- Primero, Alejandro, para que el público te conozca un poco, ¿podrías contarnos algo acerca de ti? ¿De dónde eres?
«Algo que contar sobre mí… Bueno, tengo estudios en ciencias de Ingeniería Física. Esto es importante mencionarlo porque utilizo muchos tecnicismos e imágenes que vienen de fenómenos físicos —y hasta paradojas— en mi escritura. Yo digo que soy de Naica, aunque nací en Delicias, Chihuahua. En Naica viví la mitad de mi vida, la mitad importante que es la de la infancia, donde uno se va creando todo esto que termina siendo el performance de adulto».
- Quisiera ahora que me platicaras sobre tus primeras lecturas, es decir, ¿cómo descubriste tu gusto por la literatura? ¿En qué momento y por quién?
«Híjole, mi gusto por la lectura nació en mi gusto por conocer otros lugares. Cuando era niño viajábamos seguido a la ciudad de Guanajuato. Mi madre iba a cuidar a una tía-abuela que estaba enferma. Cuando íbamos, por lo general a mí me paseaban, digo, yo era un niño, me aburría, pero en unas vacaciones que me iban a sacar a conocer gran parte de los lugares turísticos del lugar, mi tía se puso más delicada de su enfermedad y se truncaron los planes de sacarme de paseo. Así que un día que me sacaron al mercado me compraron un libro de leyendas de Guanajuato. A mí me pareció ideal para sustituir la salida de casa. Ahí me empezó a gustar leer, sobre todo cuento. Luego a todo mundo le preguntaba sobre leyendas e historias de terror. Se me terminó ese primer libro y seguí leyendo otros».
- Y ¿cuáles fueron las lecturas que marcaron tu adolescencia?
«Mis lecturas de adolescente fueron marcadas por lo que surtía en ese entonces el Soriana de Delicias en su pequeño estante de libros, además de lecturas enciclopédicas y religiosas, pues tenía un gran interés en ello. Es importante destacarlo porque hay muchos versos que aluden a la religión en mis escritos. Creo que las concepciones y las referencias religiosas ayudan en la economía del lenguaje. Pero además de esas lecturas que ya estaban a mi alcance en casa, también leí los libros de Narnia, los de Harry Potter, los de Julio Verne, los de Juan Rulfo e incluso los de Borges».
- ¿Recuerdas tu primer poema?
«Mi primer poema no tiene mucho tiempo que fue escrito, si acaso unos nueve o diez años ya en el formato de poema. Era muy críptico. Como te digo, uso mucha terminología científica. Pensaba que decir que un caminar “cartesiano” era lo mismo que decir que los pasos estaban bien medidos sobre el mapa de la mente. Entonces era así, casi absurdo de lo hermético. Creo que de alguna forma solo despertaba las sensaciones en mí. Mi primer poema publicado fue un poema de amor en una revista española de nombre Falsaria, hacía alusión a un amor desprendido de las expectativas, más libre. Ahorita no me gusta ese poema».
- ¿Has intentado escribir narrativa?
«Sí he escrito narrativa. Debo decir que soy muy receloso con mis textos a la hora de soltarlos. No he publicado un libro completo de mi autoría. Siento que hay muchos libros sin mucho valor que salen al mercado solo por el ego de los autores, y no quiero caer en eso de publicar una escritura masificada. Pero tengo libros hechos digitalmente. Uno de los primeros, y por el que recibí una beca del Fondo Municipal para Artistas y Creadores, es de narrativa. Es una reconstrucción literaria del rescate de la historia oral del pueblo de Naica. También escribo mucho ensayo, aunque ni entre ambos llegan a la par de la poesía —aclaro que tengo bastante producción poética—. Tal vez no son muchos poemas, pero como son de largo aliento, terminan siendo de seis o siete cuartillas, y hago alrededor de tres o cuatro
por semana. A pesar de que me extiendo en mis poemas, sí escribo también narrativa. Ahorita estoy haciendo la maqueta para una novela corta de carácter ficcional y de interés bioético».
- Cuéntame algo acerca de tu proceso creativo. ¿De qué forma escribes tus poemas? ¿Tienes una rutina en particular?
«Por lo general me llegan versos sueltos de los poemas cuando ando por la calle o cuando me pongo en un estado hipersensible de la realidad —a cuestionar todo, a indagar en cómo está hecho algo, en todos los porqués y para qués—. Para mí la poesía, muchas veces más que intimista, es un proceso de investigación. Tengo poemas de todo tipo; los confesionales me gustan, sobre todo los que son sobre regresar a la infancia, pero ahí igual hay un proceso de investigación. No sabes las veces que he llamado a mi madre para preguntarle detalles de la familia —el color de un carro, las plantas que había en el jardín de mi abuela… cosas por el estilo— para completar un poema. Creo que en parte la poesía debe ser honesta, y el valor de ella está en crear belleza sin dejar de lado esa honestidad, crear un universo discursivo, utilizar los recursos rítmicos y retóricos para contar los sucesos y la vida misma. Son muchos engranes que encajar, es como armar un reloj con los ojos cerrados. Hay un taller en específico en donde tomamos palabras y con esas palabras escribimos poemas, es retador. En otro taller hacemos un ejercicio similar, pero es a escribir como
de películas o escribir un poema con cierto epígrafe. O un reto temático: “Esta semana escribimos erotismo”, y lo llevamos a tallerear. Pero en mi rutina solo es tener un par de versos sueltos e investigar mucho, releer, borrar, cortar… mucho tallereo. Aunque debo confesar que mientras más he tallereado, menos necesitan luego los textos de intervención».
Por último, pongo aquí un par de poemas escritos por Manuel Alejandro Ramos Ayala. Espero que los disfruten. (Imágenes cortesía del taller literario Cíbola):