Pareciera que la primera pregunta y la última es y seguirá siendo ¿Qué es el hombre?, o para mayor corrección ¿Qué es lo humano?, para Aristóteles todo conocimiento tiene su origen en la tendencia de la naturaleza humana de conocer, curiosidad que ha sido alimentada por nuestros sentidos, por ello el primer impulso de conocimiento siempre fue al exterior.
Una vez solventada la necesidad que tenemos los seres humanos de conocer su entorno y adaptarse a él, nos preguntamos por nosotros mismos, pregunta que aparece como fundamental en todas las culturas y en todas las religiones.
Refiere Heráclito, que no se puede penetrar en el secreto de la naturaleza sin haber estudiado antes el secreto de lo humano; tenemos que cumplir con la exigencia de la autorreflexión si queremos conocer la realidad y entender su sentido; por eso le fue posible a Heráclito caracterizar toda su filosofía con estas palabras “me he buscado a mí mismo”.
Por otra parte, resulta sobresaliente lo dicho por Sócrates en la Apología, “una vida no examinada, no vale la pena de vivirla” al considerar que los humanos son (somos) criaturas constantemente en busca de sí mismos, que en todo momento de su existencia tienen que examinar y hacer el escrutinio de las condiciones de esta, en este escrutinio, en esta actitud crítica respecto a la vida humana radica el valor de esta vida.
Con lo dicho hasta ahora, pareciera que el conocerse a sí mismo y la integridad, ofrece la posibilidad de una vida dichosa, puesto que lo que viene desde fuera es nulo y vano; su esencia no depende de las circunstancias externas; depende, exclusivamente, del valor que se presta a sí.
Lo único que importa es la actitud interna del alma; y este principio interno no puede ser perturbado, como refiere Marco Aurelio en sus meditaciones “Lo que no empeora al hombre, no empeora tampoco su vida, y no le acarrea mengua alguna, ni exterior ni interiormente”
En los términos apuntados, el ser humano aparece como una extraña forma de ser y no ser, puesto que está en constante auto construcción, por ello, mientras el ser humano no se conozca, sus esfuerzos serán vanos.