con una finalidad específica. Podemos distinguir primero entre dos grandes tipos de artefactos: los materiales y los espirituales.

Los artefactos materiales y su uso serán el objeto de estudio en este ensayo, y se caracterizan por ser objetos en el mundo que son puestos en juego en un campo específico, de su puesta en relación con el sujeto y el resto de objetos en el mundo es que proviene su ser-artefacto. Los artefactos espirituales, por el contrario, no son objetos tangibles como su contraparte, sino que se distinguen por ser modelos de pensamiento. Ambas categorías de artefactos permiten que el hombre moldee su realidad a su comodidad. Permitiendo no solo desempeñarse de mejor manera en su entorno, sino modificar a su entorno y a sí mismo. 

Todo artefacto debe entenderse fundamentalmente como parte de un proceso cuya finalidad es la producción, que puede entenderse como un cambio ya material o psíquico en la realidad. Es así que el proceso técnico puede entenderse como poiesis, es decir, un acto productivo y creador, y debe analizarse en función del efecto que busca crear.

Es así que el lenguaje, ya el matemático/lógico, ya el ordinario, puede entenderse a su vez como artefactos inmateriales, cuya función principal es la producción de información. En este respecto puede servirnos el análisis de Brice sobre el origen del lenguaje no-ordinario, cuyo origen es entendido por el autor cómo surgido del lenguaje natural (que sigue un funcionamiento causal, solo llegando a significar causas y efectos), la génesis del lenguaje no ordinario parte de una técnica específica aplicada al lenguaje natural. Esta técnica consiste en jugar con los límites del lenguaje natural para significar más allá de lo meramente causal, significando así la “intención”. Es de esta manera que el lenguaje ordinario o intencional, que abarca y permite la socialización y el desarrollo del ser humano, puede entenderse también como un artefacto o una técnica del lenguaje. 

Las matemáticas pueden entenderse de la misma manera, cómo una estructura cuya producción es útil de manera analógica al humano. En la relación entre los números y los objetos en el mundo real el hombre ha sido capaz de llevar su técnica y a sí mismo a avances tecnológicos jamás soñados.  

Artefactos de lectura

Podemos continuar el análisis de los artefactos materiales, distinguiéndose en dos grandes grupos. Existen, por un lado, los artefactos de lectura, cuya función principal es aportar información a quien lo utiliza. La producción realizada en este tipo de artefactos no es material sino cognoscitiva. A diferencia de los artefactos de acción, cuyo rol principal es su puesta en juego con el resto de objetos en el mundo de manera mecánica en busca de un efecto fundamentalmente material, los artefactos de lectura funcionan cómo una externalización del aparato cognoscitivo, son recopiladores de datos, que de manera análoga buscan brindar conocimiento al hombre. Ejemplos de artefactos de producción son abundantes: martillos, mesas, ropa, medios de transporte, etc. Ejemplos de artefactos de lectura son: el ábaco, el reloj, los lentes (y todos sus derivados: microscopios, telescopios, etc.), los mapas, entre muchos otros. Este tipo de artefactos hablan, nos brindan información, y nos ayudan a organizar y entender el mundo. Es en este tipo de artefactos que el conocimiento es generado a partir de su uso correcto, pues su función implica que el sujeto obtenga conocimiento. Es importante recalcar que, si bien se obtiene conocimiento, este no es ni se busca que sea infalible, sino que se mide en función de su utilidad para el desarrollo humano de cierta actividad específica. Es así que encontramos cierta inconmensurabilidad entre artefactos técnicos, pues su valor depende fuertemente del contexto en el que es usado. 

De esta forma y con el paso del tiempo se han agrupado el conjunto del conocimiento técnico en diversas esferas que giran en torno a los mismos objetos de estudio. De esta forma podemos hablar de tecnologías del cuerpo, de la música, de la pintura, del conocimiento, entre muchas otras.

Las tecnologías vistas como conjuntos de conocimientos técnicos también están conformadas por el conjunto de artefactos propios de dicho campo. Dentro de las tecnologías del cuerpo por ejemplo podemos encontrarnos con la medicina moderna, sin embargo, el campo tecnológico no puede reducirse a este rubro, pues recordemos que la técnica se rige por el cumplimiento de su función, de esta manera el conjunto de medicinas alternativas (yoga, taichí, acupuntura, limpias, prácticas curativas tradicionales, etc.) deben considerarse a su vez como parte de las tecnologías del cuerpo, pues a pesar de que no cumplan con criterios científicos, viéndose como técnicas estas no están atadas a ninguna característica más que su finalidad la cual podemos entender cómo la producción de cuerpos sanos. De la misma manera, podemos hablar de las tecnologías religiosas como el conjunto total de técnicas cuya producción sea la del sentido de la vida humana, de nuevo el ateísmo y cualquier postura intermedia entre la religión y el escepticismo puede considerarse como parte de las tecnologías religiosas.

Es importante recalcar a su vez que cada conjunto de técnicas, que podemos entender como tradición técnica, están conformadas por la totalidad de sus artefactos. De nuevo, cada artefacto debe entenderse por el uso que le es dado en el momento. En este sentido, el uso que le da un escritor y un arquitecto a un lápiz va a ser totalmente distinto; de igual manera, el uso que se le da a una vela en una casa y en una ceremonia religiosa va a ser totalmente distinto. El ser-artefacto del objeto proviene del uso de hecho que le sea dado en cada situación; la técnica está en la intención que se le da. Es de esta manera que aunque distintas tradiciones o tecnologías hagan uso del mismo objeto, no pueden usar el mismo artefacto, pues, este es único a cada técnica individual, y por lo mismo no podemos hablar de un mal uso mientras que se utilice el artefacto con un fin en mente y se logre, de ser así solo puede hablarse de un uso distinto.

Ahora bien, el análisis de una tradición técnica puede brindarnos una entrada a la comprensión del funcionamiento epistemológico de la técnica. Comenzamos nuestro abordaje delimitando nuestro campo de estudio, a saber la tradición técnica del tiempo. Dado nuestro objeto: el tiempo, abordaremos algunos artefactos cuya producción sea la del tiempo. Llevando a cabo este análisis por medio de los artefactos y su funcionamiento, se propone realzar la idea de que la técnica moldea profundamente nuestra forma de entender nuestra realidad. Esto como consecuencia de las tan diversas concepciones del tiempo generadas en cada artefacto, que, como veremos, toman en cuenta factores muy distintos, y muchas veces producen nociones del tiempo que resultan inconmensurables. Al conjunto de artefactos cuyo producto es el tiempo, llamaremos tentativamente artefactos cronométricos; su lugar en el resto de áreas de los artefactos queda sintetizado en el siguiente cuadro: Captura De Pantalla 2025 01 20 A La(s) 7.18.46 a.m.

 

⁣. Los artefactos cronométricos

Antes de adentrarnos en la historia de los artefactos cronométricos, debemos hacer una división en la historia de estos artefactos. Si bien se han ofrecido muchísimas categorías y formas de separar la historia de las tecnologías del tiempo, aquí nos centraremos en un hecho relevante compartido por la mayoría de los autores. El reloj mecánico, como veremos más adelante, introdujo un cambio sustancial en la técnica del tiempo. Y es que antes del reloj mecánico podemos englobar la suma de las técnicas temporales en una característica compartida por todos ellos. Su funcionamiento dependía de la observación de movimientos o flujos externos o naturales. Abordaremos los análisis de Greenspan y Morrison, quienes respectivamente desarrollan su análisis de los artefactos calendáricos y artefactos de flujo continuo. Aunque cada uno delimita sus objetos de estudio, podemos entender ambos en su síntesis como artefactos basados en movimientos externos. Comencemos por el desarrollo del trabajo de Greenspan. 

Greenspan considera que los elementos mínimos en cualquier operación de cálculo de tiempo son el ritmo entendido como un tick o pulso repetido, y la cuenta que provee la secuencia numérica que coloca las unidades de medida en una sería ordinal (80). La síntesis entre estos dos conceptos es que cualquier artefacto produce su manera de entender el tiempo. La filósofa norteamericana distingue entre dos tipos de artefactos: los calendáricos y los relojes. Siendo los calendáricos los que, hasta la invención del reloj mecánico, dominaron las formas de pensar el tiempo, estando los relojes sometidos al tiempo de los calendarios, y su uso era dentro del tiempo establecido por el calendario.

Los artefactos calendáricos han estado presentes en todas las grandes civilizaciones, y han fungido no únicamente como tecnología de registro temporal, sino como símbolo de identidad cultural. Cada gran religión ha utilizado los calendarios para marcar un tiempo específico a su grupo. Cómo veremos los calendarios parten fundamentalmente de la astronomía.

Desde el inicio de la civilización y a lo largo de todo el globo, los humanos hemos mirado hacia arriba con gran curiosidad. El firmamento ha sido motivo de grandes pasiones humanas, fungiendo como símbolo universal del poder divino. Pero la mirada técnica siempre ha formado parte del panorama humano, y es por eso que de múltiples maneras a lo largo de la historia hemos utilizado el firmamento como instrumento de medición del tiempo. A partir de la observación de los fenómenos celestes comenzaron los primeros calendarios a hacer uso de esos movimientos. Son tres los ciclos naturales principales a partir de los cuales hemos basado nuestros calendarios. El primero es el día solar, desde el egipcio hasta el gregoriano. Todos los calendarios toman este ciclo como la unidad básica temporal, es decir, el movimiento de rotación de la tierra corresponde al tick de estos artefactos. Después tenemos el año solar, que corresponde al movimiento de traslación de la tierra. Finalmente, tenemos el mes solar, que corresponde a la órbita de la luna alrededor de la tierra, distinguiendo entre las cualidades intensivas de la luna: su iluminación, temperatura, clima, etc., para dar paso a los 12 meses del año. La influencia de los años solares y meses lunares en los calendarios varían de acuerdo con la posición de la civilización específica con respecto al ecuador (Andrewes). Esto se debe a que, mientras menor es la latitud, mayor resulta la iluminación que la luna proyecta en la tierra. De igual manera, en las civilizaciones que se desarrollan más al norte, el año solar resulta fundamental en su construcción calendárica.

The calendar complicates the linear numerical sequence that adds up the days by developing a system of counting that is based on a series of cycles. By combining a variety of astronomical movements with the rhythms of religious tradition, the calendar envelopes the day count into longer and more complicated cycles of time (Greenspan)

Recordemos que es la síntesis del ritmo y la cuenta la esencia de los artefactos cronométricos. De esta manera los calendarios se nos presentan cómo fundamentalmente cualitativos, significando los ciclos astronómicos como momentos sagrados, es de esta manera que el tiempo producido por estos calendarios resulta estar dirigido a responder a la pregunta por él ¿cuándo?, es decir la producción de fechas, que marcan eventos heterogéneos. Su método de conteo se basa en números cardinales.

Los calendarios lunisolares son los que toman tanto el ciclo de la luna como el del sol en cuenta para su organización temporal. Sus pioneros fueron las civilizaciones de Sumeria y Babilonia, quienes entendían el año solar como constituido por doce ciclos lunares. Debido a que los ciclos lunares y solares no se ajustan perfectamente, este tipo de calendarios necesariamente recurren a la intercalación. Es decir, la técnica de alterar el conteo de días para armonizar los ciclos astronómicos que hayan sido tomados en cuenta, en este caso los lunares y solares.

Para sintetizar, los calendarios pueden ser entendidos como un tipo de artefacto cronométrico, su funcionamiento, parte de ciclos naturales, y su uso para significar fechas importantes. En su análisis de los ciclos, toma en cuenta características cuantitativas, y la inclusión de distintos ciclos suele generar discrepancias en el conteo, de ahí la necesidad de la intercalación. De esta manera, los artefactos calendáricos ofrecieron, por mucho tiempo, al hombre una concepción del tiempo heterogénea, basada en fechas con especial relevancia para la construcción de identidades culturales. Además de basar su ritmo en ciclos externos, fuera del control humano. 

Los artefactos cronométricos de flujo continuo

Ahora bien, no podemos reducir el registro de los eventos astronómicos a los calendarios. Si bien para Greenspan ellos fueron el telón de fondo temporal sobre el que trabajaron el resto de relojes hasta la llegada del reloj mecánico, Marrison el inventor del reloj de cristal de cuarzo (el cual por primera vez despegó el pulso o tick del reloj de algún movimiento mecánico, pues lo obtiene de las pulsaciones emitidas por este material) categoriza los artefactos de forma distinta. El gran relojero considera que lo que caracteriza a las primeras tecnologías del tiempo es su uso de los flujos continuos. De esta manera, los relojes solares, de agua, de arena, así como los calendarios y observatorios, pueden considerarse como partiendo de un mismo principio. El flujo continuo de la naturaleza, representado en ciclos astronómicos, y fuerzas gravitatorias, sirvieron al hombre para elaborar una serie de instrumentos muy variados.

Tomando la noción de flujo de Marrison, podemos categorizar los distintos artefactos de acuerdo con el flujo que manejan en su producción. Los artefactos de flujo solar son muy diversos. Quizá uno de los más constantes y recreados aún hoy en día son los obeliscos. El obelisco más antiguo data de alrededor del 2500 a.C. construido durante la dinastía V de Egipto. Los obeliscos son monolitos artificiales, con forma de pilar, conformado por cuatro caras de iguales dimensiones y coronado por una pirámide en la cima del pilar. Su funcionamiento con relación al flujo solar, consiste en la proyección de la sombra del pilar, la cual podía ser utilizada para determinar si era mañana o tarde, al igual que para determinar los solsticios de verano e invierno, en los cuales la sombra proyectada sería la más larga o más corta del año.

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⁣ Reloj solar encontrado en el Valle de los Reyes. 

Un funcionamiento similar siguen los relojes de sol, basándose en el mismo principio la proyección de una sombra respecto a la luz del sol, para dividir en partes los días. El más antiguo de estos relojes fue descubierto en el año 2013, y corresponde a la civilización egipcia. Se estima que este reloj solar data del siglo trece antes de Cristo y fue encontrado en el Valle de los Reyes. El reloj consiste en una tablilla de piedra caliza, con un agujero del que brotan doce líneas distanciadas por ángulos de 15 grados. En el agujero se colocaba un perno de madera, y su sombra se proyectaba en la tablilla. Las líneas funcionan como divisiones del tiempo del día.

La mayoría de los relojes solares articulan un mecanismo similar, consistente de un objeto proyector de sombra, y una superficie plana con divisiones o simbología que marcaba el pasar del tiempo en donde la sombra indicaba en qué momento se está.

Hay muchos otros tipos de flujos que a lo largo de la historia han sido utilizados por distintos artefactos para contabilizar el tiempo. En una tumba egipcia correspondiente a la decimoctava dinastía (1500 a.C.) fue encontrado el primer registro escrito de una clepsidra o reloj de agua. Los relojes de agua consisten generalmente en grandes receptáculos de líquido con marcas longitudinales para medir el nivel del agua, además de algún mecanismo de flujo como un gotero en los casos más sencillos. 

Debemos recordar que estos artefactos para nada son excluyentes, y muchas veces sus usos corresponden a la carencia de otros artefactos. Por ejemplo, el reloj de sol, por obvias razones, solo funciona durante el día, de ahí que los relojes de agua hayan sido utilizados durante la noche. La naturaleza de su funcionamiento es la de medir una cantidad de tiempo determinada, de ahí que su función sea más bien cronométrica.

Los relojes de arena siguen un funcionamiento similar, podemos pensar en otro tipo de flujo: el de consumo. Los relojes de velas y de incienso populares en la Europa medieval y China, respectivamente, extraen su ritmo o “tick” del consumo de cera o incienso. Merece la pena resaltar el uso de inciensos con distinto color y aroma para marcar ciertas horas en los relojes de incienso chino. De esta manera queda claro que es posible la utilización de otros sentidos (en este caso el olfato) para leer no solo los artefactos, sino en este caso el tiempo.

El reloj mecánico

El reloj, no la máquina de vapor, es la máquina clave de la moderna edad industrial (Mumford)

La aparición del reloj mecánico revolucionó sobremanera la técnica de manejo del tiempo. Aunque es difícil delimitar el momento exacto, ciertos mecanismos pueden ayudarnos a reconstruir el amplio proceso de desarrollo. Se estima que los primeros relojes mecánicos comenzaron a fabricarse durante el siglo XII. En gran parte debido al desarrollo del escape de varilla, el primer mecanismo de escape, que permitió el control del flujo de energía necesario para la creación de relojes más exactos.

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Escape de varilla y foliot de la torre del reloj de De Vick, París, 1379

 

Este tipo de escape también conocido como escape de retrocesos consta de una varilla horizontal suspendida con dos paletas (cuyos ángulos solo permiten que una esté en contacto con la rueda a la vez) que entran en contacto con una rueda con dientes impares, el movimiento de rotación de la rueda empujado por las paletas de la varilla produce movimiento ondulatorio que funciona como el tick o el ritmo del reloj, del choque entre la varilla y la rueda es producido el famoso tick que escuchamos en los relojes. Este tipo de mecanismos fue muy popular especialmente para la elaboración de relojes en catedrales y torres. La cuenta del tiempo, fue primero entendida gracias al mecanismo de foliot. Este consiste en una vara horizontal a la varilla del escape, la cual tiene pesas a los lados para regular la inercia, y cuyo movimiento ondulatorio, influido por el movimiento de la varilla, era la forma en que se leía el tiempo.

No mucho tiempo después, la cuenta por medio del foliot sería sustituida por el péndulo, lo cual incrementa en gran medida su precisión, pues los mecanismos de escape de varilla y foliot, llegaban a perder hasta treinta minutos al día debido a las vibraciones resultantes de su movimiento.

El cambio fundamental introducido por este mecanismo, es que ya no se depende de fenómenos naturales de flujo continuo, sino que ahora el enfoque era hacia procesos ondulatorios y armónicos, que permiten no solo una mayor precisión, sino un cambio en la manera de pensar el tiempo como una unidad homogénea y separada del resto de movimientos que antes solían significarlo.

Los mecanismos de los relojes a partir de la invención del primer escape de retrocesos, y el foliot como método de regulación de la oscilación seguirán relativamente intactos durante los siguientes siglos, y no sería hasta el siglo XVII con la llegada del reloj de péndulo que cambiaría de nuevo el mecanismo de los relojes, guiados ahora por el movimiento de oscilador armónico encontrado en los péndulos, con su aplicación en los relojes, estos llegaron a una precisión jamás antes obtenida.

Durante el resto de la historia de los relojes, resaltan la introducción del ya mencionado péndulo como regulador del ritmo de los relojes, después y como solución al famoso problema de determinación de longitud en los viajes marítimos, John Harrison, un relojero inglés desarrolló una serie de revolucionarios relojes sin péndulo, pues estaban pensados para utilizarse en viajes marítimos.

Conclusión

Podemos apreciar el cambio cualitativo entre la forma de medición antes del reloj mecánico, y cómo cada cultura desarrolló métodos específicos con funcionamientos, finalidades y productos muy distintos. Y podemos apreciar cómo ciertas tradiciones antiquísimas han perdurado hasta nuestros días, estando aún en el fondo de nuestras tecnologías. La división del día en 24 horas existe desde las antiguas culturas sumerias y babilónicas, por ejemplo, y su posterior adopción global ha vuelto su existencia tan sólida como la del sol o la tierra. Sin embargo, los parámetros en que pensamos el tiempo están fuertemente vinculados con el tipo de sistemas que usamos para percibirlo.

Es claro que cada forma de medición tiene sus aspectos positivos y negativos; sin embargo, como se toman en cuenta fuerzas y objetos tan distintos para medir el pasar del tiempo, hay diferencias inconmensurables entre relojes. 

El reloj de la Catedral Metropolitana de Chihuahua

Hemos llevado a cabo una exploración de algunos artefactos, por así decirlo, “en el vacío”. Sin embargo, es importante tener en cuenta que todo artefacto está siempre inmerso en el mundo social. Más allá de las intenciones técnicas que pudieran haberle dado génesis a ciertos artefactos, sus usos y aplicaciones jamás pueden ser previstas, y siempre se verán atravesadas por intereses políticos, económicos, ideológicos, etc. Los relojes públicos nos ofrecen una oportunidad de seguir el análisis de los artefactos cronométricos, llevando ahora el enfoque hacia el campo social, para visibilizar todas las aristas que puede adquirir un artefacto cuando es puesto en juego en el mundo.

Los relojes públicos han sido, desde el desarrollo de los relojes mecánicos, el principal modo de difundir un tiempo unificado a una población, más aún cuando los costos de estos artefactos resultaban demasiado altos para la mayoría de los ciudadanos. Desde la llegada de los españoles a México, se comenzaron a utilizar los relojes públicos como herramienta simbólica y utilitaria. Por un lado, sirven un propósito sencillo: informar a la población de la hora. Sin embargo, distinguiendo sus configuraciones podemos apreciar matices muchas veces desapercibidos. El hecho de que la mayoría de estos relojes fueron puestos en las iglesias, deja ver ya una relación simbólica. Al igual que la religión de los colonos fue sobrepuesta a la de los nativos, el tiempo y la forma de medirlo también lo fueron. Sobra decir que las concepciones del tiempo precolombinas distan mucho de la impuesta por los europeos. Las campanadas de las iglesias, que durante mucho tiempo fueron el método principal para saber la hora, deja en claro que ciertos momentos del día son más importantes que otros. La hora de la misa es anunciada y escuchada por todo el pueblo. Iglesia y estado conviven a gusto en la forma del reloj público, pues con él consiguieron por mucho tiempo la monopolización del tiempo.

En Chihuahua el primer reloj público se estableció en el frontispicio de la catedral en 1803, luego de haber sido propuesto en 1796 por el Síndico del Ayuntamiento Juan Ventura de Omarán. En ese año, Chihuahua contaba con 17,906 habitantes (Marín et al.), y faltaban aún 20 años para que fuera declarada ciudad, hecho que detonó la expansión urbana. Sobre este reloj no se sabe mucho. Después de ser reemplazado por el siguiente reloj, en 1874, sería relocalizado en la catedral de Meoqui, donde sería reemplazado una segunda vez y se perdería su pista.

Don Félix Maceyra fue quien trajo el segundo reloj de Londres. Sobre el reloj se sabe que fue elaborado por la fábrica de relojes Dent. Esta compañía es reconocida por haber sido la relojería oficial de la corona británica. Entre algunos de sus relojes famosos resaltan el reloj estándar del observatorio de Greenwich, así como el reloj de la torre del Big Ben. 

Según Márquez, don Félix Maceyra perteneció a una de las familias más conocidas del estado, y en 1885 no solo se había convertido en gobernador del estado, sino que había amasado una basta riqueza, contando entre sus negocios un almacén de maquinaria, una tienda de artículos de lujo y el Hotel Maceyra. Los vínculos de este personaje de la historia de Chihuahua con la tecnología no se detienen con el reloj, pues también es reconocido por haber introducido el servicio telefónico urbano en la ciudad.

 El reloj, situado en la catedral, punto más céntrico de la ciudad, anuncia con sus campanadas un tiempo diferente al que estamos acostumbrados. El sonido de las campanas tiene un alcance en radio de 1 km aproximadamente. Esto significa que en su momento sus sonidos llegaban a gran parte de la población, ubicada a los alrededores (Macias).

Es interesante analizar la puesta en juego del reloj en el contexto de la catedral. Pues de cierta forma lo incorpora, y funciona como un engranaje dentro de una máquina más amplia. El tick del reloj se funde con las campanas que anuncian las horas de la misa. Es así que se establece una jerarquía en el tiempo “secularizado” de los relojes mecánicos. Al subordinar su uso a las campanas eclesiásticas, se impone un tiempo social uniforme a la población. Hay dos movimientos principales de las campanas, dictados por el reloj. A mediodía se dan tres campanadas en memoria de la anunciación de María, a su vez se dan tres toques: el primero media hora antes de misa, el segundo 15 minutos antes y el último al comenzar la misa. También encontramos los maitines, movimiento de las campanas al amanecer para invitar a los fieles a recibir con fe cada día. 

Como ya mencionamos, el reloj deja de ser un artefacto individual, y más bien se vuelve un engranaje más en un tiempo nuevo, que toma distintos elementos para formar una nueva máquina. Las torres de las campanas, el reloj y el templo forman un solo artefacto comunal, que sienta una marcha del tiempo común a los pobladores, y es que alrededor de estas campanadas la gente moldeaba sus rutinas, como el cantar del gallo en el campo; estas marcan el ritmo de cada día. Produciendo así una síntesis entre el tiempo mecánico del reloj y el tiempo ritual. Esta mezcla es el tipo de tiempo producido por la máquina catedral, tiempo que durante mucho tiempo rigió la vida en nuestra ciudad.

Muchos años han pasado, pero la catedral permanece, con su reloj antiguo y olvidado por muchos, todavía llevando la cuenta del tiempo, y todavía marcando el ritmo para las campanadas. Aunque quizá su función sea ahora más simbólica que funcional, podemos detenernos al pasar por el centro de nuestra ciudad y considerar aquella vieja máquina, que sigue anunciando sus tiempos, sin enterarse de que hace mucho los hombres no se guían por sus campanas.

Fuentes citadas:

Andrewes, William J.H. “A Chronicle of Timekeeping.” Scientific American, vol. 16, no. 1, 2006, pp. 46-55.

Baird, Davis. “Thing knowledge-function and truth.” Techne: Research in Philosophy and Technology 6.2 (2002): 96-105.

Greenspan, Anna. Capitalism´s Trascendental Time Machine. University of Warwick, 2000.

Macías, María Artemisa. “Ciudad de Chihuahua.” ArcGIS StoryMaps, 6 August 2019, https://storymaps.arcgis.com/stories/79e4c2f25adb44d385e4e83821a234fb. Accessed 29 November 2022.

Marín, Fernando, et al. “Número de habitantes de la ciudad de Chihuahua de 1803 a 1995.” Banco de Información LNPP, 2017, http://datos.cide.edu/handle/10089/17549. Accessed 29 November 2022.

Márquez, Zacarías. Ciudad de Chihuahua Apuntes Históricos. 1 ed., Chihuahua, Grupo Cementos Chihuahua, 2010

Marrison, Warren A. “The Evolution of the Quartz Crystal Clock.” Bell System Technical Journal, vol. 27, no. 3, 1948, pp. 510-588.

Mitcham, Carl. ¿Qué es la filosofía de la tecnología? Anthropos, 1989.

Mumford, Lewis. Técnica y Civilización. 5 ed., Alianza, 1992.



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JORGE ALEXANDRO DOMINGUEZ BUSTILLOS

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