Llámenme prejuiciosa o nostálgica, tal vez un poco de ambas, pero acaso, ¿es parte de crecer el lamentarse por las nuevas generaciones? Tampoco me quedo atrás, ya que, aunque intento dejarlo, casi como si fuera una droga que en realidad si es un vicio, me es inevitable no caer ante el excesivo uso de las redes sociales, incluso cuando soy consciente de la pérdida de tiempo y lo innecesarias que pueden ser, hasta en estos momentos al escribir esto admito que tengo abierto mi Facebook (fb) y si las ideas no fluyen termino en mi “Inicio”, perdida en una interminable fila de videos, fotos y claro el entretenimiento espectacular, los memes. Esto no es una queja (si lo es), es una llamada de atención al usuario promedio de estas famosísimas “apps”.
Decidí cerrar mi cuenta de Instagram (IG), por tiempo indefinido, no llevo ni una semana y sí, he estado a punto de descargar la app de nuevo. Es aquí cuando me doy cuenta de lo holgazana y aburrida que puedo llegar a ser. Y he aquí lo triste de la situación, cada vez es más difícil imaginar un futuro sin el celular. Para las generaciones más jóvenes es como si ya vinieran con el dispositivo incluido. Claro que los padres prefieren entretener a sus niños enviciándolos a que hagan sus berrinches o griten, jueguen. Así pues, es cuando me entra la nostalgia y uso la frase, “en mis tiempos…
En mis tiempos jugaba a ser grande, ahora juego a pretender serlo. Puedo ver un futuro lleno de tecnología programada, ¿por qué no volver el tiempo?
Quisiera no depender de todos estos medios, quisiera que las nuevas generaciones volvieran a lo antaño. ¿Seré solamente lamentos? Mi generación viene muy quebrada, leí por ahí. Generación tras generación, todo cambia, evoluciona. Y no queda más que adaptarnos.