Los derechos humanos en el cruce de caminos
“Los derechos humanos se ubican así en el cruce de caminos entre Moral, Derecho y Política, entre las exigencias éticas y la necesidad de transformar una aspiración moral en un derecho subjetivo.”[1]
La realidad de nuestro país, en apariencia coherente entre nuestra idiosincrasia y los derechos más elementales, se ve confrontada de pronto con la irrupción en nuestras vidas del nuevo paradigma de derechos humanos.
En la pintura de René Magritte que se inserta en el presente apartado, no se aprecia contradicción alguna en un primer momento, sin embargo, de pronto advertimos un cielo iluminado en contraste con un lago y una casa en penumbras apenas visible por la luz de un farol, el mundo aparece repleto de agujeros, la seguridad e inspiración en lo familiar desaparece; de igual forma, en México no habíamos advertido que nuestras aspiraciones no guardaban concordancia con el camino de nuestra realidad.
Los derechos humanos vinieron a evidenciar la contradicción ya no de nuestro modelo de nación, sino de nuestras vidas y valores sociales, entre ellos los familiares en antaño, tan encumbrados como pilares de una existencia dichosa, que se vienen abajo cuando los nuevos postulados demuestran que coartaron nuestras libertades y dañaron nuestra infancia.
Tan deseables y permisivos los castigos crueles cuando niños aparecen ahora como una manifestación de violencia para algunos innegables, sin embargo, esa contradicción entre un cielo de día y la tierra de noche que aparece en la pintura y la contradicción de los valores universales de derechos humanos y nuestra realidad personal, social y de gobierno aún no es visible para la mayoría.
El nuevo desafío que enfrenta nuestra nación no es solo el de transformar una aspiración ética y moral en un derecho subjetivo, sino hacer visible para todas las personas que un camino alejado de los postulados de los derechos humanos no solo no nos llevará lejos, sino a lugares no deseados como en el que vivimos.
Tal y como lo refiere el enunciado que sirve de preámbulo al presente trabajo, nos encontramos en una encrucijada en donde intervienen la moral, el derecho y la política, sin que cada uno de estos elementos conforme un camino distinto, sino que el mejor rumbo será el que los combine eficientemente, de tal forma que nos lleve a un futuro mejor como nación.
Por otra parte, si un signo de la modernidad es la protección de los derechos humanos, y si entendemos a la modernidad como el periodo de la historia en el cual se antepone la razón sobre la religión, debemos abandonar, no sin esfuerzo, aquella idea en la que la reparación de nuestros agravios y la recompensa por nuestros sufrimientos vendrá en una vida después de la muerte.
Lo anterior es así, pues si las situaciones de indignidad acontecen en la tierra, en la tierra deberán de ser reparadas y sancionadas, y para eso deberá ser evidente para toda persona el contenido de sus derechos y advertir las situaciones de indignidad de cualquier otro individuo.
[1] Apuntes proporcionados por el Maestro José Alberto Cabrera de título “Curso Derechos Humanos”
[2] René Magritte. El Imperio de las Luces. 1954. Óleo sobre lienzo 146 x 114 cm.