Bajo los cielos del Bolsón de Mapimí.

La noche era tranquila y con un cielo muy estrellado, que resaltaba con el resplandor de la luna e iluminaba las calles de un color azul neón. El bullicio…

La noche era tranquila y con un cielo muy estrellado, que resaltaba con el resplandor de la luna e iluminaba las calles de un color azul neón.

El bullicio había ya cesado, y se podían observar ya las luces encendidas de algunos domicilios, que seguramente estaban llenas de vida por ser la hora de la cena.

Eran las 10 de la noche y para un grupo de personas aún el día no había terminado, aun en esa casa color mandarina se escuchaban movimientos, voces, pisadas y objetos siendo llevados de un lugar a otro. Ese grupo preparaba los últimos detalles para un viaje en las profundidades del diserto jimenense, desierto que llevaba por nombre Bolsón de Mapimí, y que muy comúnmente era confundido con la Zona del Silencio, un lugar también desértico, pero no perteneciente al municipio de Jiménez Chihuahua.

Casas de campaña, machetes, equipo de excursión, víveres y un sinfín de objetos especiales para acampar en terrenos duros, como el desierto, eran subidos a un vehículo, acomodados minuciosamente para poder tener el más espacio posible.

Después de un rato de ajetreo y de estar checando una y otra vez el equipo del campamento y las condiciones del vehículo, el grupo de personas integrado por profesores, ingenieros, economistas y gente de otras profesiones y especialidades se dispusieron a reunirse en un círculo para discutir una especie de agenda, la cual contenía un itinerario de actividades a realizarse los dos días próximos, en los cuales estarían acampando en una zona conocida comúnmente, como, Ex Hacienda de los Remedios, lugar que alberga historia, ciencia, esparcimiento y dos balnearios, uno de ellos único, llamado el Ojo del Caballo.

Las tareas repartidas para el día siguiente, fueron comisiones de quien haría el almuerzo; comida y cena, quien se encargaría de armar las casas de campaña, recolección de leña para cocinar los alimentos y por supuesto no podía faltar quien guiaría una de las caminatas más interesantes a las orillas de la Sierra de los Olanes, donde se encuentra una arroyo conformado por caliche, cristales de yeso, fósiles y piedras.

La noche avanzó sin piedad y el grupo de excursionistas se dispuso a dormitar un rato, para emprender en punto de las cuatro de la madrugada el recorrido que los habría de llevar hacia su destino.

Una oscuridad total y el chiflido de las lechuzas le añadió misticismo a esa helada noche de un jueves de marzo.

Satanás, un gato de ojos verdes, de tamaño inusual, con un pelaje intenso y de aspecto gruñón maullaba a la orilla de la puerta del vehículo, exigiendo su comida rutinaria y a la vez despidiendo al grupo.

Ya arriba del automotor, el grupo se dispuso a pasar por una persona más, y de ahí por fin empezó la travesía, aun de madrugada sobre la carretera 49, Jiménez-Torreón, a 60 kilómetros de la ciudad de Jiménez en las inmediaciones del poblado de Escalón, un poco antes del kilómetro 165, se asomaba el punto de referencia para llegar hasta la Ex Hacienda de los Remedios. Un puente que se encuentra más adelante del kilómetro antes mencionado, el cual se tiene que tomar bajando la carretera y haciendo una especie de caracol para poder pasar por arriba de este, y así recorrer 11 kilómetros por un camino de terracería en malas condiciones para poder llegar hasta el balneario, Ex Hacienda de los Remedios y el Ojo de Caballo.

Dejando atrás la mancha urbana la autopista acogió al grupo, que maravillados por el esplendor de la geografía desértica, la flora y fauna que se apreciaba en los montes y orillas de la carretera hizo del trayecto un recorrido más corto y ameno.

Los primeros rayos del sol se dejaron ver entre los cerros cercanos de la Sierra del Diablo, y con esto el azul báltico de la madrugada se perdía entre degradados rojizos y amarillos que parecieran haber incendiado el cielo.

Los ojos del grupo se iluminaron y las pupilas se dilataron ante la belleza que ofrecía la naturaleza y el universo, la carretera se tornó más clara, alertando de al conductor de las pésimas condiciones de la autopista.

Con un calor apenas muy tenue que el sol emitía, basto para que de inmediato los motores de la curiosidad y el ansia despertaran en el grupo, preguntando cuales serían las principales atracciones que se podrían apreciar una vez llegando al lugar de destino.

El chofer de inmediato comenzó a narrar diversos contextos, comenzando primero por el histórico, que, hacía referencia a la construcción de la Ex Hacienda de los Remedios, una hacienda originalmente de un inglés llamado William Benton.

Esta hacienda fue partícipe de la Revolución Mexicana de 1910, ya que sirvió como fuente de abastecimiento para la División del Norte, comandada por el General Francisco Villa, debido a que en esta hacienda, como a su vez muchas más, de las que se encontraban ubicadas en todo el ancho de la república mexicana, en aquellos años y que se dedicaban a la ganadería o agricultura con mano de obra mexicana mal pagada, explotada, amenazada y despojada de sus tierras, fue blanco de la expropiación revolucionaria para las causas justas de su movimiento y del pueblo.

El chofer comenta, que de esta hacienda es de donde Pancho Villa expropió uno de sus caballos más famosos, el Siete Leguas, que en realidad era una yegua y que cuyo nombre le fue asignado debido a las cualidades de fortaleza que esta yegua tenía, aguantando las arduas jornadas y recorridos de más de treinta kilómetros entre los llanos y lo escabroso de la sierra.

Con la mirada perdida en el basto llano, comenta el chofer que actualmente esta construcción es del año 1906, y fue construida a base de piedra, adobes, madera y cantera, y que ahora está en el total abandono, quedando únicamente la parte de enfrente y un parte de lo que una vez fue una construcción esplendorosa, en el interior se pueden encontrar aun  varios cuartos con su techo y piso original, en la parte central y con una palma medio seca se encuentra lo que un día fue un jardín único, en la entrada principal aún se pueden encontrar algunos murales originales que resisten a no morir y quedar únicamente en el recuerdo fotográfico de la historia.

A lo lejos ya se divisaba la sierra donde se encontraba la Ex Hacienda y el Ojo del Caballo, faltaba poco para llegar, pero la plática apenas comenzaba.

Después de conocer un poco de la historia de esta construcción, el chofer comenzó a hablar sobre las diferentes tribus de indios que habían habitado este lugar, mencionando una de ellas originaria de las regiones jimenenses, los Tobosos, tribu india que un día fue guardiana del desierto y que plasmó sus vestigios en lo alto de una cueva que se puede encontrar alzando la mirada en uno de los cerros que se encuentra frente a la hacienda, en esta cueva de unos 5 metros de ancho por 10 de profundidad se pueden apreciar grabados de pinturas rupestres que los Tobosos dejaron, pinturas como animales, hombres cazando, siluetas de los cerros y entre otras figuras, que desgraciadamente debido a la falta de información y cultura de la gente que visita esta zona, estas han sido grafiteadas y dañadas, como si se tratara de borrar el pasado de nuestros ancestros.

El puente se avistó y fue el momento en que el vehículo redujo la velocidad para salir de la carretera y dirigirse al camino que habría de cruzar el puente para finalmente llegar al camino de terracería que habría de conducir a las zonas ya antes mencionadas pero que durante el trayecto nuevos atractivos surgieron de entre la plática con el grupo.

Una nube de polvo envolvía el paso de la camioneta y las voces se escuchaban de nueva cuenta dentro de esta, y una vez más la plática retomo su curso, enfocándose ahora en la diversa flora y fauna que había en el Bolsón de Mapimí, así como de uno de los paseos más fascinantes, que se podía realizar en las orillas de la sierra de los olanes, donde inmensas paredes esculpidas por el agua en temporadas de lluvia creaban arroyos con cavidades enormes, conformadas principalmente de arcillas, arena y piedras, en este mismo arroyo se puede encontrar el pasado de la vida y la interacción con la ciencia, al ver la cantidad de fósiles marítimos que se podían encontrar, desde trilobites, conchas, moluscos, peces, caracoles, huesos de algunos animales marinos y entre otros que habían formado parte de un mar que se formó hace millones de años y que había abarcado los estado de Coahuila, Durango y Chihuahua, llamándose mar interno de Oasis América.

Los 11 kilómetros de trayecto desde la carretera hasta el Ojo de Caballo perecieron haber transcurrido muy rápido, gracias a la plática y el entusiasmo del grupo.

Pronto se toparon con una puerta de tubos rellenada con malla ciclónica y sostenida por dos tallas de madera que daban la bienvenida a aquel grupo y gente que asista al balneario a pasar un momento de tranquilidad y conexión con la naturaleza.

A unos 500 metros se podía apreciar una casita blanca con una puerta de color negra, de la cual se pudo observar un hombre de una estatura aproximada de 1.60 metros, que con paso rápido arribo hasta la puerta de la entrada al balneario. Se trataba de Don Domitilo, el dueño del Ojo del Caballo, con una sonrisa en su rostro recibió a los integrantes del grupo y los invito a pasar y acomodarse bajo las sombras de unos gigantes pinabetes que daban cobijo a con sus ramas frondosas.

Ya todos los integrantes del grupo conocían muy bien a Domitilo, así como Domitilo a ellos.

Las casas de campaña empezaron a armarse, el humo brotó de entre un pequeño asador y el chillido de un disco anunciaba que estaba en proceso el almuerzo.

Mientras unos realizaban diferentes actividades, otros preparaban el equipo para una caminata entre el monte, recorrido que habría de realizarse en troca a unos 5 kilómetros de balneario, en lo profundo de la sierra, el objetivo era ir en busca de unas cavernas que en su interior estaban conformadas por estalactitas y estalagmitas de un cristal color rosado.

El recorrido no sería fácil, ya que la geografía de la sierra esta conformada por pendientes sumamente empinadas, rocas extremadamente filosas y abrasivas, tierra arcillosa, y por supuesto no podría faltar la fauna con sus ya conocidas lechuguillas, mezquites, candelilla, ocotillos, nopales, guamis, biznagas, etc. Que, con un sol intenso, la excursión se dificultaba, pero que sin duda alguna es una de las experiencias más fantásticas que se pueda tener.

El desayuno por fin estuvo listo, y el grupo acompañado por Domitilo se dispuso a degustar de unos huevos a la mexicana, con un rico café de olla hervido con leña de mezquite.

Apenas eran las 9 de la mañana y el sol ya estaba en todo su apogeo, los rayos eran intensos y hacían hueco en todo el desierto, como si tratara de bombardear con fuego, solo el viento le llevaba la contraria al sol y era lo que refrescaba un poco el ambiente.

A un costado del campamento estaban tres albercas llenas de agua termal que provenía de un chorro de agua que se encontraba en un cavidad, que desde el abuelo de Domitilo, sus padres y el mismo habían cavado un túnel a las orillas del cerro para sacar el agua termal que tanto gusta a la gente, por su temperatura y sus propiedades curativas.

Una de profundidad baja, otra de profundidad media y la última de una profundidad honda formaban el complejo de albercas, alojado en medio del desierto, entre dos sierras que brindaban una vista panorámica, que ningún otro lado se podría encontrar.

Tres integrantes del campamento después de haber desayunado y alistado el equipo para la caminata se dispusieron a subir al vehículo para trasladarse por un camino de terracería que recorría las orillas del cerro de lo holanes y se juntaba con la sierra de enfrente, en donde estaba la cueva de las pinturas rupestres y las cavernas.

La troca avanzaba por un camino de caliche que poco a poco se fue convirtiendo en un terreno más agreste con piedras filosas sueltas por todo el camino, arcilla de color rojizo y algunas espinas de algunos matorrales que emergían en medio del camino.

A 5 kilómetros del balneario se encuentran las cavernas, en una de las pendientes más agresivas que la sierra podía ofrecer, resguardada entre mezquites, lechuguillas, cardenches y un sol penetrante, ahí se encontraba este capricho de la geografía terrestre.

La camioneta detuvo su marcha a las orillas de la sierra y los tres integrantes que conformarían la caminata descendieron del auto motor, con mochilas a la espalda, machetes, picas y hachas de mano comenzó la caminata. Siempre alertas a lo que pudiera pasar, ya que la zona en la que se encontraban era territorio de felinos como el puma y el gato montés; o de fieras aún más grandes como el oso pardo.

Entre un espeso follaje de lechuguillas, las botas de los integrantes de la caminata solo rechinaban y avanzaban cuidadosamente, las lechuguillas tienen la característica de ser una especie de maguey chico de hojas alargadas y con espinas filosas en la punta que le sirven de protección a la planta, y que a consecuencia de la dureza, estas pueden atravesar fácilmente el espesor de una cantimplora de aluminio.

Un grito se escuchó atrás del guía, y era el efecto de la primera picadura de lechuguilla en uno de los integrantes del grupo, que al no haber pisado adecuadamente se resbalo y su rodilla callo sobre las espinas de la planta.

La subida poco a poco comenzaba a ser más dura, el sol calaba hasta los huesos, los arbustos de diferentes variedades, grandes, medianos y chicos dificultaban el paso y las piedras sueltas del cerro hacían que las botas tuvieran poco agarre, siendo propensa una caída que sin duda podría ser fatal o simplemente causar algunos raspones.

Después de 3 horas y media de ardua caminata entre la sierra del desierto del Bolsón de Mapimí, por fin el grupo llego las orillas de lo que parecía un cenote, que desde afuera se veía como una cavidad común y corriente echa por el hombre, al ingresar a la cavidad se dieron cuenta que por fin habían llegado al primer complejo de cavernas.

Compuesta principalmente por minerales que se podían encontrar en las aguas sulfuradas del balneario.

Una frescura cubrió el cuerpo de los integrantes del grupo, como si pareciera que en ese lugar existiera una especie de aire acondicionado.

Las mochilas dejaron de ir sobre las espaldas de aquellos aventureros, de una de ellas se escuchó la apertura de un zíper, y de su interior sacaron botellas de agua y refrescos que calmaron la sed de los tres aventureros.

Mientras dos de los integrantes del grupo descansaban tranquilamente disfrutando de la sombra que les brindaba la entrada de la caverna, otro, el de más experiencia en esas áreas comenzó a preparar las lámparas que abrían de iluminar los dentros de la caverna.

Un tono azul iluminó el fondo de la caverna y pequeños destellos se vieron por todos lados, la luz comenzó a fragmentarse entre los cristales rosados, y un grito del fondo de la caverna se dejó sentir, era el guía invitando a los otros dos integrantes del grupo a pasar al interior de la caverna y poder ver como estaban conformadas, así como la belleza de sus minerales resguardados por tierra y rocas.

Solo se pudo ingresar a donde comenzaban las estalactitas y estalagmitas, debido a que más al fondo se podían apreciar algunos derrumbes y una gran cantidad de arañas que dificultarían el paso y que sin duda habrían de quitar tiempo a los integrantes del grupo, que todavía tenían que recorrer otras tres horas de bajada para poder llegar hasta el lugar donde se encontraba el vehículo.

Con decenas de fotos y algunos minerales sobre las mochilas de los aventureros, el recorrido de las cavernas terminó alrededor de las 4 de la tarde, y ya con el sol más tenue se dirigieron hasta el arroyo de e la Sierra de los Holanes para juntar leña y llevarla hasta el campamento para poder cocinar durante toda la noche un rico menudo, muy al estilo campirano.

Muchas experiencias se vivieron en ese recorrido, experiencias que llenaron de conocimiento a los integrantes de aquella caminata, y los impulsaron a transmitir ese conocimiento aprendido a otras gentes, y hacer conciencia del cuidado que requieren los diferentes ecosistemas, ya que la vida de estos está en nuestras manos.

La vida nos brinda todo lo necesario para vivir, pero también hay que devolverle algo y eso es el respeto que nuestro planeta se merece, comento uno de los integrantes más experimentados.

Después de una hora de trayecto en la camioneta los integrantes de la caminata llegaron hasta el campamento, donde una hielera con refrescos bien fríos ya los esperaba, la cena ya casi lista anunciaba el término de un día increíble bajo los Cielos del Bolsón de Mapimí.

La noche pronto llegó y un cielo estrellado cubrió las llanuras y sierras de este desierto, las pléyades se avistaban en el vasto llano espacial, la luna con una luz azul alumbro las colinas y algún que otro meteoro surcaba los cielos esa noche.

Tripitas, carne y quesadillas fue la cena que el grupo degustó, para después disfrutar de un merecido baño en las albercas que se encontraban a un costado del campamento, el agua termal que desprendía vapor de sus profundidades se fusionaba con el intenso olor a orégano que había a los alrededores de las colinas de la sierra.

A altas horas de la noche solo se escuchaba el viento chiflar en las paredes de la sierra, un zorro gritar y las risas que salían de la alberca.

De pronto un silencio se dejó sentir y Domitilo empezó a platicar de las cosas más extrañas que se veían por esa zona de noche, cosas que parecieran salidas de otro mundo, pero que en realidad eran ciertas, debido a que varía gente de algunos ranchos aledaños también habían visto las mismas cosas de las que platicaba Domi.

Luces que, en la obscuridad del desierto, iluminaban el vasto llano, una luz azul intensa recorría las colinas sin ninguna prisa, para después desparecer como si nada hubiera pasado.

Estos fenómenos Domi los asocia con naves de otros planetas debido a que no hay explicación para estos avistamientos extraños y muy conocidos por los habitantes cercanos a esta región.

La noche muy tranquilamente transcurrió y ya de madrugada los olores de un rico menudo que se cocinaba lentamente invadieron los olfatos del grupo.

De madrugada aún se veían algunos integrantes del grupo atizando la leña que cocinaba el menudo, que al día siguiente era seguro que encantaría a todos.

Los días en el desierto siempre son muy extremosos, de día muy caluroso y de noche sumamente frío inclusive llegando a temperaturas por debajo de los cero grados.

Los primeros rayos de luz del sol se fragmentaron en lo cristalino de las aguas termales, y un inusual fresco se dejó sentir, casi todos los integrantes del grupo ya estaban despiertos desde las 6 de la mañana, pese a que solo habían dormido un poco.

Lo primero en hacer esa mañana fue desayunar un menudo al cual no se le había agregado su típico chile colorado y por lo tanto este era blanco pero muy sabroso, acompañado de pan recién hecho, cebolla finamente picada y orégano recién cortado de la sierra.

Pronto aquella vaporera comenzó a vaciarse, ya que cada una de las personas repitió la porción hasta tres veces, debido al sazón que la leña de mezquite le otorgó al menudo.

Para las 9 de la mañana ya algunos se estaban bañando, disfrutando del agua termal, otros descansaban un poco y otros estaban alistando el equipo para la caminata, que se haría rumbo al lugar donde se encontraban los fósiles.

A lo lejos se veían nubes de polvo levantándose por el camino de terracería que conducía hasta el Ojo de Caballo, esto anunciaba la llegada de familias que disfrutarían de un momento agradable bajo la sombra de los pinabetes y la frescura del agua.

Domitilo se despidió del grupo y se dirigió hacia la entrada a atender y cobrar a las familias que ingresarían al balneario, con un costo módico de 50 pesos se podía disfrutar de las albercas, el chorro principal del agua y de la naturaleza que ofrece este lugar.

Después de un rato de descanso el grupo se preparó para partir a las orillas de la Sierra de Holanes, sierra que estaba frente al balneario.

En este lugar se pueden encontrar especímenes de fósiles marítimos, minerales y formaciones únicas de la geografía de ese lugar.

Sólo 5 kilómetros de distancia separaban el balneario de la sierra a la que el grupo se dirigía, el sol rebotaba en un vasto llano seco de tierra blanca, llamada común mente caliche, una que otra lagartija se veía correr de un lado a otro, en busca de algo de comida y de un arbusto para refugiarse del sol, las botas llenas de caliche y el sol tostando la piel de los integrantes del grupo, anunciaba que la caminata había comenzado, y que no iban a parar hasta llegar al arroyo donde se encontraban los fósiles.

Mientras más se acercaban a las orillas del cerro la vegetación se veía más tupida, compuesta principalmente de lechuguillas, nopales, cardenches, sangre de grado, candelilla, ocotillos, biznagas y algunas otras cetáceas que adornaban la entrada al arrollo y que al bajar unos 4 metros esta misma vegetación cambiaba drásticamente pudiendo encontrar solamente mezquites.

El llano quedo atrás y por fin un camino mal marcado se pudo apreciar, una vez estando cerca del arroyo se pudo observar una cavidad de enormes paredes que se levantaban desde el fondo del arroyo y llegaban hasta la orilla de los pies del grupo en donde se encontraban parados.

Cuidadosamente bajaron por un camino de tierra suelta y muy resbaladizo, al lado una grieta enorme salía desde las profundidades del arroyo y se elevaba a lo largo de las paredes, haciendo el descenso de aquellos aventureros mas peligroso.

Por fin llegaron al fondo del arroyo y una capa inmensa de arena y piedras se pudieron ver, así como una cortina de tierra de lo que algún día fue una presa y que a consecuencia de su pésima construcción este fue reventada por las fuertes lluvias torrenciales que azotan el arroyo en temporada de verano.

Cruzando por en medio del “reten de la presa” se pudieron observar los primeros fósiles regados en el arroyo, fósiles pertenecientes a caracoles y moluscos que alguna vez habitaron el mar interno de Oasis América.

Con un paso lento y sin ninguna prisa algunos de los integrantes del grupo se dispusieron a investigar estos especímenes, para después dejarlos en su mismo lugar.

La caminata prosiguió y en el otro extremo del arroyo el grupo se encontró con una enorme pared de roca gigante en la cual se podían ver incrustaciones de algunos fósiles como conchas, pescados y caracoles ya muy desvanecidos por el efecto del agua y el viento que constantemente azotaba esta zona.

Después de caminar por horas sobre el lecho del arroyo, de analizar e investigar la vida del pasado los integrantes del grupo se dispusieron a partir de nuevo al balneario, donde una vez llegando alistarían el equipo para partir de nuevo a Jiménez, donde una vez estando ahí cada quien tomaría camino y haría otras tantas horas de camino para llegar a casa.

Poco a poco la tarde fue cayendo y ya una vez en el balneario y recogido todo de nuevo, se dispusieron a despedirse de Domitilo y su familia que muy cordialmente recibió a aquel grupo.

Después de algunos minutos de despedida y de contemplar la última vista del paisaje, el motor del vehículo se encendió para partir de nueva cuenta, cada quien, a sus casas, la noche pronto se apodero de la carretera y todos con una cara de satisfacción platicaban de las maravillas que tiene Chihuahua como estado, y que muchas de las veces no se conocen por el nulo apoyo que hay para difusión del turismo.

A su vez uno de los integrantes del grupo retomando alguna de las pláticas de Domitilo, en que hacía referencia a que el gobierno no apoya las pequeñas áreas de turismo que a mucha gente gustan, ya no con apoyo económico o material, simplemente con publicidad o señalamientos que ayuden a identificar lugares como el Ojo del Caballo, la cueva de la pintura rupestre, la Ex Hacienda de los Remedios y otros atractivos que se encuentran cerca de esa área.

Es así de este modo como se vive una ventura bajo los cielos del Bolsón de Mapimí y el Ojo del Caballo en ciudad Jiménez Chihuahua.

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