Esta admirable mujer nació en Alemania el 7 de octubre de 1934, fue huérfana desde niña, su madre era una activista social y su padre un total desconocido para ella; Ulrike Meinhof fue una mujer rebelde, algo atractiva y extremadamente radical en sus convicciones. En la Alemania Capitalista de Occidente, con un gobierno autoritario e intolerante, era necesario que en aquellos tiempos de la guerra fría, cuando el muro de Berlín separaba al pueblo alemán, surgieran grupos guerrilleros urbanos y manifestaciones estudiantiles, así como protestas airadas de ciudadanos inconformes contra esa aberrante política de potencias internacionales que fragmentó el nacionalismo alemán. Dichos grupos se sentían capaces de combatir oscuros y perversos intereses económicos y financieros que fuerzan al mundo a una homogeneidad despiadada para satisfacer sus apetitos voraces de enriquecimiento, pisoteando la dignidad del hombre. La Fracción del Ejército Rojo, en donde participó Ulrike, enarbolaba ideales revolucionarios como “el foquismo”, que fue inspirado por Ernesto Che Guevara.
Desde muy joven, Ulrike, se unió a protestas por la paz y en contra de las armas nucleares. Ella entregaba todo por la armonía de los alemanes. Estudió en la Universidad de Marburgo, se afilió a “La Unión socialista estudiantil de Alemania”, bajo la cual participó en varias manifestaciones y, además estrecho fuertes lazos de amistad entre intelectuales que pensaban como ella; cabe destacar a Manuel Sacristán, un antifranquista español, que llegó a impartir catedra en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Con la colaboración de varios estudiantes, contribuyó en la publicación de panfletos, cuyos mensajes aludían a una lucha persistente contra las armas nucleares. El objetivo de dichas publicaciones era concientizar en el pensamiento de los ciudadanos el sueño de vivir sin guerras y, que no sólo fuera la aspiración de un grupo, sino una realidad que todos merecemos vivir.
Nuestra protagonista se casó con Klaus Rainer Rí¶hl, quien también militaba en el partido comunista alemán, con él concibió 2 hijas gemelas, las cuales nacieron el 21 de Septiembre de 1962, cuyos nombres son Bettina y Regine. La relación que mantuvo con sus niñas fue esporádica, pues casi no les dedicaba tiempo, ya que ocupaba la mayor parte de su vida en asuntos de trascendencia política y social. En una entrevista argumentó su papel de madre y a la vez mujer comprometida con su misión y las complicaciones que existen entre ambas ocupaciones. Y así se expresó:
-“de todas las necesidades del niño, la familia ocupa el lugar más importante, ya que alberga las relaciones personales más estables e indispensables; es muy duro, es terriblemente duro, es el problema de todas las mujeres trabajadoras y comprometidas, el mío también, ya que tan pronto desempeñan una labor social indispensable, con la cabeza llena de buenas ideas, hablando, escribiendo, resolviendo, como también tienen que cuidar de sus hijos y mediar con los problemas y dificultades cotidianos de cada familia. Al igual que la mayoría de las mujeres, es muy difícil que una mujer pueda tener al mismo tiempo una vida política y una vida privada, aquellos que dicen que el trabajo político no tiene que ver con la vida privada, se equivocan, son dos cosas que a largo plazo no pueden compaginarse, no se puede hacer una política antiautoritaria y luego pegar a los hijos en casa, y también uno no puede no pegarle a sus hijos y hacer una política a la larga, es decir que uno no puede cortar las relaciones de competencia dentro de una familia hasta que no decide alejarse de ella”.
La entrega y tenaz dedicación de Ulrike en defensa de sus ideales dentro del ámbito periodístico, fue de gran impacto, sus artículos resultaban polémicos. Cuando ella se afilió al Partido Comunista de Alemania, el cual era ilegal en aquel tiempo, diversos artículos suyos aparecieron en una revista llamada “Konkret” (concreto), los cuales mantenían una postura antinuclear.
Uno de sus escritos más controvertidos fue una carta dirigida a Farah Diba, quien fue reina y emperatriz de Irán: Ulrike denunciaba el estado indignante de pobreza de los iraníes y la estratosférica riqueza de la reina, comparando los insultantes lujos de la emperatriz con la carencia de recursos de la población para subsistir decorosamente.
En la guerra de Vietnam habían muerto ya varios hombres, Ernesto Guevara había sido fusilado en Bolivia, el imperialismo estaba pululando en todo el mundo, la inconformidad de los jóvenes alemanes y de otros países, cuyos ideales eran más fuertes que el dominio capitalista, protestaban, eran capases de incendiar automóviles, arrojar piedras, cometer asesinatos, incluso crear una guerra urbana. La fracción del ejército rojo, grupo armado en el cual estaba involucrada Ulrike, demostraba inconformidad hacia el gobierno alemán, quien era indiferente ante la guerra de Vietnam. Ser comunista en Alemania occidental era un riesgo, se podía ser víctima de abusos y represiones por parte del sistema autoritario. En los artículos que escribía Ulrike defendía las causas de las guerrillas urbanas, en tales escritos se contemplan varias frases como:
«Arrojar una piedra es una acción punible. Arrojar mil piedras es una acción política. Incendiar un coche es una acción punible, incendiar cien coches es una acción política. Protestar es denunciar que eso o aquello no es justo. Resistir es garantizar que aquello con lo que no estoy conforme no se vuelva a producir.»
«No sabes cómo temblarían los poderosos si lleváramos la violencia a la puerta de su casa. Si vieran amenazados sus privilegios y sus vidas, negociarían para no perderlo todo.»
«Si digo que tal o cual cosa que no me gusta estoy protestando. Si me preocupo además porque eso que no me gusta no vuelva a ocurrir, estoy resistiendo. Protesto cuando digo que no sigo colaborando. Resisto cuando me ocupo de que tampoco los demás colaboren.»
Sus escritos llamaban al pueblo a inconformarse y que abandonaran cooperar para un sistema que los mantenía oprimidos, la manera de hacer el cambio era protestando, la lucha de clases era la clave para llegar a lo que muchos anhelan: un mundo de igualdad y de respeto. La periodista Ulrike sabía y sentía que necesitaba colaborar más allá que con una máquina de escribir, por lo cual, decidió unirse a la guerrilla y fundar un grupo armado de izquierda radical, marxista, antiimperialista y comunista llamado “FAR” (en español “fracción del ejército rojo”), el cual estaba conformado por varios jóvenes; la etapa en donde el ser humano está en su máximo punto de creatividad es la juventud, pero cuando se frustran los ideales de los jóvenes, esta energía de creatividad se invierte y los resultados son destructivos.
Los participantes del grupo FAR exigían el cese de los bombardeos en Vietnam, la retirada de las tropas norteamericanas en Hiroshima, el desbloqueo de minas en el norte de Vietnam, entre otras presiones. Los objetivos que planteaban los grupos comunistas eran opuestos a las que tenían en mente los regímenes capitalistas; como consecuencia, con el transcurrir del tiempo, algunos integrantes de la FAR fueron arrestados y encarcelados en la prisión de Stammheim, culpados por homicidios y robos a bancos.
En la cárcel realizaron varias huelgas de hambre, reclamando condiciones más humanas para los presos. Fueron procesados mediante varios juicios dentro de un edificio blindado de la prisión, a quienes acusaron falsamente de participar en delitos que no cometieron.
Ulrike fue recluida en medio de una habitación totalmente blanca, punto desde donde el prisionero únicamente veía una ventana con rejas hacia lo alto de la prisión. Meinhoff, quien estaba totalmente aislada del sonido y de las personas, sucumbía en la desesperación, se consumía física y moralmente poco a poco. En una carta dirigida a sus hijas expresa lo siguiente:
“Queridas Regina y Bettina, no piensen en tener que estar tristes porque su madre está en la cárcel, mejor es estar furioso que estar triste. Estoy contenta de haber recibido noticias de ustedes.
Esa sensación de que la cabeza explota, de que el cráneo va a romperse hasta estallar, la sensación que presiona la médula ósea del cerebro, el resultado de nuestra huelga de hambre, la sensación de que el cerebro se estrecha y se encoge como una fruta seca, la sensación de no poder retener el alma, la sensación de que nuestra celda da vueltas, en estos momentos pienso mucho en ustedes; uno se despierta, abre los ojos y la celda continúa dando vueltas, esa sensación de dar vueltas no para, soy mamá eso es todo. No hay nada peor que la agresividad sin límite, el saber claramente que no hay ninguna posibilidad de supervivencia, seguiré guardando silencio, pero no aguanto más, la lucha es mi objetivo, la lucha que engendra la lucha, sólo hay una liberación en las múltiples formas de morir en nuestro sistema: la violencia contra los cerdos capitalistas, fusil, conciencia y colectivo, ellos o nosotros”.
Después de varios juicios, Ulrike fue encontrada muerta en su celda, se había colgado, ahorcándose con una toalla, cuya prenda torció como soga, la cual atoró entre los barrotes de la celda, según informes oficiales.
Aún existen dudas acerca de la muerte de Ulrike y de los demás integrantes del grupo guerrillero, quienes también supuestamente se suicidaron, pues las indagatorias propagan rumores de sospechas que dan qué pensar, si cabe la posibilidad de que no fueron suicidios, sino asesinatos planeados y perpetrados por las mismas autoridades.
Ulrike aún sigue viva y seguirá viviendo. Es difícil olvidar la labor que desempeñó, con aquel compromiso social, sus frases siguen resonando en las mentes de quienes simpatizan con la justicia social y la libertad, cuya memoria no se la llevará el viento y la fuerza del tiempo no la erosionará
“Ella ha sido y es la periodista más importante de Alemania después de la Segunda Guerra Mundial, y también la que mejor escribía. Incluso hoy en día, sus artículos son lo mejor de esos años, por su nitidez y claridad pueden leerse y analizarse. Sus letras son tan intensas que empujan a ponerlas en práctica […] le da a aquellos que los leen la seguridad de que la lucha contra la injusticia es necesaria y que vale la pena, si no físicamente, al menos moralmente. Esto la hizo ver desde el lado opuesto, peligrosa”- Helma Sanders