Está por demás decir que, Friedrich Nietzsche era un acérrimo enemigo de muchas cosas y entre ellas se encuentra la religión, Nietzsche consideraba que la religión solo traería la ruina a la humanidad, que la religión era en gran medida mala y perjudicial para la vida humana, y esto era debido a que, la compasión al ser dirigida a los débiles, a los condenados y fracasados, traía como consecuencia que no se desarrollara una eficaz evolución de la raza humana, por lo tanto, esta compasión traería más mal que bien, así que, la compasión era un obstáculo que tenía que derribarse para que la gente receptora de esta compasión fuera borrada por la evolución.

“La compasión dificulta en gran medida la ley de la evolución, que es la ley de la selección. Conserva lo que está pronto a perecer; combate a favor de los desheredados y de los condenados de la vida, y manteniendo en vida una cantidad de fracasados de todo linaje, da a la vida misma un aspecto hosco y enigmático. Se osó llamar virtud a la compasión (mientras que en toda moral noble es considerada como debilidad)” (Nietzsche).

Dicho esto, queda claro el desprecio de Nietzsche hacia la compasión, pero desde luego que, aún hay más que solo un desprecio por poner trabas a la evolución. ¿Qué otras razones encontramos para dicho desprecio?

Existe también la molestia en Nietzsche, por la manera en la que la religión plasma al hombre en otras palabras el ser humano es dependiente de Dios, para el filósofo alemán, el hombre ha sido caricaturizado, ha sido sobajado; Esto se debe a que, cuando el ser humano desarrolla algo bueno ya sea poder, gloria o fortaleza entre otras, tal hombre necesita negarse a sí mismo como la causa, tendría que reconocer el poder divino como la verdadera causa, ya que si no lo hace, se convertiría en un hombre sin moral, un hombre culpable y pecador, Nietzsche nos dice que la religión carga de culpas innecesarias al hombre, que haciendo uso de la culpa, mantiene a los hombres dominados.

Lo que hace la religión es desplazar al Ser humano de su propia identidad, le arrebata su propia personalidad para fundirlo a una masa temerosa, los vuelve una sociedad temerosa de sobresalir, de admitir su propia fortaleza debido al castigo divino, altera completamente la personalidad propia del individuo para formar un cuerpo aterrado y sin voluntad propia, llega a convencer de que el Ser humano fuerte no es más que un mal que debe desaparecer.

La religión dicta los pensamientos y la voluntad, y cualquier pensamiento o actividad que salga fuera de los límites de la religión, se tomará como rebeldía directamente contra Dios. En relación con esto, Nietzsche comenta lo siguiente:

“La religión es el surgimiento de una duda sobre la unidad de la persona, una alteración de la personalidad—: en cuanto todo lo grande y fuerte del hombre se concebía como sobrehumano, como extraño a él, el hombre se empequeñecía, colocaba ambos aspectos en dos esferas superadas, una lastimosa y débil y otra fuerte y asombrosa: a la primera la llamó «hombre», y a la segunda «Dios».” (Nietzsche)

Para el filósofo alemán, era un crimen el alterar al hombre de su verdadera naturaleza, era imperdonable el utilizar un medio como la religión, para infundir temor al corazón y arrebatarles el poder, ya que el poder era el medio para obtener la verdadera felicidad, por el hecho de que como él lo escribe en el Anticristo, el poder es el medio para poder llegar a la felicidad “¿Qué es la felicidad? El sentimiento de lo que acrece el poder; el sentimiento de haber superado una resistencia.” (Nietzsche)

Ahora bien, las razones de Nietzsche para aborrecer la religión no están desbocadas de ninguna manera, en realidad nos muestra una especie de esclavitud, no solo espiritual, sino mental también y hasta cierto punto, física ya que la religión se convierte en juez y parte, al ser ellos los “únicos” capacitados para dictar las leyes divinas y para juzgar a quienes las cumplen o no, según la forma de ver de los llamados Sacerdotes.

Para Nietzsche, los sacerdotes solo eran comediantes, puesto que no había en ellos evidencia ni de sus propios ideales, ni de Dios, eran hombres dedicados a mostrar en ellos mismos una superioridad absoluta, buscaban mostrar a sus “súbditos” que eran intocables, intachables e invulnerables, prácticamente ellos buscaban ejercer el poder que acarrea a la felicidad, y este mismo poder era el que le negaban a la gente, enseñando que eso era pecado para el pueblo, pero para los sacerdotes era una dádiva divina.

Pero, ¿de qué se valían los sacerdotes para poder lograr su cometido? Pues bien, ellos se adjudicaban el título de “intercesor” entre la gente y Dios, se mostraban a las personas como la única autoridad divina, como únicos sabios y virtuosos, eran prácticamente Dios para las personas, infundían miedo diciendo que nadie debería estar por encima de un sacerdote, de ninguna manera.

“El sacerdote quiere dejar bien sentado que es el tipo superior del ser humano, que domina —incluso sobre aquellos que tienen el poder en las manos—, que es invulnerable, inatacable: que él es la fuerza más potente de la comunidad (…) él es el único sabio; el único virtuoso; solo él tiene el dominio supremo sobre sí mismo: solo él es, en un cierto sentido, Dios.” (Nietzsche)

Ahora bien, este discurso de Nietzsche contra la religión y sus dirigentes me parece muy similar a lo que Jesús decía de los Fariseos, de los escribas, de los religiosos de su época y de la forma en la que ellos dominaban al Israel por medio del miedo.

Cuando Jesús en una ocasión es invitado a comer a casa de un fariseo, este se percata que Jesús no se lavó las manos, ahora bien, el lavarse las manos era parte de un ritual de la tradición judía, no era parte de la ley Mosaica, en otras palabras, eran reglas hechas por los mismos religiosos, ahora bien, fue tanto el asombro del fariseo de que Jesús no se lavara las manos, que el mismo Jesús usa este ejemplo para mostrar una verdad, que los fariseos y los religiosos solo aparentan estar “limpios” por fuera, que solo les interesa la imagen que puedan dar y no vivir de acuerdo al ejemplo.

Pero el Señor le dijo: Ahora bien, vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de rapacidad y de maldad. (Lucas 11:39)

Prácticamente, Jesús declara que los fariseos son, falsos, movidos solo por las apariencias, malvados y amantes de las riquezas, entre otras cosas. Lo que Jesús declara en la misma casa del fariseo le podría traer grandes consecuencias, puesto que ellos, los fariseos y los religiosos tenían un poder político, mismo que Nietzsche advierte sobre los sacerdotes.

Dentro de ese mismo contexto, Jesús declara una serie de “¡ayes!”, de lamentos que en verdad Jesús sollozaba de dolor al ver que, aquellos que tenían el trabajo de guiar a Israel a Dios hacían completamente lo contrario, ya que por medio de su religiosidad alejaban a la gente de Dios.

   42. Más, ¡ay de vosotros, fariseos!, que diezmáis la menta, y la ruda, y toda hortaliza, y pasáis por alto la justicia y el amor de Dios. Esto os era necesario hacer, sin dejar aquello. 

43. ¡Ay de vosotros, fariseos!, que amáis las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas. 
44. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, que sois como sepulcros que no se ven, y los hombres que andan encima no lo saben.
45. respondiendo uno de los intérpretes de la ley, le dijo: Maestro, cuando dices esto, también nos afrentas a nosotros. 
46. Y él dijo: ¡Ay de vosotros también, intérpretes de la ley!, porque cargáis a los hombres con cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aun con un dedo las tocáis. 
47. ¡Ay de vosotros, que edificáis los sepulcros de los profetas a quienes mataron vuestros padres! (Lucas)

Cada uno de estos lamentos, nos muestra la podredumbre de los religiosos, el amor a la apariencia y al poder antes que a Dios y al prójimo. Esto era una muestra de que Jesús, al igual que Nietzsche, levanta la voz contra aquellos que utilizaban la religión para ejercer poder sobre los demás.

Ahora bien, este tipo de circunstancias hicieron que Nietzsche tuviera una opinión completamente diferente de Jesús, ya que, al atacar la religión, ¿cómo es que no ataca al fundador de ella? Pues bien, la opinión del filósofo alemán sobre Jesús está basada en el ejemplo que el mismo Jesús mostró. Por ejemplo, Nietzsche dice de Jesús: “Jesús, con el «reino de los cielos» en el corazón, se dirige directamente hacia la redención y no encuentra los medios en la observancia de la Iglesia judía; le parece, incluso, que la realidad del judaísmo (su necesidad de mantenerse) no sirve para nada; es puramente interior.” (Nietzsche)

Prácticamente, nos dice que Jesús no usó la religión para traer el «reino de los cielos» lo que Jesús hacía era que la gente fuera genuina desde el corazón, y aunque Nietzsche no lo cree así, pero Jesús buscaba que la gente tuviera una relación personal con Dios, genuina, desde lo más profundo de su ser, de ninguna manera como lo hacían los fariseos o los sacerdotes, Jesús buscaba que esta relación no fuera religiosa, sino sincera y personal.

Para Nietzsche, la figura de Jesús era alguien que primero hacía, daba el ejemplo y lo vivía, de esa manera él lo enseñaba, y por supuesto que tiene razón, el escritor Lucas, relata en una carta llamada Hechos, en ella redacta esto del ejemplo de Jesús, no está por demás mencionar que esta carta tiene como destinatario a Teófilo, posiblemente un oficial romano de alto grado, en estas líneas se lee lo siguiente: “En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar” (Hechos 1:1). Con esto podemos ver que Jesús era una persona fiel a sus propias enseñanzas, que no se manejaba en una doble moral.

Algo más que podemos ver sobre Jesús por parte de Nietzsche, son sus enseñanzas. Estas eran formas de vida, no eran reglas, ni fórmulas religiosas, no eran sacrificios y mucho menos meras repeticiones. Era el buen ejemplo, era vivir las máximas. No significaba vivir sin reglas, sino cumplir, pero sin alardear.

Jesús dijo: no se debe ofrecer resistencia ni de hecho ni de corazón a los que nos hagan mal. No se debe reconocer ningún motivo para separarse de su mujer.

“No hay que establecer ninguna diferencia entre forasteros y naturales, extranjeros y compatriotas. No hay que encolerizarse contra nadie, no hay que menospreciar a nadie. Dad limosna en secreto. No hay que querer hacerse rico. No hay que maldecir. No hay que juzgar. 

Hay que olvidar y perdonar. No orar en público. La «bienaventuranza» no es solo una promesa: existe desde el momento en que se vive y se obra conforme a tales máximas.” (Nietzsche)

Lo que puedo ver en estas líneas de Nietzsche es que, él reconoce que Jesús les dio un giro completamente diferente a las normas rigurosas de la religión. Jesús enseñó a ser sinceros desde el corazón, no de apariencia, porque esto, como Jesús lo dijo, es un acto hipócrita.

Nietzsche ve en Jesús a alguien que se opuso contra la religiosidad, alguien que no congeniaba en el hecho de divinizar al hombre para darle poder sobre otros. Ve a un Jesús que estuvo en contra de las máximas autoridades religiosas, llamándoles en alguna ocasión “sepulcros blanqueados, llenos de huesos de muertos” ese Jesús que puso en primer lugar a ladrones, publicanos y prostitutas antes que a los llamados “hombres religiosos”, el filósofo alemán nos dice lo siguiente:

“La vida ejemplar consiste en el amor y la humildad; en la plenitud de corazón que no excluye ni a los más insignificantes; en la renuncia formal al querer-tener-la razón, a la defensa, a la victoria en sentido de triunfo personal; en la creencia en la bienaventuranza aquí en la tierra, a pesar de la miseria, los antagonismos y la muerte; en la mansedumbre en la ausencia de la ira, de soberbia; en no querer ser recompensado. Ni ligarse a nadie; en el más espiritual abandono del señorío; en el orgullo de una vida voluntariamente vivida para los pobres y los servidores.” (Nietzsche)

Esta frase de Nietzsche encierra un profundo reconocimiento de valores que parecen contradecir su conocida crítica al cristianismo y a las religiones organizadas. Aquí, el filósofo resalta la vida ejemplar de Jesús basada en el amor, la humildad y la autenticidad, características que trascienden la búsqueda de poder, gloria o recompensa personal. Es notable cómo enfatiza la plenitud del corazón y la renuncia al egoísmo, valores que reflejan una perspectiva éticamente elevada, y tenemos que recordar que todo lo mencionado aquí por Nietzsche fueron las enseñanzas de Jesús.

Sin embargo, este elogio no implica una adhesión de Nietzsche a la religión, sino una valoración de actitudes humanas que considera virtuosas en sí mismas. La vida ejemplar, según esta frase, no depende de reglas religiosas, sino de una elección consciente de vivir con mansedumbre, solidaridad y un espíritu desprendido. Al desligar estas virtudes de cualquier promesa trascendental, Nietzsche las presenta como un camino hacia una existencia más auténtica y significativa, incluso en medio de las adversidades de la vida. Este ideal parece un llamado a recuperar lo esencial de lo humano, más allá de dogmas y estructuras externas.

CONCLUSIÓN

Aunque no comparto todas las ideas de Nietzsche, coincido en que Jesús fue un hombre íntegro, capaz de vivir según sus propias enseñanzas. Su autoridad no provenía de un sistema religioso, sino de su autenticidad y ejemplo. Como se dice en el Evangelio:

“Y se admiraban de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas” (Marcos 1:22).

Este pasaje ilustra la esencia de Jesús, un hombre cuya autoridad trascendió su tiempo y sigue vigente hasta hoy.

La relación entre Friedrich Nietzsche, la religión y la figura de Jesús revela un análisis profundo y crítico del impacto de la religión en la humanidad. Para Nietzsche, la religión representa una fuerza que limita al ser humano, reprime su verdadera naturaleza y lo subyuga bajo una estructura de poder basada en la culpa y el temor. Sin embargo, el filósofo distingue entre la religión institucionalizada y la figura de Jesús, a quien reconoce como un hombre íntegro, que vivió y enseñó con autoridad moral, ajeno a las imposiciones religiosas.

Jesús, según Nietzsche, representa un modelo de vida auténtico y libre de hipocresía, que desafiaba a las estructuras religiosas de su tiempo al proponer un acercamiento genuino al amor y la humildad. Este contraste subraya la crítica nietzscheana hacia la manipulación de la religión por parte de líderes religiosos, mientras reconoce en Jesús un ejemplo de vida que trasciende las barreras impuestas por la institucionalización.

Finalmente, aunque Nietzsche y la religión parten de perspectivas filosóficas opuestas, su reflexión sobre Jesús evidencia que incluso en el pensamiento crítico del filósofo alemán hay espacio para reconocer valores universales como la coherencia, la sinceridad y la virtud genuina, que siguen siendo relevantes en la búsqueda de una existencia auténtica y significativa.

Referencias

Nietzsche, Friedrich. El Anticristo. Madrid, España: Alianza, 1995. (Sigla AC)

Nietzsche, Friedrich. La voluntad de poder. Madrid, España: EDAF. S.A, 2006. (Sigla V.P)

La Santa Biblia. Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.