Mucho se ha especulado sobre la naturaleza del hombre, pues la estructura de este, además de ser fascinante, es compleja, lo podemos contemplar como un Ser trifásico, dotado de cuerpo, mente y espíritu, cuyas características lo ubican en un lugar privilegiado en comparación con los demás seres. Sin embargo, este Ser racional, cuya anatomía y fisiología es perfecta y es poseedor de espíritu, experimenta a lo largo de su vida un constante vacío inmanente a su existencia, no le basta con ser consciente de existir, pues tiene necesidad de dar razón a esta existencia.
Los temas relacionados con el problema de la existencia del hombre son diversos, sin embargo, uno de los más complejos es conocerse y entenderse a sí mismo, por lo cual, el hombre está en un constante buscarse. Hay muchos caminos por medio de los cuales el hombre puede exceder a este encuentro, sin embargo, el autoconocimiento será uno de los terrenos más firmes para lograrlo.
El autoconocimiento o la percepción del “yo”, nos lleva a descubrir la sustancia inmaterial, a la cual llamamos espíritu, y es por medio del espíritu que el hombre tiene acceso a todas las realidades de su propio ser, y aún más, puede elevarse al conocimiento de lo divino, lo supremo, trascendente, Dios. Cuando la razón o el intelecto se abre a más realidades por medio del pensamiento crítico y experimenta estas realidades o dimensiones como es la fe, la razón exige de la fe y la fe de la razón para darle lógica y estructura a la unión de ambas, apoyándose la una de la otra para explicarse a sí mismas y llegar al punto o unión en el cual se puede situar, entender y vivenciar al ser.
Ahora bien, la fe es un tema que genera mucha controversia y aún más la unión entre fe y razón, sin embargo, la fe no es un argumento desconocido para el hombre, ya que la fe es algo que siempre ha estado en el ser humano, esto simplemente se hace presente cuando el hombre para crear, necesita creer en la posibilidad, y tiene confianza en que encontrará y conocerá lo que busca confiando en su creer.
La fe está presente en muchos aspectos intrapersonales e interpersonales del humano, porque tiene la necesidad de creer y confiar para lograr o avanzar en cualquier aspecto. Por lo tanto, es por medio de la fe que el hombre logra un conocimiento del mundo, de sí mismo y de lo infinito, porque la fe implica un proceso de introspección, cuestionamiento y búsqueda de sentido. Al tener acceso a lo trascendente, el ser humano se ve obligado a reflexionar sobre su propia existencia, sus valores y su lugar en el mundo.
Comentaba anteriormente, es por medio de la percepción del yo que conocemos la substancia inmaterial y divina que habita dentro de nosotros, a la cual llamamos espíritu, y es por medio del espíritu que podemos elevarnos al conocimiento de lo trascendente, y es justo esta introspección y elevación del estado de conciencia que nos permite conectar con la esencia, incluso, con nuestros propios miedos, anhelos y propósitos, así, la fe se conviene en un vehículo para el autoconocimiento.
Una fe o la acción de la certeza de lo que se cree, carente de reflexión o entendimiento, no es auténtica, puesto que el espíritu exige el conocimiento de la verdad, por tanto, la fe y la razón deberán trabajar en comunión para dar al Ser la verdad a la que aspira. La fe se eleva a dimensiones o realidades incomprensibles para la razón, por lo que exige de esta última un doble esfuerzo de inteligencia y comprensión, una racionalidad más profunda con la cual, se pueda llegar al conocimiento de la verdad. Es en este estado de conciencia espiritual en el que la inteligencia se convierte en sabiduría, y así, podemos llegar al entendimiento del “yo”, nuestra naturaleza y la verdad.
BIBLIOGRAFÍA:
CHARBONNEAU, PAUL EUGENE. Razón, Fé y Misterio. Barcelona, 1985.
Gelabert Ballester, Martín. “Diez palabras clave en Religión”. 2000.
Verges, Salvador. “El hombre y su relación con el Absoluto Personal”. 1978.