En la obra La Vegetariana de Han Kang se presentan figuras masculinas que violentan de diversas formas y en diferentes etapas de vida a Yeonghye. Las manifestaciones de dicha violencia se encuentran tanto en forma física y sexual como psicológica y emocional. Cada hombre que agrede a la protagonista busca manifestar un ejercicio de poder sobre ella, teniendo como factor común su origen en roles de género como la obediencia, servicialidad o favores sexuales. Yeonghye se resiste a esta violencia, pero ―debido al sistema patriarcal― se convierte en víctima de nuevas agresiones cuyos efectos psicológicos se ven reflejados en sus sueños, decisiones sobre el cuerpo y distorsionan su autopercepción.
En esta novela, la autora relata la historia de una mujer a la que sus pesadillas orillan a tomar la decisión de no comer carne, lo que la vuelve sujeto de actos violentos. Además, a través de esta narración, Han Kang explora la construcción de las masculinidades en un contexto social y cultural en el que se encuentra arraigada la opresión heteropatriarcal y los roles de género.
En La vegetariana, Yeonghye, es víctima de violencia en diferentes etapas de su vida, desde la infancia hasta la edad adulta, siendo sus victimarios principales tres hombres cercanos a ella: su padre, su esposo y su cuñado. A pesar de coincidir en el papel de agresores de Yeonghye cada uno de estos hombres es presentado por Han Kang con diferentes matices, con experiencias y atributos distintos, que son reflejo de las diversas expresiones de la masculinidad.
Sobre el término masculinidades, Connell indica que corresponde simultáneamente a las prácticas mediante las cuales los hombres toman lugar en las relaciones de género y los efectos de estas prácticas en la experiencia corporal, la personalidad y la cultura (71). De esta manera se aprecia que no hay una única masculinidad, sino una pluralidad, esto se ve reflejado en la obra de Han Kang.
La primera masculinidad que Han Kang introduce es la del esposo de Yeonghye, un hombre cuya inseguridad lo lleva al conformismo y la mediocridad. Es el narrador de la primera parte de la novela y desde el inicio este personaje le comparte al lector la percepción que tiene de su esposa; la ve como una mujer simple y sin aparente gracia, pero deja claro que es suya, de hecho, la expresión que más va a usar para referirse a Yeonghye es “mi mujer”.
La relación que mantienen no se sustenta en lazos afectivos sino en el carácter servil de la mujer, de esta manera cuando ella comienza a enfermar, para él ya solamente representa una carga, pues no la percibe como alguien capaz de cumplir con los roles que la sociedad le ha asignado, entre ellos el ser madre. Por ende, lejos de mostrarse preocupado por su pareja, trata de victimizarse: “No penséis que soy un tipo ruin. Todo el mundo sabe que, si hay un perjudicado, ese soy yo” (Kang 58).
Otro de los personajes que es presentado por el esposo de Yeonghye es su suegro, el padre de la protagonista. Es caracterizado como un hombre autoritario, de voz fuerte y obstinado, cuyo carácter fue forjado por su servicio como militar en la Guerra de Vietnam. Físicamente, es descrito como robusto y fuerte, pero viejo. Ante la mirada de su yerno aparece como un padre preocupado por su hija, no obstante, la lectura nos presenta a un padre agresor.
Entonces, este personaje es planteado por la autora como una masculinidad militarizada. Durante el periodo del servicio militar, la masculinidad inculcada a los reclutas del ejército de Corea del Sur es caracterizada por su dureza, agresión y obediencia a las autoridades militares que cuestionan su masculinidad (Moon 72). Por consiguiente, al servir en una guerra, estas características están presentes con mayor fuerza.
Pero esta expresión violenta de la masculinidad no cesa junto con el ejercicio militar, sino que es inmortal porque es parte integral y necesaria de cualquier ideología militarista (Park 30), quien fue militar no dejará de serlo, aunque no esté en el campo de batalla, pues las muertes de las que es responsable en nombre de la patria se encargan de mantener su condición. En el caso del padre de Yeonghye lo anterior se hace evidente cuando se enorgullece de haber matado siete comunistas, orgullo que la nación respalda, pues le fue otorgada una medalla al mérito.
Posteriormente, aparece el cuñado de Yeonghye, la tercera de las masculinidades de interés para este trabajo. De este personaje el lector obtiene información en diferentes secciones de la obra. No tiene un trabajo fijo, pero al parecer cuenta con una herencia que le permite dedicarse únicamente al videoarte.
En un primer momento, se podría pensar que por ser artista su masculinidad difiere de las expuestas anteriormente, pero luego se menciona su experiencia en las fuerzas especiales de asalto, además de que también representa una masculinidad violenta que no ejerce su paternidad de forma responsable. Este personaje termina desarrollando una obsesión con Yeonghye porque su mancha mongólica le provoca un deseo sexual irracional.
Han sido descritas las características que diferencian estas tres masculinidades, ahora es necesario señalar el ejercicio de la violencia como semejanza. Sinay refiere que desde la masculinidad tóxica no se puede ser hombre sin ser violento, pues la ira es la única emoción que se le permite a los varones (119).
Yeonghye es víctima de violencia física y psicológica por parte de su padre desde que era una niña, su esposo es el encargado de hacerle saber al lector que el padre la golpeaba. Además, en una de sus intervenciones, Yeonghye, narra cómo cuando era una niña su padre la obligó a comer carne de un perro que la agredió, acción que al parecer repercute en su salud mental. Más adelante, una vez que la protagonista se muestra renuente a consumir carne, el padre, a la fuerza, la hace comer un trozo de cerdo: “…mi suegro aplastó el cerdo agridulce contra la boca de mi mujer, que se agitaba penosamente” (Kang 38).
La protagonista además es víctima de violencia sexual, teniendo como victimarios a su esposo y a su cuñado. El primero obliga a Yeonghye a mantener relaciones sexuales aparentemente porque la abstinencia le resulta insoportable, recordemos que la protagonista como parte de su transformación pierde el interés sexual. En este momento se observa la crueldad del marido, pues hace una comparación entre su esposa y “una esclava sexual forzada por los nipones” (Kang 32).
Yeonghye sufre una segunda violación, esta vez a cargo de su cuñado, quien previamente había ejercido este tipo de violencia contra su esposa. En este caso, la violación parece ser resultado del fetichismo, pues el cuñado está dispuesto a todo por observar la mancha mongólica de la protagonista en la cópula, pese a que en este punto el deterioro mental de Yeonghye le impide consentir un acto sexual.
Comparando estas violencias se observa un común denominador, los tres hombres buscan ejercer poder sobre ella. Bourdieu explica que “el acto sexual es concebido por el hombre como una forma de dominación, de apropiación, de posesión…” (18), dicho de otro modo, tanto el esposo como el cuñado de Yeonghye más allá de la satisfacción sexual, buscan ejercer su dominio. Analógicamente, el padre de la protagonista busca ejercer su poder sobre ella, esto queda claro cuando la hace comer a la fuerza un trozo de carne. Este tipo de acciones en las que el hombre usa su energía para demostrar su dominación los hace responsables de crear y conservar una sociedad violenta (Sinay 112), como en la que está inmersa Yeonghye.
En conclusión, esta narrativa de Han Kang presenta diferentes manifestaciones de las masculinidades, cada una con sus propios matices pero que convergen en el ejercicio de violencia sobre Yeonghye, agresiones que tal parece, son motivadas por la búsqueda de dominio sobre su cuerpo. La escritora no solo crea los personajes masculinos para presentarlos como victimarios, sino que mediante su caracterización ofrece al lector la posibilidad de indagar en la motivación de sus conductas al mencionar, por ejemplo, sus antecedentes militares o sus inseguridades.
Bibliografía
Bourdieu, P. La dominación masculina. Barcelona: Anagrama, 1999.
Connell, Raewyn. Masculinities. 2da ed. Berkeley: University of California Press, 2005. Kang, Hang. La vegetariana (Sunme Yoon, Trad.). España: Rata, 2012.
Moon, Seungsook. “Trouble with Conscription, Entertaining Soldiers: Popular Culture and the Politics of Militarized Masculinity in South Korea”. Men and Masculinities, 8(2005): 64- 92.
Park, You-Me. “The Crucible of sexual violence: militarized masculinities and the abjection of life in postcrisis, neoliberal South Korea”. Feminist Studies, 42(2016): 17-40.
Sinay, Sergio. La masculinidad tóxica. Un paradigma que enferma a la sociedad y amenaza a las personas. Buenos Aires: Ediciones B, 2006.
Fotografías: Lim Woo-Seong, director. 채식주의자 (La vegetariana). Producida por David Cho y Im Min Sub, 2010.