“reconforta y tranquiliza el pensar que el hombre es sólo una invención reciente,
una figura que no tiene ni dos siglos, un simple pliegue en nuestro saber
y que desaparecerá en cuanto este encuentre una forma nueva”
Michel Foucault (2003)
Ralph Linton en su obra “El estudio del hombre” decía “A no ser que la ciencia esté equivocada por completo, llegamos a la conclusión de que nosotros no somos ángeles caídos, sino antropoides erguidos” este enunciado le concede toda la profundidad a lo humano.
Creer que somos en verdad ángeles caídos, que nuestra existencia tiene un origen divino, cierra la discusión; entramos en el terreno de la metafísica, en aquello que escapa a las posibilidades de conocimiento, y nos lleva a estudiar lo humano a través de la fe, de lo divino y del alma, robándole su posibilidad de evolución.
Por otra parte, y esa es la postura que se defiende en el presente trabajo, el ser humano no es un ángel, dicho en términos de Linton, es un antropoide, lo cual le dota de todas las posibilidades, proveyéndolo de una densidad enorme; lo hace ser todo aquello que desee, mutar de una forma a otra, en una suerte de metamorfosis.
La herramienta de indagación que pretende dar respuesta a la pregunta ¿Qué es lo humano?, es la antropología filosófica, que tiene como pretensión no reducir los problemas filosóficos a la existencia humana, sino sencillamente conocer al ser humano.
La importancia de la antropología filosófica radica en que, si bien las ramas del conocimiento en la época actual parecen abarcarlo todo, desde la biología molecular, física, química, matemática, entre otras; mientras los humanos no se pregunten por sí mismos cuál es su esencia y sus necesidades, las respuestas que otorguen las distintas áreas del conocimiento serán cuestiones vacías.
El valor de un descubrimiento en cualquier rama del conocimiento cobra sentido en la medida en que les sean útiles al ser humano, y para ello, la primera pregunta deberá ser por lo humana, que es aquello que nos hace distintos al resto de los seres vivos, y que es eso que nos convierte de una manera más nítida en lo que somos.
Dentro de la multiplicidad de posturas respecto de lo humano, aparece Jean-Paul Sartre con su ensayo “El existencialismo es un humanismo” en el cual postula que el hombre comienza por existir, es arrojado a las circunstancias que lo rodean, al mundo natural, a la cultura, nace sin pistas ni señales que le indiquen cómo vivir.
Pero estos valores culturales van cambiando, de tal forma que no tiene un asidero sólido en el cual construir su existencia, se construye en el mismo instante en que va viviendo; por ello, para Sartre no existe una esencia que explique qué es lo humano, puesto que a cada instante se autodefine.
En ese sentido, cada persona siempre está eligiendo, aun no haciéndolo elige, así se condena a la libertad, al ser arrojado al mundo, es responsable de todo lo que hace, no puede eludir su responsabilidad de auto construcción y autodeterminación, citando a Sartre “un hombre es lo que hace, con lo que hicieron de él”.
El hombre vive inmerso en el mundo y se realiza viviendo, un ser que siempre es el mismo frente a situaciones que varían, y elige siempre en ese contexto; como hombre se enfrenta a sí mismo, y como existencia es dada por lo que los demás reconocen en él, la mirada del otro le completa, de tal forma que sus circunstancias también incluyen a todos los hombres.
En los términos apuntados, la respuesta a la pregunta ¿Qué es lo humano?, parece alejarse y nos elude, puesto que no existe una esencia de aquello que nos convierte en esto que somos, nos autodefinimos a cada instante, nos construimos con cada decisión, somos una creación reciente que desaparecerá en cuanto decidamos convertirnos en algo nuevo.
Si bien la respuesta a la pregunta formulada en el presente trabajo no encuentra respuesta y pareciere que no se logrará en el futuro cercano, ello es irrelevante ante la experiencia de la búsqueda, si bien el enigma no ha sido resuelto, la búsqueda nos ha traído una gran riqueza, el viaje de vuelta a Itaca no te ha engañado.
Qué es lo humano, quizá tenga una respuesta única: “Lo que decida ser”.
BIBLIOGRAFÍA
Constantino Cavafis. Itaca.
Jean Paul Sartre. El existencialismo es un humanismo. (1946)
Michel Foucault. Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias Humanas. Traducción de Elsa Cecilia Frost. Buenos Aires, Siglo XXI. (2003)
Ralph Linton. “El estudio del hombre” (1936)