El texto Las preguntas de la vida de Fernando Savater es una obra viva: desde el principio atrapa con su incitadora dedicatoria: “A los que no lo tienen todo claro” y sujeta con sus palabras para introducir al lector en una apasionante revisión de su obra. El texto consta de diez apasionantes capítulos (algunos mucho más que otros) y un epílogo que también tiene un importante mensaje: la filosofía sigue viva y además es necesaria aunque poco comprendida.
A continuación se realizará una breve reseña de cada capítulo, destacando los puntos más importantes de cada uno, tratando de hacer un breve resumen y brindado un somero juicio crítico sobre los capítulos, la forma en la que el autor los aborda, con una inexperta opinión sobre el tema, frente a tan ingenioso y brillante autor, como lo es Fernando Savater.
Savater es un escritor y profesor de origen español que ha sido reconocido por su larga trayectoria con publicaciones en distintos géneros, tales como el ensayo, el artículo periodístico, la novela e incluso en el género dramático. Cursó sus estudios universitarios en la Universidad Complutense de Madrid y desde los años 70 se ha dedicado a realizar un amplio número de publicaciones, entre las que figuran sus obras más destacadas tales como: Ética para Amador (1991), Política para Amador (1992), Historia de la filosofía sin temor ni temblor (2009), Las preguntas de la vida (1999), entre otras. No sorprenden los reconocimientos a los que ha sido merecedor, tales como el Premio Ortega y Gasset en el 2000 por su artículo El prójimo desconocido, pues en su obra logra transmitir la pasión y su capacidad crítica con la que aborda ciertos temas de interés cultural para todos.
Reseña de la obra
Sin duda alguna, Savater tiene claro quiénes son sus lectores: hispanohablantes que recién se introducen en la filosofía, como obligación por acreditar un curso o en el mejor de los casos, por placer para saber más; asimismo tienen en mente las actuales relaciones diplomáticas entre España y Latinoamérica, por lo que hace referencia a esta hermandad entre todos los países hispanohablantes, lo cual abre un amplio panorama de lectores en distintas partes del mundo.
Savater hace una interesante reflexión en su introducción, que remite al viejo dicho: “Quien no conoce su historia, está condenado a repetirla”; de esta manera, Savater invita a pensar sobre temas de la actualidad, comprendiendo las viejas enseñanzas del pasado. Una de las premisas que quizá más disfruten los filósofos al leer esta obra es que el autor deja claro que la filosofía no se enseña, en cambio, se aprende a filosofar, remitiéndose a la tan conocida frase de Sócrates: “yo solo sé que no sé nada”. Asimismo, en la introducción de la obra se distinguen los tres niveles de la razón: la información, el conocimiento y la sabiduría, incitando a transitar a este último nivel para comprender el mundo y la realidad en la que vivimos. De igual manera, se establecen los nexos y los puntos de desencuentro entre la filosofía y la ciencia, asegurando que no necesariamente son polos opuestos, por el contrario, son formas de llegar a la verdad.
Sobre su primer capítulo es pertinente mencionar la apasionante forma de introducir al lector: a través de la invitación de cuestionarse sobre el momento de toma de conciencia sobre la propia finitud de la vida. Y comienza a filosofar al respecto: ¿son las muertes de otros ensayos dolorosos para la propia muerte? Asimismo, el autor asegura con firmeza: la conciencia de muerte humaniza al hombre, pues solo los hombres son mortales al saberse con esta condición. Su recorrido por el concepto de “no ser” hace pensar que alguna vez todo hombre sobre la Tierra ha estado “no vivo” e invita al lector a preguntarse si bajo esta premisa es válido el temor a la muerte. “Lo mismo que al nacer traemos al mundo, lo que nunca había sido, al morir nos llevamos lo que nunca volverá a ser” (35). Más adelante se interna en los debates religiosos sobre la muerte, refutando la promesa religiosa de una vida en el más allá o en forma de reencarnación como una defensa frente a la angustia y aturdimiento provocados por la conciencia de muerte.
Sobre el segundo capítulo, menos apasionante por la vivencia implicada en el tema, pero mucho más denso y apropiado para la época, resume la forma del hombre para adquirir sus conocimientos y se interna en el entrañable tema de la razón. Las leyes del mínimo esfuerzo por las que opera el sistema nervioso hace del hombre un ser crédulo y con frecuencia estima como verdadero toda aquello expuesto para sus ojos y oídos. Sin embargo, Savater explica que la filosofía busca razonar y preguntarse por todo aquello dado como verdadero; solo de esta manera el hombre podrá conocer parte de la verdad: dudando de todo. En este capítulo el autor realiza un recorrido por las diferentes escuelas filosóficas: desde el escepticismo hasta el relativismo, recordando al lector los origines de la filosofía clásica. Para Aristóteles el comienzo de la filosofía es a partir de la capacidad de asombrarse y ese es el mensaje de Savater en este capítulo.
El tercer capítulo es todavía más denso, teóricamente hablando, pero logra atraer la atención del lector por su temática: el yo. Aquella estructura psíquica del hombre capaz de albergar toda la experiencia vital de esta realidad. Para abordar el tema recuerda la trayectoria de René Descartes, quien desarrolla el método cartesiano actualmente utilizado en la ciencia. Pero la mayor aportación de este filósofo renacentista es la división realizada de la psique (mente) del soma (cuerpo). El yo es una estructura intangible e imperceptible capaz de generar autoconciencia, derivado de ello surgen escuelas, diversas en sus postulados, tal como el solipsismo, cuyos autores aseguran la imposibilidad de constatar la existencia de otro yo. Para los reduccionistas, en cambio, es mucho más fácil simplificar una realidad demasiado compleja, de ahí que a Descartes se le acuse de reduccionista. Savater por su parte, tiene una visión mucho más optimista explicando: solo a través del lenguaje se puede corroborar la existencia de otros yoes, dando paso a su siguiente capítulo sobre el lenguaje en la historia del hombre.
En el cuarto capítulo el lector puede encontrar una serie de premisas reflexivas sobre el lenguaje como certificado de pertenencia a la especie humana. ¿Qué es el hombre, sino un ser indeterminado, siempre abierto a las posibilidades de forjarse a sí mismo?, reflexiona Savater sobre las ideas de Pico, y las contrapone a otros grandes pensadores tales como Freud, quien asegura en su obra psicoanalítica: infancia es destino. La cultura es una creación humana que permite distinguir al hombre del resto los habitantes de la Tierra, permitiéndole simbolizar y representar a través del lenguaje todo lo existente y lo inexistente. Ese simbolismo hace del hombre un ser en continua búsqueda por objetivar un mundo susceptible de ser comunicado a otros que participan en la misma realidad.
El quinto capítulo es terreno de la física. El Mundo y el Universo han sido fuente de inspiración para las reflexiones del hombre, según Savater. En este apasionante capítulo, el autor lleva al lector por un recorrido para preguntarse sobre todo aquello incognoscible aún para el hombre: sobre el origen del Universo, sobre su orden o destino y sobre todo, qué es en sí mismo el Universo. Para acompañar al lector, Savater se sirve del materialismo para filosofar sobre estas preguntas. Más adelante explica lo que es el orden y el caos y cómo estos conceptos tienen que ver con la forma en la que los hombres conocen el mundo. El capítulo se termina con la reflexión más cautivadora para el hombre: ¿cómo es posible que algo que no era ha podido ser? Sin duda deja la puerta abierta para pensar en el Creador.
El sexto capítulo da como resultado opinión del reseñista el que más despierta la nostalgia y ganas de adentrarse más en el tema de la libertad. Savater se sirve de un divertido ejemplo sobre un hombre quien ha “perdido-tirado” su boleto del tren, desarrollándose una discusión filosófica entre el guardia del tren encargado de recoger los boletos y el sujeto en cuestión. De ahí se derivan interesantes cuestionamientos sobre la voluntad, la libertad, el libre albedrío, el destino, las decisiones, etc. En este capítulo, Savater se introduce de manera muy apasionante en la discusión de Schopenhauer contra el existencialismo de Sartre, preguntándose ¿somos lo que queremos ser o somos lo que no somos? Con franca melancolía, el autor confiesa a través de una premisa al lector, indicando lo siguiente: nuestra única libertad es la de elegir ser libre o no. Asimismo, se tratan temas al respecto sobre la responsabilidad ética de las acciones del hombre y las implicaciones sobre las decisiones libres, apoyado en la idea de Hume al explicar que la libertad implica responsabilidad.
Sobre el séptimo capítulo se pueden destacar la importancia de la naturaleza en contraposición a la cultura. Savater discute inicialmente preguntándose: ¿qué es lo natural? Inicialmente, puede pensarse que lo natural es la forma de ser de algo, es decir, lo que es y lo que puede ser en un conjunto con todo lo existente. El autor determina en este capítulo diferentes propuestas al respecto del origen natural de las cosas, ¿es la cultura parte de la naturaleza del hombre? Más adelante discute las tres visiones de lo que es natural: la visión de lo intrínseco, es decir, que lo natural es tal como las cosas han sido en su origen; la visión de lo utilitario, que se refiere al valor de las cosas para el uso del hombre, y la visión de lo estético: lo natural es lo bello.
El octavo capítulo plantea diferentes cuestiones sobre la cultura y la sociedad. El autor realiza un recorrido que lleva al lector a identificar cómo son las relaciones humanas y cómo esto impacta en el proceso de humanización del hombre, con la necesidad de ser reconocidos. Sin embargo, el hombre lleva impreso el sello de la ambivalencia: por un lado, requiere de los demás y, por otro lado, “el infierno son los demás”. Savater discute y resume de una manera muy apropiada en este capítulo la dialéctica del amo y el esclavo de Hegel para ilustrar la naturaleza de las relaciones humanas y cómo esto lleva a los hombres a organizarse para ceder el poder a ciertos representantes. A raíz de ello, el hombre ha avanzado en materia del reconocimiento de la dignidad humana y se han declarado los Derechos Humanos.
En el capítulo nueve los temas empiezan a ser un poco más tenues, aunque no por ello sin importancia. ¿Qué es lo bello?, es la pregunta que guía a este capítulo, en el que el autor realiza una serie de aproximaciones, ideas y perspectivas sobre el tema. Por un lado, Savater recuerda al lector que para Platón los artistas eran villanos que distraían al hombre de las verdaderas cosas importantes a través de la seducción de la belleza. Por otro lado, empleando otra perspectiva, se discute que el deleite de la belleza es lo único verdaderamente libre y desinteresado, ya que no cumple ningún fin. En una descripción más adelante, equipara al arte con el juego infantil en la medida de la capacidad creadora y espontánea.
El décimo y último capítulo pertenece también al terreno de la física: el Tiempo. El capítulo es interesante desde el principio, pues Savater tiene claro que las personas alguna vez en su vida han fantaseado con poder moverse en el tiempo de la misma forma en la que se mueven por el espacio. Sin embargo, los temas abordados en este capítulo trascienden de los viajes en el tiempo y llegan a concluir a través de uno de los más importantes filósofos contemporáneos, Martín Heidegger, que el ser está hecho de tiempo.
En el epílogo, Savater explica que el filósofo es un ente susceptible de burla, especialmente en estos tiempos, con una visión tan utilitaria de todo, pero asegura que la filosofía es la vía regia para la comprensión de la vida, la realidad y para tratar de explicar la vida y sus límites. Explica con mucho orgullo que la filosofía no sirve para nada y no tiene porque servir, la filosofía es solo amor a la sabiduría.
El texto es ampliamente recomendable para quien quiere iniciarse en la filosofía, pues permite distinguir con facilidad cuáles son los temas y líneas de trabajo abordadas en esta noble disciplina que no pretende nada más que preguntarse y cuestionar todos aquellos argumentos fundamentes en lo tocante al hombre y su relación con la realidad. Savater logra compendiar estas trascendentales preguntas de la vida, que el filósofo se ha planteado alguna vez para tratar de entender la realidad que lo rodea. Es un texto vivo, que conviene leer más de una vez para reconocer las diferentes reacciones que evoca al abordar cada uno de los temas.
Referencias
- Savater, Fernando. Las preguntas de la vida. México: Ariel. 2012
Imagen tomada de Wikipedia