Lo sagrado para Simone Weil

¿Qué hace que algo sea sagrado? Weil explora esta idea y la lleva hasta el campo de la ética….

Lo sagrado para Simone Weil

El texto de Simone Weil “La persona y lo sagrado” de 1942 es un legado indispensable para la ética contemporánea. Para la filósofa, el hombre, por ser hombre, por ser, en sí mismo, ya es sagrado. En este texto, Weil explora diferentes temas, entre ellos abordan la idea de la colectividad, la persona, lo impersonal, el derecho y la justicia. Weil cree que lo sagrado de los hombres consiste en la humana facultad de experimentar lo trascendente. En palabras de la autora: “En cada hombre hay algo sagrado. Pero no es su persona. Tampoco es la persona humana. Es él, ese hombre, simplemente.” (p. 1)

Para Simone Weil, existen dificultades en el lenguaje humano para poder poner en palabras lo que representan aspectos fundamentales de la filosofía y de la ética, tales como son la justicia o la verdad, las cuales escapan de las operaciones del pensamiento y de lenguaje, pues su esencia está en lo impersonal, en aquello que no se puede poseer. Para la autora, el respeto a la persona humana es imposible de definir: “Es imposible definir el respeto a la persona humana. No sólo es imposible de definir con palabras. Muchas nociones luminosas están en el mismo caso. Pero esta noción tampoco puede ser concebida; no puede ser definida, delimitada mediante una operación muda del pensamiento”. (p. 1)

La idea de que muchas nociones luminosas, están en el mismo caso que el respeto a la persona humana, hace pensar que, para la autora, el lenguaje es incapaz de poder expresar ciertas nociones que competen a la experiencia humana. Muchas de estas nociones mudas están dadas por las circunstancias históricas o por su propia condición.

Para Simone Weil, el bien, es una tendencia natural del ser humano, una aspiración que se gesta desde etapas tempranas del desarrollo y que, en su esencia, alberga el deseo del apaciguamiento del mal, de la injusticia y de su silencioso grito.  Así lo expresa Weil: “Desde la más tierna, infancia, y hasta la tumba hay, en el fondo del corazón, de todo ser humano, algo que, a pesar de toda la experiencia de los crímenes cometidos, sufridos y observados, espera invencible que se le haga el bien y no el mal. Ante todo es eso lo que sagrado en cualquier ser humano.” (p. 2)

Uno de los aspectos fundamentales de la filosofía de Simone Weil es la idea de que el bien es de donde emerge todo aquello que es sagrado del hombre. Es decir, el hombre sólo puede ser sagrado en función de lo que hace con el bien, de la forma en la que escucha el silencio de la injusticia. Weil es una apasionada del amor y del bien, cree que la justicia es un asunto de lo divino y que lo único que importa para la libertad es el grito del corazón contra el mal. La filósofa lo expresa así: “El bien es la única fuente de lo sagrado. Únicamente sagrado el bien y lo que está relacionado con el bien.” (p. 2)

Sólo han transcurrido dos páginas de su ensayo, y el legado para la ética se funda, en estas primeras palabras, en la idea de que el bien es una forma de gritar contra el mal y que surge del contacto con la injusticia y el dolor. Aquí la filósofa está abogando por la empatía y la compasión que los hombres deben tener frente a la injusticia y el dolor ajeno. Weil cree que lo sagrado del humano es todo aquello que es impersonal. Cree, en cambio, que el derecho personal, se posee, el hombre tiene derechos; en cambio, la justicia es impersonal porque no se puede poseer, se vive y se experimenta; se puede aprehender, pero no se puede tener.

Weil supone que hay otras cosas que son sagradas, por ejemplo: la verdad. La autora lo expresa de este modo: “Lo que es sagrado en la ciencia es la verdad. Lo que es sagrado en el arte es la belleza. La verdad y la belleza son impersonales. Todo esto es demasiado evidente.” (p. 4)

La idea de qué sólo lo impersonal sagrado permite comprender gran parte de su filosofía, pues aquellos misterios y profunda reflexiones que han inspirado a la filosofía, para Weil forman parte de esos atributos, divinos y sagrados que le fueron puestos al hombre para su contemplación, más no para su posesión. Weil reafirma: “La perfección es impersonal. La persona en nosotros es la parte del error y del pecado en nosotros.” (p. 5)

Para la autora, ciertas palabras como la perfección o la verdad son impersonales, no las posee el hombre, las contempla y las vive, pero no son de su persona. En cambio, hay un lenguaje cotidiano y personal que en menores escala alcanza a poner en palabras la mínima expresión para que en la vida terrenal del hombre puedan existir, aproximaciones, insuficientes para alcanzar a expresar lo que es la verdad, la perfección, la belleza la justicia, pero que le resultan suficientes al hombre para su cotidianidad; tales palabras como derecho u opinión.

Dice Weil: La causa que impide que la persona se sienta sagrada es que, efectivamente, no lo es. (p. 6)

Por otro lado, la filósofa D’a ciertos temas vinculados a la colectividad. Cree que la persona se confunde en la colectividad. No hay tal cosa como el pensamiento colectivo, porque el pensamiento lo tiene que pensar la persona. Son, en cambio, las ideologías las que se toman por colectividad, pero que reflejan el pensamiento de uno que hace eco en otros. El pensamiento es algo personal, no colectivo. Expresa Weil: “El hombre, la persona, es algo desamparado, que tiene frío, que corre buscando refugio y calor.

Eso lo ignoran aquellos para quienes está – o espera estar- cálidamente envuelta de consideración social.” (p. 7)

Este fragmento quiere decir que el hombre busca refugiarse en la colectividad, fundirse en ella, y lo hace a través del trabajo, el cual puede ser colectivo. Pero el pensamiento es una cosa de la persona. A diferencia del trabajo, el pensamiento no se puede dejar inacabado para que lo continúe otro.

Simone Weil Cree que la colectividad tiene la finalidad del progreso, pero el hombre no debe fundirse en esa colectividad, debe seguir contemplando en grados de atención, lo que es indispensable para acceder a la verdad, a la justicia, a la belleza. Weil lo dice del siguiente modo:

“Las relaciones entre la colectividad y la persona deben ser establecidas con el único objetivo de apartar lo que es susceptible de impedir el crecimiento y la germinación misteriosa de la parte impersonal del alma.

Para ello, es preciso que alrededor de cada persona haya espacio, un grado de libre disposición del tiempo, posibilidades para el tránsito, hacia grados de atención, cada vez más elevados, soledad, silencio. Igualmente, es preciso que esté en ambiente cálido, para que el desamparo no la constriña a ahogarse en lo colectivo.” (p. 7)

Todavía no es la mitad del texto de Simone Weil y la profundidad de sus palabras, reflejan la importancia de sustraer el espíritu de la atención a la vida misma y a todos sus componentes. La autora aboga para que el hombre no se someta a la colectividad, y que, en cambio, destaque en la contemplación y en el acceso a la verdad, a la justicia y a la belleza.

“La persona está sometida por naturaleza a la colectividad. El derecho depende por naturaleza de la fuerza. Las mentiras y los errores que verán nuestras verdades son extremadamente peligrosos, porque impiden recurrir a lo único que se sustrae a la fuerza y que preserva de la fuerza; esto es otra fuerza, la que irradia el espíritu. La materia pesada sólo es capaz de subir contra la gravedad en las plantas, mediante la energía del sol, que el verde de las hojas capturado y que opera en la savia. La gravedad y la muerte se apoderan progresiva, pero inexorablemente, de la planta privada de luz.” (p. 9)

Simone Weil cree que la justicia pertenece divinidades de otro mundo, la justicia exige amor, el derecho es una posesión personal, de tal modo que la justicia es una luminosidad incandescente, mientras que el derecho es apenas una chispa. La justicia le demanda al hombre amor y compasión por el prójimo, el derecho, en cambio, solo se asume como una propiedad. El derecho y la democracia son de la persona, son una posesión que implica la posibilidad de hacer un buen uso o un mal uso.

“La justicia, compañera de las divinidades del otro mundo, ordena ese exceso de amor. Ningún derecho lo ordenaría. El derecho no tiene vínculo directo con el amor.” (p. 10)

El derecho es mucho menos amplio que la justicia. La justicia es sagrada, el derecho es de la persona. Aunque la persona es sagrada, el derecho no lo puede ser, por más que sea una posesión. Así como el cuerpo humano no es sagrado, porque lo que es sagrado es la persona. De este mismo modo, el derecho no lo es por más que lo posea la persona. Weil cree que ciertas cosas, como la injusticia y la desgracia, no pueden ser puestas en palabras por su carácter intraducible al lenguaje humano. Lo expresa de la siguiente manera:

“La desgracia en sí misma es inarticulada. Los desgraciados suplican silenciosamente que se les proporcione palabras para expresarse. Hay épocas en las que no se les concede. Hay otras en las que se les proporciona palabras, pero mal escogidas, ya que quienes las escogen son ajenos a la desgracia que interpreta.” (p. 11)

Apela de este modo a la comprensión, empatía y compasión para quienes sufren la desgracia o la injusticia, y cree que la única forma en la que se les puede redimir justicia es aprendiendo a escuchar el silencio de sus voces. Esto es amar al prójimo, muy en el sentido de Hermann Cohen, quien junto con Weil plantean la idea de que el amor al prójimo implica una disposición de recibir y conocer al otro, con una atención plena hacia lo interior del hombre y una comprensión de su estatus de sagrado. Todo hombre es de este modo sagrado, sólo por ser. Weil y Cohen discuten que la ética debe dar un paso hacia la fraternidad, la correlación y la coexistencia, más que de una filosofía autofílica que busca el conocimiento de sí mismo y el amor de sí mismo. Weil lo expresa así: “Si se quiere amar eficazmente a los desgraciados, sólo hay que poner en sus bocas palabras, cuya morada propia se encuentre el cielo, por encima del cielo, en el otro mundo. No hay que temer que sea imposible. La desgracia dispone al alma, a recibir, ávidamente, a beber todo lo que venga de aquel lugar. Son los proveedores y no los consumidores. Los faltan para este tipo de productos.” (p. 12)

Para expresar una tríada de los componentes de la vida que no tienen palabras, no lo pudo haber dicho mejor con otras palabras: “La verdad, la belleza, la justicia, la compasión son bienes siempre, en todas partes.” (p. 12)

Para Weil, la verdad y la arrogancia de las opiniones son opuestos. Un sabio que conoce la verdad es humilde y no ostenta poseerla, porque la verdad junto con la justicia son impersonales. Quien de la verdad sabe algo es porque hace uso de la humildad en la formulación del pensamiento. La verdad es impersonal. Simone Weil dice al respecto: “El amor a la verdad, siempre está acompañado de humildad. El genio real no es más que la virtud sobrenatural de la humildad en el dominio del pensamiento.” (p. 13)

Y continúa diciendo:

“Cualquier espíritu encerrado en el lenguaje sólo es capaz de opiniones. Cualquier espíritu que ha llegado a ser capaz de captar pensamientos inexpresables por la multitud de relaciones combinadas, aunque más rigurosos y más luminosos que los que expresa el lenguaje, más preciso, cualquier espíritu que ha llegado a ese punto ya vive en la verdad. La certeza y la fe sin sombra le pertenecen.” (p. 14)

Este aspecto para Simone Weil revela que sólo los hombres libres de opiniones que pueden captar los pensamientos que son no expresados, es decir, aquel hombre que puede entender las limitaciones del lenguaje para expresar a la justicia, la injusticia o la belleza, puede vivir en pleno conocimiento de la verdad. “Certeza y fe sin sombra”, lo cual implica una seguridad profunda y una fe inquebrantable en la verdad que ha sido comprendida más allá de las palabras.

Weil propone que la atención al otro es la base de la ética. La disposición de escuchar sus esfuerzos para escuchar palabras mudas en oídos sordos. La empatía es un principio de la ética de Weil. Lo expresa del siguiente modo: “Escuchar a alguien es ponerse en su lugar mientras habla. Ponerse en el lugar de un ser cuya alma está mutilada. Por la desgracia o en peligro inminente de serlo. Es anonadar la propia alma. Es más difícil que el suicidio lo sería para un niño contento de vivir. Por ello, a los desgraciados no se les escucha. Están en el estado en el que se encontraría a quien se le hubiera cortado la lengua y hubiera olvidado momentáneamente su lesión. Sus labios se agitan y ningún sonido llega a nuestros oídos. De ellos mismos se apodera rápidamente la impotencia en el uso del lenguaje, a causa de la certeza de no ser oídos.” (p. 15)

De este modo, la filósofa considera que sólo a través de la atención al otro es como se puede acceder a la verdad y a la desgracia. El mecanismo es la empatía y la atención, las cuales son desinteresadas, se hacen por el impulso hacia el bien y la justicia. La base de esta filosofía es el amor. Weil lo dice del siguiente modo: “Sólo la operación sobrenatural de la gracia hace que el alma pase a través de su propio anonadamiento hasta el lugar en el que se cosecha, es especie de atención, que es la única que permite estar atento a la verdad y a la desgracia. Es la misma para los dos objetos. Es una atención intensa, pura, sin móvil, gratuita, generosa, y esa atención es amor.” (p. 16)

Así, Simone Weil deja entrever hacia el final de su ensayo que el amor es la base de esta filosofía de la atención. El amor son los oídos especializados para las voces mudas. El amor es la sensibilidad que permite captar lo que el lenguaje no puede poner en palabras. El amor es la base de la justicia, del bien, de la verdad, de la belleza, de lo sagrado. La filosofía de Weil es una filosofía del amor, desinteresado, que mira al otro y que le escucha, le atiende y le reconoce como otro tú en un acto de reciprocidad.

“El espíritu de la justicia, y de la verdad, no es más que una cierta especie de atención, que es puro amor.” (p. 16)

En este estremecedor ensayo “La persona y lo sagrado” de Simone Weil, la autora pone a disposición del lector una profunda exploración de temas fundamentales relacionados con la ética y la conexión con lo sagrado. La filósofa destaca la importancia de reconocer lo sagrado en todos los aspectos de la existencia, en el hombre y en todo lo que lo rodea. Cree esta pensadora que la verdadera ética se basa en la atención constante a lo sagrado en cada momento. La base de su ética es la empatía y el amor. Su enfoque hace que el hombre adquiera humildad, receptividad y la atención por el otro como vías para experimentar lo sagrado. Así se le revela al hombre una perspectiva única de la verdad.

Weil critica la instrumentalización de la religión y aboga por una comprensión y compasión más pura y desinteresada de la espiritualidad. Cree también que la relación entre la justicia y lo sagrado radica en las limitaciones del lenguaje. La conexión que Simone Weil ofrece entre el sufrimiento humano y la búsqueda de lo sagrado, así como la relación entre la belleza y la verdad, dan una basta profundidad a su obra.

La autora también examina la importancia de la fe y la duda, abogando por una fe informada por la capacidad de cuestionar y examinar creencias arraigadas. En conjunto, el ensayo invita a la reflexión sobre la naturaleza humana y el significado último de la existencia, ofreciendo una visión integral que entrelaza temas esenciales en la búsqueda de lo sagrado en la vida cotidiana.

En resumen, Simone Weil, presenta un legado crucial para la ética contemporánea, explorando las conexiones existentes entre lo divino y la vida cotidiana del hombre. Cree firmemente que la naturaleza sagrada es intrínseca del ser humano y crea una filosofía que orienta en la atención constante a la divinidad en cada momento.

Weil cree que el lenguaje posee diferentes limitaciones para expresar nociones fundamentales, tales como la verdad, la belleza o la justicia, y sostiene que la verdadera humildad y receptividad son esenciales para experimentar lo sagrado.

Hace de su obra una apología a la atención, la empatía y el amor, en la que revela una filosofía ética que se enraíza hasta la comprensión profunda, desinteresada y sagrada del prójimo. Finalmente, la autora establece una propuesta de la filosofía del amor, que se expresa mediante la atención y la empatía; estas bases constituyen la edificación de la justicia, la verdad y la belleza, trascendiendo las limitaciones del lenguaje y elevando la experiencia humana hacia lo sagrado. Reitera Weil, de este modo, que lo sagrado de la persona es la capacidad para el reconocimiento de las voces silenciosas de estas palabras; encontrarlas hace de lo humano algo sagrado.  Weil lo expresa así:

La Justicia, la verdad, la belleza son hermanas y aliadas. Con estas tres palabras tan hermosas, no hace falta buscar otras. (p. 17)

Fuentes consultadas

Imagen creada con inteligencia artificial

  1. Weil, Simone. “La persona y lo sagrado”. Escritos de Londres. 1942.
  2. Ruíz Pesce, Lalo. “Carta a un religioso” & “El prójimo”. Frío o Caliente. Lecturas como Diálogos Apasionantes. Programa de Radio. Centro de Estudios Paideia/Politeia. Radio Millenium Tucumán. Radio Universidad. Coauspiciado por el Centro de Estudios Regionales y el Centro de Estudios “In Veritatem”. Web.

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