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El ser humano posmoderno, ante las adversidades, debe redescubrirse en lo que cree, en su entorno social y en su propia identidad. Este proceso de búsqueda de sentido es fundamental para quienes profesan una fe: acompañar a otros en su encuentro con lo trascendente o la divinidad. Como señalaba Heidegger a principios del siglo XX, «ninguna época ha sabido conquistar tantos y tan variados conocimientos sobre el hombre como la nuestra… Y al mismo tiempo, en ninguna otra época, el hombre ha llegado a ser tan problemático para sí mismo como en nuestra época» (Heidegger, 1977, p. 84). La reflexión del alemán resalta el conflicto posmoderno: la pérdida de un sentido unificador de la vida, exacerbada por la fragmentación de los grandes relatos que, según Lyotard (1979), han dejado de ofrecer respuestas coherentes y universales: la muerte a los metarrelatos.
Desde una perspectiva antropológica, la búsqueda de sentido es inherente a la naturaleza humana. El hombre, como ser simbólico y trascendente, se define no solo por su capacidad de actuar y crear, sino por su constante pregunta sobre el significado último de la existencia (Geertz, 1973). En este sentido, la constitución Gaudium et Spes (1965) hace una valiosa aportación antropológica al subrayar la centralidad de la dignidad humana, reconociendo que el ser humano se realiza plenamente al abrirse a una dimensión más allá de sí mismo, a la búsqueda de la verdad y la trascendencia en su vida cotidiana.
No obstante, como sostenía Gehlen (1988), el hombre es un “ser inacabado”, carente de instintos prefijados que le ofrezcan respuestas definitivas sobre su papel en el mundo. Esta condición antropológica le obliga a crear estructuras simbólicas, éticas y sociales que guíen su existencia, y en este contexto, figuras históricas y espirituales pueden representar un espejo en el cual el ser humano proyecta y encuentra sus propias expectativas y aspiraciones. Ningún aspecto de la realidad humana —su origen, destino, limitaciones o aspiraciones— puede considerarse ajeno a la reflexión sobre lo divino o lo trascendental, ya que toda actividad humana busca, de alguna manera, trascender los límites de la temporalidad y alcanzar un estado de plenitud (Taylor, 1989).
En este proceso de autodescubrimiento y reflexión, el hombre no solo se convierte en agente de su propia historia, sino que participa en la transformación del mundo al establecer progresivamente también una ética que busca la justicia, la verdad y la armonía con lo Absoluto. Gaudium et Spes (1965) confronta esta problemática posmoderna y propone un diálogo abierto y sincero con el mundo posmoderno, entre los mismos creyentes y los no creyentes, señalando que la transformación del ser humano solo es posible cuando este reflexiona sobre su naturaleza en relación con lo trascendente y lo divino.
Referencias:
- Geertz, C. (1973). The Interpretation of Cultures: Selected Essays. Basic Books.
- Gaudium et Spes. (1965). Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual. Vaticano.
- Gehlen, A. (1988). El hombre: Su naturaleza y su lugar en el mundo. Alianza Editorial.
- Heidegger, M. (1977). Ser y tiempo (6ª ed.). Fondo de Cultura Económica.
- Lyotard, J.-F. (1979). La condición postmoderna: Informe sobre el saber. Minuit.
- Taylor, C. (1989). Sources of the Self: The Making of Modern Identity. Harvard University Press.