Cuando alguien dice: “El cielo es azul”, concordamos con la veracidad de la proposición casi en automático, es más, si alguien se atreviese a negarlo, pensaríamos que no está bien de su cabeza. Sin embargo, cualquier cosa debe ser siempre probada para evidenciar su veracidad y el filósofo alemán, Hans Albert, sostiene que, aquel que se atreve a negar que el cielo es azul, podría tener un as bajo la manga.
¿Cómo podemos comprobar que el cielo es azul si no por los ojos? Pero ¿cómo podemos comprobar que todo lo que vemos con los ojos es verdad? Y, por agregar otra inquisitiva: ¿cómo podemos saber que algo es azul? El azul, al final, es solo el nombre que le damos a la luz con frecuencia de onda entre 450 y 495 nm que captamos con los ojos. De hecho, nos meteríamos en grandes problemas si quisiéramos comprobar que la luz con tal frecuencia se llama azul. Al final, cuando alguien dice que el cielo es azul, estamos concordando con el dogma o precepto que dicha luz, en dicha frecuencia de onda, tiene aquel nombre. Tal afirmación, pues, no puede ser sino aceptada como verdadera si aceptamos algo sin evidencia de su veracidad. Hans Albert postula que cualquier proposición termina por no poder ser probada sin que:
- Terminemos con un argumento circular, en el cual la prueba de una proposición presupone la verdad de la misma preposición
- Ejemplo: 1+1= 2 porque 2-1= 1
- Usemos un argumento regresivo, en donde cada prueba necesita ser probada y así sucesivamente hasta el infinito.
- Aceptemos un dogma o convicción, como el ejemplo del color azul, el cual descansa en un precepto que solo es afirmado, pero no defendido ni justificado
- Ejemplo: la luz entre la frecuencia 450 y 495 se llama azul porque así se ha llamado siempre)
Este argumento fue bautizado como el “Trilema de Münchhausen”, en honor al personaje ficticio “Barón Münchhausen”, protagonista de las novelas de Rudolf Raspe y se llama de tal forma porque, una ocasión, viéndose el Barón atrapado en un pantano mientras cabalgaba y no teniendo de donde aferrarse para salirse, tomó su cabello y lo estiró para zafarse de las aguas viscosas.
Así como en la historia del Barón, la epistemología se ha quedado atrapado en un pantano y al verse con la imposibilidad de salir, tiene que “aceptar” ciertas cosas o proposiciones como verdades, incluso sin poder comprobarlas, con tal de poder usarlas como punto de partida para la comprobación de verdades subsecuentes.
Una de las sugerencias proveídas para salir de la encrucijada fue propuesta por el filósofo, Karl Popper, quien dice que debemos aceptar el trilema como irresoluble y debemos aceptar el conocimiento generado por los medios epistemológicos, a pesar de basarse en preceptos injustificables.