La obesidad es una de las principales preocupaciones de salud pública, no solo en México, sino en todo el mundo. Este problema ha crecido de manera alarmante debido a los cambios en los estilos de vida modernos, donde predominan las dietas hipercalóricas, el consumo de alimentos ultraprocesados y la falta de actividad física, ante esta realidad, los edulcorantes se presentan como una alternativa para reducir el consumo calórico sin renunciar al sabor dulce, pero ¿son realmente efectivos y seguros?
¿Cuál es la relación entre obesidad y edulcorantes?
La obesidad es una condición compleja en la que influyen factores genéticos, sociales y ambientales, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2016 más de 1,900 millones de adultos en el mundo tenían sobrepeso y 650 millones eran obesos. De manera preocupante, 39 millones de niños menores de cinco años presentaban sobrepeso en 2020.
En este contexto, los edulcorantes han ganado popularidad como una herramienta para disminuir el consumo de azúcar; sin embargo, su efectividad sigue siendo tema de debate. Mientras algunos estudios indican que pueden incluso estimular el apetito y aumentar el peso, otras investigaciones respaldan su uso como una medida para combatir la obesidad. Esta controversia pone en la mira a la industria de alimentos y bebidas, especialmente a las refresqueras, que dependen de estos productos para elaborar versiones “sin azúcar” o “light”.
Tipos de edulcorantes y su regulación
Los edulcorantes se dividen en dos categorías:
- Edulcorantes calóricos: Incluyen la sacarosa (azúcar común), la fructosa y el jarabe de maíz de alta fructosa (JMAF), ampliamente usados en alimentos procesados.
- Edulcorantes no calóricos: Entre los más conocidos se encuentran la sacarina, la sucralosa y la estevia. Estos endulzantes tienen un poder endulzante mucho mayor que el azúcar, lo que permite usarlos en cantidades mínimas.
La regulación de estos productos varía según la región, en Estados Unidos, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) supervisa su uso desde 1958. En Europa, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) evalúa su seguridad desde 2003, estos organismos establecen límites de consumo diario para garantizar su seguridad. En México, el control sobre el uso de edulcorantes es menos estricto.
Controversias: ¿Aliados o enemigos?
Diversos estudios han analizado los efectos de los edulcorantes en la salud:
- Investigaciones como la de Malik et al. (2006) y Ruff et al. (2014) revelan que el consumo de bebidas azucaradas se asocia con un aumento significativo de peso y un mayor riesgo de obesidad en niños y adultos. También se ha demostrado que los edulcorantes calóricos, como el JMAF, pueden inducir resistencia a la insulina y favorecer el desarrollo de hígado graso.
- Por otro lado, algunos estudios respaldan el uso de edulcorantes no calóricos para reemplazar el azúcar y reducir el peso corporal, sin embargo, investigaciones longitudinales, como la de Chia et al. (2016), sugieren que los consumidores frecuentes de estos productos podrían presentar un índice de masa corporal más elevado. Esto se atribuye a una “sensación de recompensa incompleta” que podría llevar a un mayor consumo de calorías compensatorias.
¿Edulcorantes: sí o no?
El debate en torno a los edulcorantes pone de manifiesto que combatir la obesidad no puede reducirse a sustituir el azúcar sin cambios en el contexto global de la dieta, los especialistas coinciden en la necesidad de promover una alimentación equilibrada y de educar a la población sobre el consumo consciente de productos endulzados.
Es fundamental fomentar investigaciones libres de conflictos de interés, pues en el pasado, algunos estudios patrocinados por la industria alimentaria minimizaron los posibles efectos adversos de los edulcorantes. La transparencia en la investigación es clave para generar recomendaciones precisas y confiables que prioricen la salud de la población.
Referencias:
- Bravo Torres, J. C., & Palacio Rojas, M. A. (2022). Los edulcorantes y su vínculo con la obesidad. Revista Latinoamericana de Hipertensión, 17(2), 164-174.
- Malik, V. S., Schulze, M. B., & Hu, F. B. (2006). Intake of sugar-sweetened beverages and weight gain: A systematic review. The American Journal of Clinical Nutrition, 84(2), 274–288. https://doi.org/10.1093/ajcn/84.2.274
- Ruff, R. R., Akhund, A., & Adjoian, T. (2014). Caloric intake, sugar-sweetened beverage consumption, and obesity among NYC adults: Findings from a dietary recall survey. Preventive Medicine, 67, 204–209. https://doi.org/10.1016/j.ypmed.2014.07.013
- Chia, C. W., Shardell, M., Tanaka, T., Liu, D. D., Gravenstein, K. S., Simonsick, E. M., & Ferrucci, L. (2016). Chronic low-calorie sweetener use and risk of abdominal obesity among older adults: A longitudinal study. Journal of the American Geriatrics Society, 64(12), 2468–2473.
- Nestle, M. (2016). Corporate funding of food and nutrition research: Science or marketing? JAMA Internal Medicine, 176(1), 13.