Rufino Tamayo nació el 26 de agosto de 1899 en Oaxaca, México, de padres indígenas Zapotecas. Su padre abandonó a su familia cuando él era un niño, aspecto que lo marcó y lo llevó a conservar solo el apellido de su madre, Tamayo, en lugar de Arrellanes Tamayo. Al morir su madre, inventó también la muerte de su padre, considerándose huérfano.
Desde una corta edad, Rufino Tamayo se interesó en la pintura y en el dibujo, por lo que años después ingreso a la escuela de Bellas Artes de San Carlos de la Ciudad de México, pero su gusto por la experimentación artística y el querer plasmar como él veía e interpretaba la realidad, lo llevó a tener ciertos conflictos en aceptar las reglas de la escuela por lo que la abandonó, pero esto no le impidió incursionar y consagrarse años después en la pintura y el dibujo.
Las circunstancias de su vida influyeron en su arte, los colores y las figuras con las que tuvo contacto a lo largo de su vida cotidiana pasaron a ser parte de su emblemática composición artística. Gracias a su amistad con José Vasconcelos es que consiguió su primer empleo como dibujante en el museo de Historia y Arqueología de México y es donde obtiene a un más el acercamiento hacia el arte prehispánico, de lo cual tomó elementos de la cultura mexicana prehispánica que, de igual forma mezcló con su propia composición artística y que pasó a ser parte importante de sus obras. Lo mismo sucedió con la música, pues esta siempre estuvo presente en su vida.
Esta mezcla y experimentación de sus propios intereses lo llevó a ser uno de los más reconocidos pintores mexicanos, revolucionado el arte mexicano y dejando un poco de lado lo tradicional y tomando parte de las vanguardias europeas, pero que, a su vez, las moldeo con su propio estilo, alejándose del arte que permeaba hasta entonces. Un arte que se regía por las reglas impuestas por los movimientos de la época, el muralismo y el realismo social, un arte que planteaba y exponía las problemáticas sociales y políticas, del cual, los principales representantes eran los tres pintores y muralistas mexicanos más reconocidos de la época: Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco.
Por su lado, Tamayo se inclinaba más hacia lo pictórico, popular y folclórico, considerando que el muralismo ya había quedado atrás, por lo que él no participó en el muralismo ni se interesó en el de la misma forma ideológica que los tres artistas principales de este movimiento.
Su talento y su propio estilo artístico le permitió exponer en el extranjero, en la ciudad de Nueva York, en donde posteriormente se trasladó a vivir por un tiempo. Posteriormente, expuso en Venecia, lo que lo llevó al éxito en París, principalmente, y a vivir por un tiempo en este lugar junto con su esposa, la pianista Olga Tamayo, quien le ayudó a abrirse, pasó en distintos lugares y presentar su obra.
Su estadía en Francia le permitió entablar relaciones con artistas franceses y en 1957 fue nombrado en Francia, Caballero de la Legión de Honor, título que siempre consideró como un reconocimiento valiosísimo al proceder de un país que, para él, había sido la cuna del arte de vanguardia. Pero su estadía en Francia fue por un corto tiempo aún con el éxito que había obtenido, esto debido a la añoranza y la nostalgia que le causo su estadía en París sobre México, tomando la decisión de vender su propiedad en la ciudad europea y regresar. Su sobrina comentó que regresar le devolvió el ánimo y la felicidad: “Cuando él llega a México, él se pone feliz porque pinta un cuadro de Sandias, inmediatamente vino el color a él”.
Tamayo gustaba de experimentar con los colores, con las formas y con las vanguardias y, aunque su pintura abarca también las tonalidades más obscuras, se le reconoció y caracterizó por un arte más bien colorido, característica que desarrolló aún más a partir de los años 60’s, que es cuando regresa a México después de su estadía en París.
Tamayo llegó a exponer su obra en Nueva York, San Francisco, Chicago, Cincinnati, Buenos Aires, Los Ángeles, Washington, Houston, Oslo, París, Zurich y Tokio. Con lo cual logró aún más reconocimiento a su trabajo y se le otorgaron numerosos premios.
Debido a la complicación derivada de una obstrucción intestinal, el artista fallece la mañana del 24 de junio de 1991 en la Ciudad de México a los noventa y tres años. Dejando un gran legado de obra artística con alrededor de dos mil composiciones, parte de este legado y parte de su propia colección de obras artísticas europeas y prehispánicas las donó al Museo Tamayo Arte Contemporáneo y en el Museo de Arte Prehispánico de México Rufino Tamayo. De igual forma, muchas de sus obras se encuentran en diferentes partes del mundo.
Rufino Tamayo fue acreedor de numerosos premios y reconocimientos a lo largo de su trayectoria artística. Así mismo, llevó el arte mexicano a otros países y revolucionó con su propio estilo el arte que hasta entonces se creaba en México.