Desde los remotos orígenes del hombre, a los que solo tenemos acceso por medio de mitos, está presente la técnica, y siempre se nos ha presentado como actividad distintiva del ser humano, sin dejar de ser por eso peligrosa. En la mitología griega encontramos la historia de Prometeo, el titán que sacrificándolo todo le dio al hombre el don del fuego, por medio del cual pudo calentarse y cocinar sus alimentos, separándose así del resto de la naturaleza, pero esto le costaría a la humanidad la liberación de todos los males contenidos dentro de la caja de pandora.
En la tradición bíblica está presente también la técnica desde el principio. Después de comer del árbol prohibido, Adán y Eva, al verse desnudos, deciden taparse sus cuerpos. Este primer acto técnico, el de hacerse ropas, es finalmente el que les delata frente a Dios y les costaría la expulsión del paraíso; y es que desde sus orígenes míticos la técnica ha mostrado su ambivalencia, ofreciéndole un poder enaltecedor al hombre, pero exponiéndolo por igual a un peligro nunca antes imaginado.
A pesar de todo esto el humano ha continuado su historia, y la técnica como la conocíamos ha sufrido muchos cambios. La revolución industrial trajo consigo una serie de innovaciones técnicas que cambiaron para siempre la forma de vida humana, electricidad, tuberías, paredes, medicina, no hay objeto a la vista que no haya sido trastocado por la técnica. El cambio climático ya ha rebasado cualquier límite que la naturaleza nos hubiera podido imponer.
Ortega y Gasset, uno de los filósofos de la técnica más importantes del siglo XX, al hablar sobre la técnica en su estadio actual nos dice: “como al abrir los ojos a la existencia se encuentra el hombre rodeado de una cantidad fabulosa de objetos y procedimientos creados por la técnica que forman un primer paisaje artificial tan tupido que oculta la naturaleza primaria tras él.”(94). ¿Es que la técnica logró ocultar totalmente el paisaje natural? ¿Cambió algo en el curso de la técnica, algo que quizá Ortega no llegó a contemplar?
El filósofo español no llegaría a ver la llegada del hombre a la luna; sin embargo, si lo divisó en el horizonte “la idea que hoy tenemos de la técnica nos coloca en la situación tragicómica de que cuando se nos ocurre la cosa más extravagante nos sorprendemos en azoramiento porque en nuestra última sinceridad no nos atrevemos a asegurar que esa extravagancia —el viaje a los astros, por ejemplo— es imposible de realizar”(92). Las implicaciones del viaje más allá de la tierra y sus implicaciones no esperarían a que de hecho llegáramos al espacio, sino que desde mucho antes los artistas se encargaron de plasmar su visión del futuro. Una de las películas más importantes del siglo XX, la cual curiosamente se estrenaría justo un año antes del alunizaje del 69, es 2001: una odisea en el espacio. Una de las obras maestras de Kubrick, se nos presenta como una película fuertemente teórica, la cual, conjugando los distintos aspectos de la técnica, nos presenta una mirada del posible futuro no muy lejano.
La película 2001: una odisea en el espacio nos presenta una oportunidad para comparar el cambio tan radical de la técnica. Habiendo pasado casi 30 años entre la publicación de Meditaciones de la Técnica y el estreno de la película, vemos cómo en tan poco tiempo, las previsiones teóricas sobre las posibilidades de la técnica aumentaron radicalmente de tono. Esta película no necesita introducción, es una de las cintas más importantes en la ciencia ficción y en el cine en general. La ponencia no pretende ser una explicación ni mucho menos apelar a una interpretación única o verdadera de la cinta. Al contrario, si algo, se busca invitarlos a ver la película si no lo han hecho, y ofrecer una posible lectura.
La secuencia inicial del título empieza con “Así hablo Zaratustra”, una sinfonía inspirada en la obra homónima de Nietzsche, a quien volveremos más adelante. En su primera escena, famosamente se nos muestra a un grupo de primates, quienes al hacer contacto con un monolito de origen desconocido, desarrollan su capacidad técnica, utilizando por primera vez una herramienta. Un hueso es erguido por uno de esos primates, para defender a su grupo de un ataque de otro grupo de monos. Finalmente, el mono lanza el hueso y la cámara lo sigue hasta el cielo, donde un corto lo reemplaza por la danza de un satélite en el espacio, resumiendo así toda la historia humana. Desde el primate que usa un hueso para defenderse hasta los satélites, hay una línea recta, un desarrollo lineal técnico del hombre, en el que poca cosa ha cambiado. Kubrick nos muestra el primer cambio, la adquisición de la técnica, y con ese corte nos indica que en los 20,000 años de la raza humana, no ha habido cambios relevantes, nada digno de ser mostrado por la cámara. En esencia, el hombre primitivo y el hombre moderno no han cambiado significativamente. Los eventos que siguen en la película, en cambio, sí que marcarán un cambio importante, pero eso lo trataremos luego.
Esta primera escena es una reelaboración del mito de Prometeo, el monolito cumple la función del titán, dotando al animal de la técnica. Grandes y desolados paisajes son el fondo del primer acto. Estos paisajes fueron capturados en Namibia (cuyo nombre significa espacio abierto), un país al suroeste de África, continente donde se especula surgió la raza humana, recordemos que esta escena lleva por nombre “the dawn of man” o “el amanecer del hombre”.
Aunque en su momento una tecnología capaz de crear a Hal era y sigue siendo imposible, la posibilidad de que esto se diese y las implicaciones que esto podría traer ya fueron teorizadas por Kubrick.“Una de las cosas que estábamos intentando transmitir en esta parte de la película es la realidad de un mundo poblado – como el nuestro pronto estará – por entidades máquinas que tienen tanta o más inteligencia que los seres humanos.” (Kubrick, 1). Hal es por mucho el personaje más interesante. A diferencia del estoico Bowman, en Hal vemos fuertes sentimientos de ansiedad y desesperación, los cuales son los motores de la acción en la trama. Y es que los humanos a lo largo de la cinta presentan un comportamiento “infantilizado” de cierta forma, con movimientos muy lentos y torpes debido a la gravedad en el espacio, y sus conversaciones y actitudes se muestran bastante superfluas y primitivas frente a las presentadas por HAL.
Volviendo al corte entre el hueso y la nave del inicio, es el comportamiento “animal” del hombre sigue esencialmente intacto. Desde la primera escena de los primates hasta el hombre moderno, se preserva cierta naturaleza animal en el comportamiento de todo humano. Naturaleza que el proyecto moderno se encargó de negar en el hombre, separándolo ontológicamente del resto de seres por su conciencia, por su razón. Sin embargo, es HAL, la inteligencia artificial de la nave, la única que realmente vive o se comporta a la altura de los ideales humanos, frente a los hombres que se muestran superfluos, y simples en comparación. HAL, comparándolo con otros avances en las inteligencias artificiales, nos invita a dudar de la distinción entre lo natural y lo artificial. Esto no quiere decir que realmente lleguemos a ese estado de cosas; sin embargo, su mera posibilidad y análisis nos permiten hacer una lectura sobre nuestras concepciones entre lo natural y artificial. Desde una mirada fenomenológica, las distinciones entre lo vivo y lo no vivo son indistinguibles. Entendiendo vivo como aquello que tiene anima, es decir, movimiento propio, nos vemos actualmente rodeados no solo de máquinas que se mueven solas, sino incluso de máquinas que “piensan” solas. “Hoy el hombre no vive ya en la naturaleza, sino que está alojado en la sobre naturaleza que ha creado, en un nuevo día del génesis”, Ortega, 16. Lo que HAL y otras inteligencias artificiales en la ciencia ficción significan, dentro de una teorización técnica del género narrativo, es la decadencia del género humano. Si como en los mitos la primera adquisición de la técnica, el fuego prometeico, fueron una especie de caída del paraíso, Darwin representó una segunda caída del paraíso, mostrando al hombre no como singular dentro de la creación, sino como uno más del resto de animales. La idea de la inteligencia artificial representa a su vez una última caída, pues ni siquiera la razón o la consciencia como último estandarte de lo definitivamente humano resisten a no ser únicamente humanos, provocando una profunda crisis en lo que significa ser humano, pues tales imágenes nos hacen enfrentarnos al desmoronamiento de los pilares de lo que significa ser humano.
Más específicamente podemos resaltar el uso que la filosofía transhumanista ha dado a este tipo de arquetipos en trabajos de ficción, el cyberpunk por ejemplo es reconocido como un género profundamente teórico, es en la ficción donde se originan estos conceptos como el cyborg, el androide, que nos invitan a preguntarnos por nuestra naturaleza o a falta de ella.
Fue este enfrentamiento del hombre (Bowen), en este caso contra la máquina, necesario para trascender su condición humana. La última toma de la cinta, después de que Bowen, el único astronauta que sobrevivió a HAL, llega a Júpiter. El monolito lo lleva un viaje por el cosmos, y al final observamos a Bowen renacido, en palabras de Kubrick: “He is reborn, an enhanced being, a star child, an angel, a superman, if you like, and returns to earth prepared for the next leap forward of man’s evolutionary destiny”. Como recordarán, la película comienza con la sinfonía homónima a la obra de Nietzsche, y es precisamente en esta obra donde desarrolla gran parte de su concepto del superhombre. La idea del superhombre puede ser sintetizada como aquella siguiente evolución, en la que el humano será el regente de su vida, forjando así sus propios códigos morales y sistemas de valores, superando así las moralidades esclavas y la búsqueda de placer. Este concepto ha sido reelaborado bastante durante el siglo XX, teniendo fuerte presencia en los estudios transhumanistas, quienes añaden al concepto del superhombre el elemento de la transformación tecnológica. Es de esta manera que Kubrick simboliza, al finalizar de esta manera la cinta, el nuevo estadio del hombre, anuncia la llegada del superhombre.
Podemos entender de esta manera a la obra como la reelaboración del concepto de Nietzsche añadiéndole un eje tecnológico, haciendo un paralelo al desarrollo posterior del transhumanismo, corriente que inspirada fuertemente por este y otros trabajos de ficción, continuaron desarrollando de cierta manera la tradición Nietzscheana añadiendo un eje tecnológico. Vemos en el protagonista el viaje que como especie debemos emprender, enfrentar los ideales humanos que nos han restringido, y que se nos presentan en este tipo de trabajos, para poder replantear un nuevo panorama de nuestras posibilidades, llegar a trascender.