El término “Edad Contemporánea” hace alusión a que es la época en la que nos encontramos viviendo hoy en día, obviamente, sin embargo, y al igual que el resto de las etapas de la historia de la humanidad con sus respectivas formas de denominar al periodo en el que se fueron desarrollando se les dio una manera propia de percibirlas para pasar a la posteridad y con una intervención de las herramientas historicistas para ajustarlas y dividirlas entre cada una, fue así como nos llegaron las denominadas Edades de la Historia. Incluso a las previas, como las etapas de la Prehistoria y las Eras previas a la aparición del ser humano.
Nuestra época, se cree, tuvo su inicio con el estallido de la Revolución Francesa de 1789 debido a la intervención de los ideales de Ilustración y de la burguesía ante el sistema monárquico junto a la aristocracia, que pierden desde el poder hasta la cabeza, para dar paso a los ideales con los que se fueron desarrollando las posteriores naciones aparte del resto de las potencias europeas. Lo que se fue diversificándose en diferentes corrientes ideológicas que intentaron hacer aún más vigente en la Zona de Ultramar, es decir, en el continente americano, para dar inicio a los movimientos independentistas y las ideas de libertad o democracia.
Lógicamente, esta es la versión que más se suele enseñar. Sin embargo, la Revolución Francesa fue tan solamente el inicio de más movimientos que no pusieron boca abajo, de la noche a la mañana, ya que durante este periodo, aparte de que las naciones monárquicas usaban el uso de la fuerza militar para frenar la expansión de los ideales revolucionarios y de la Ilustración en sí misma, también hay que recordar el regreso de la monarquía en Francia con el ascenso de Napoleón Bonaparte como emperador, con el apoyo de la mismísima Iglesia Católica. Es decir, en teoría, que ambos poderes autoritarios y con vigencia religiosa a su favor se mantenían con firmeza tanto en Europa como en América. Donde las naciones, en su mayoría, recién independizadas, aún contaban con el apoyo de la Iglesia Católica como parte de la administración social y política.
Uno de los periodos para dar inicio a esta posible etapa de la Historia de la humanidad podría ser el inicio de la Revolución Industrial, en Gran Bretaña. Puesto a que toda etapa empieza con algún descubrimiento o con la apertura a grandes desarrollos sociales o económicos, como lo es en este caso, la Revolución Industrial supone el traslado de las zonas rurales para el beneficio y crecimiento desmesurado de las urbes hasta llegar a las actuales ciudades metropolitanas, donde se mantiene la mayor concentración de población ciudadana en las naciones más importantes del mundo, y el inicio del proceso de comercialización más grande que jamás se había visto en la historia de la humanidad.
La maquinaría de metal, la mano de obra y el reemplazo de la mano de obra campesina por las fábricas enormes permitieron el comienzo del aumento de la producción cada vez más barata o económica. Lo que coincide absolutamente con los ideales de todo empresario o trabajador de hoy en día, aparte del imaginario visionario que posteriormente fue suponiendo tanto la literatura (como en el caso de Julio Verne u Oscar Wilde) o con la filosofía (con John Adams y Karl Marx) con el desarrollo de mentalidades que podían o distorsionarla pésimamente o con las posibles y ya mencionadas perspectivas favorables. Estos son los ideales de toda nación industrializada que fueron dejando en segundo plano el tema de la religiosidad o de la intervención del Estado dentro de la producción o las libertades de mercado que supone el ejemplo del capitalismo.
Incluso, a mediados del siglo XX, en pleno estallido de la Guerra Fría, el hombre pudo salir del espacio y alcanzar a estar cara a cara, por decirlo de esa manera, a la luna gracias a estos avances tecnológicos inspirados por las maravillas de las visiones prometedoras. Asimismo, tenemos en casa, o hasta el trabajo y la escuela, el acceso rápido a la información sin la necesidad de contar con recurrir a las largas carreras especializadas para alcanzar la información deseada o conveniente. Desde la Antigua Grecia, hasta en los albores de los orígenes de la humanidad, se ha inventado todo tipo de historias, aparte de mitos, donde especulaban con que el hombre era un dios.
Bibliografía:
Cruz, C. E., & Noreña, G. L. Lo pedagógico crítico en el proyecto transmoderno de Enrique Dussel. Lecturas y rupturas para fundamentar una nueva pedagogía. DECOLONIALIDAD E INTERCULTURALIDAD CRÍTICA, 26.
Delacroix, E. (1830). La libertad guiando al pueblo. [Pintura]. Museo del Louvre, París, Francia. https://www.louvre.fr/