Nuevamente readaptada para la pantalla grande, El llamado salvaje está basada en la novela clásica de Jack London del mismo nombre, publicada en 1903. Junto a Colmillo blanco (White Fang) es de las historias favoritas para encargar reportes de lectura a niños, aunque justamente por simplificar el relato, la historia ha sido cambiada sustancialmente.
En esta versión, para bien o para mal, el director Chris Sanders decidió aprovechar parte de los 109 millones de dólares de presupuesto en animación generada por computadora. En un intento de comparación, El Rey León de Jon Favreau de 2019 obtuvo 260 millones de dólares de presupuesto, pero la diferencia entre ambas películas es el factor humano—sin olvidar la colaboración de artistas para la música en la segunda.
Rumores y acusaciones de maltrato animal durante el rodaje de películas—como en La razón de estar contigo (A Dog’s Purpose) de 2017 con Dennis Quaid—seguramente influyeron en recrear a Buck, el protagonista canino de El llamado salvaje, con la actuación de Terry Notary al lado de Harrison Ford. Ciertamente la crudeza de la historia no habría permitido la participación de perros en escenas de obvia crueldad: “la ley del garrote” fue representada por la silueta de las sombras en una pared y los latigazos únicamente fueron escuchados; es razonable sacrificar la autenticidad y añadir expresividad en los gestos del perro en el proceso. Sin embargo, ese choque de juntar imágenes computarizadas con un Harrison Ford carece de una armonía total. Cabe mencionar que la apariencia desgreñada de Ford, requerida para sobrevivir el infierno helado del Yukon, contrasta con la de Buck, quien responde con miradas más humanas que caninas en los diálogos—sin hablar como es de esperarse.
Mientras que el libro describe y enjuicia la psicología y el comportamiento de los humanos de una manera bastante oscura, además de sucesos más violentos y salvajes que los planteados en la película—y hasta la apenas perceptible lucha de clases en favor del socialismo que Jack London profesó en gran parte de sus obras—, el relato se mantuvo fiel a la novela original: Buck es un enorme y cariñoso perro “mitad San bernardo, mitad pastor escocés” viviendo los lujos que su dueño le permite en su mansión en California, hasta que es secuestrado y vendido a traficantes para emplearlo en un equipo de trineo en el noroeste de Canadá, donde su nuevo dueño (interpretado por Omar Sy) reconoce su valentía a pesar de los problemas con Spitz, el perro líder del equipo; cuando dan por terminado su servicio, Buck es adquirido por el antagonista (interpretado por Dan Stevens), quien no pasó de toparse brevemente con John Thornton (interpretado por Harrison Ford) y desarrolla una relación digna como “mejor amigo del hombre”, y poco a poco Buck finalmente encuentra su lugar en el mundo atraído por el llamado salvaje.
Una versión adaptada para niños, clasificación A, la película es una aventura de live-action de una hora y 40 minutos al estilo Disney, compuesta más que nada de reacciones y la pura presencia y voz de narración de Harrison Ford para ahondar en un guion disfrutable y hasta empático entre violencia en momentos—cabe resaltar la música original. Satisface la ida al cine, si no, el libro merece su lectura.