El Palacio Alvarado en Hidalgo del Parral en el estado de Chihuahua, es considerado como una de las estructuras más importantes del estado. Quien lo visita logra despertar su curiosidad por la historia de Parral y, desempolvar los recuerdos de la ciudad, los cuales permanecen ahí, en los muros, en sus pinturas, objetos, etc.
El palacio y gran parte de los objetos que contiene, se han conservado desde los primeros días de su construcción hasta nuestro tiempo. Es un lugar donde han transitado varios antepasados del Norte del país y otros lugares del mundo, desde mineros que cobraban sus salarios; revolucionarios como Villa; alumnos que tomaban clase en las habitaciones del Palacio; artistas cubanos e italianos; y, actualmente varios turistas.
El Palacio Alvarado mide 2,000 m2, es un obra edificada en cantera entre los años de 1899 a 1903, propiedad del prominente minero Don Pedro Alvarado Torres.
Su estilo es híbrido, ya que tiene un toque de neoclásico afrancesado con decoración barroca, Art Nouveau, entre otras corrientes artísticas.
El Palacio Alvarado fue construido por el arquitecto Federico Amerigo Ruvier, quien también construyó la Casa Stallforth, el Hotel Hidalgo y la Casa Griensen.
Después de varios años que permaneció abandonado, el palacio fue adquirido por el Gobierno del Estado para la creación de un museo.
El Palacio Alvarado, es una construcción que hasta la fecha, resguarda varios secretos en sus muros, en sus pinturas, arquitectura, muebles, entre otros objetos.
Al entrar a dicha estructura, en lo alto de su construcción, nos recibe una pequeña figura femenina, sentada en un fecha esculpida (1903), cuyo año representa la conclusión del palacio.
Don Pedro Alvarado fue uno de los hombres más ricos del municipio, dueño de la Mina La Prieta, la cual en aquellos años estaba en su momento de mayor bonanza. Don Pedro Alvarado decide construir el Palacio como un gesto del ferviente amor a su esposa Virginia, quien era hermana de Elisa Greisen, profesora que, con la ayuda de un grupo de niños estudiantes, expulsan a varios militares estadunidenses que buscaban a Villa, arrojándoles piedras y palos.
En la primera puerta, encontramos las iniciales de los nombres y apellidos de Don Pedro Alvarado y Virginia Griensen; como existen parejas enamoradas que tallan en la corteza de los arboles sus nombres, para perpetuar su amor en una superficie de madera, así Don Pedro y Virginia, grabaron sus iniciales en cada vidrio de las puertas de su hogar, para recordarlos aún después de muertos.
La primer habitación del recorrido, encontramos un cuadro de Don Pedro Alvarado, con una piedra de plata, en ese lugar se aprecia una ventana en donde los mineros cobraban su salario (una moneda de plata), se cuenta que se formaban dos filas enormes, una para los trabajadores y otra para indígenas y personas del pueblo con crisis económica, que buscaban alguna dádiva de Don Pedro. En una ocasión Francisco Villa esperaba herido, la ayuda de del Sr. Alvarado en una de las filas, desde ese día y con el transcurso de los años, se hicieron muy buenos amigos, incluso el general Villa le regaló una cuchara de plata.
Los turistas se pasean por la oficina administrativa, en cuyo lugar se resguardan varios documentos, periódicos, contratos, cheques, y otros papeles de la época; una máquina de escribir y un cuadro de Don Pedro con sus partes del cuerpo desproporcionadas.
También se encentra una carroza, la cual después de haber recorrido las calles de Parral con los cuerpos sin vida de Virginia, Don Pedro y, Villa, concluye su recorrido y regresa a su paradero en el Palacio, en cuyo carro fúnebre se pueden apreciar una fina tela oscura, en la cual de sus bordes se desprenden cientos de hilos de oro, y adornada con barras de plata, dicha carroza le costó a Pedro Alvarado cien pesos con sesenta centavos, una fortuna para inicios del siglo pasado.
Después de caminar por las habitaciones ya mencionadas, hay que pasar por una escalera en forma de “L”, la cual esta resguardada por un grifo, animal que simboliza la protección, se pisa una superficie de mármol y ónix, hasta que los pasos de quienes recorren el museo, llegan al segundo piso del Palacio.
Una de las habitaciones está vacía, era uno de los comedores, cuyo lugar se quemó por el impacto de un rayo. Continua el recorrido y los recuerdos, se atraviesa el pasillo hasta el oratorio, ahí está un Cristo nazareno de pie, sangrando por sus llagas, con su rostro agachado, su túnica morada, sus cabellos y uñas reales, dicha figura permanece junto a la divina infanta con su traje blanco (color que representa la pureza) y, está junto a la virgen de Guadalupe, hay pocas sillas, abajo se aprecia una alfombra austriaca de color rojo, además se contempla un altar forrado con una tela negra de la cual emanan varios hilos de plata y, alrededor de los muros de la habitación están pintados varios pasajes bíblicos.
Más adelante, los visitantes recorren más murales de Antonio Decanini, para llegar al cuarto de la pareja, la cama permanece en medio de la habitación, a los lados se encuentran bacinicas, hay un espejo y un lavamanos, el espejo es de vidrio de roca, por lo cual refleja sin distorsión alguna la realidad, “este espejo no nos hace el favor” expresó una de las turistas durante el recorrido. Finalmente se contempla un retrato de Virginia y de Don Pedro, éste con su rostro serio y, Virginia, con una cara sin vitalidad, esa imagen nos recrea sus últimos años de vida y como el cáncer (enfermedad desconocida en aquellos años) la va consumiendo e, irónicamente, ni médicos, brujos, ni todo el dinero de Don Pedro la pudieron salvar, muere a los pocos años de la construcción del recinto, dejando un cuerpo joven, un lugar vacío en la cama de Don Pedro y, un palacio sin reina.
A pesar de que existen historias trágicas a cerca del Palacio, también fue un lugar de fiesta. El salón rojo, es una de las habitaciones más elegantes del recinto, en ese lugar, en medio se encuentra una silla redonda, en donde se sentaban varias damiselas, mientras una orquesta tocaba abajo, subían los caballeros hacia el salón rojo, quienes al incorporarse al cuarto, daban una vuelta por dicha silla y, después con una reverencia a una de las féminas que permanecía sentada, la sacaban a bailar, para danzar al ritmo de la música por los pasillos, los pasos de baile eran los primeros pasos para el matrimonio. “Después del baile venia la tragedia: el matrimonio” comentó un señor, mientras el guía explicaba que, un baile en el Palacio significaba casi comprometerse con la doncella.
También el palacio tuvo un salón de clases, en donde los hijos de Don Pedro y Virginia fueron educados.
Otra particularidad de la casa son los baños, en tal época el sistema de drenaje era un privilegio para los ricos, los lugares para que la gente hiciera sus necesidades era afuera de sus casas, arroyos, arbolitos, y pasto. Los baños tenían desde retretes, bañeras, hasta pisos fabricados en Cuba, con efectos ópticos fabulosos, con el motivo de hacer de tal recinto un lugar para relajarse.
Volviendo a la planta baja, se encuentra el comedor, en cuya habitación permanece una mesa en medio, la cual se puede extender a lo largo del cuarto, de cada esquina se miran pinturas con efecto óptico, de peces, aves, vino, como si estuvieran colgados realmente de sus muros.
La cocina alberga un clima frío, hecha para conservar los alimentos, hay un destilador hecho con piedra y, varios artefactos que se emplean a través de energía mecánica, para preparar deliciosos alimentos, hechos con el esfuerzo y cariño de la época, “no como los microondas que ‘desamorizan’ todo” aseveró una madre de familia que estaba en el recorrido.
Y la última habitación es el salón verde, en cuyo sitio, se encuentra un espejo tallado a una sola pieza, sostenida por varias tortugas, la habitación al igual que el cuarto rojo, recibe su nombre por el color de sus paredes y decoraciones. En ese lugar, Don Pedro se reunía con personas de la alta élite para platicar sobre negocios.
Finalmente, los turistas pueden lanzar una moneda en una fuente que está en el centro del palacio, y cuyo manantial está adornado con tortugas y un niño sosteniendo un pez, del cual emana agua por su boca. Como parte de una tradición al finalizar el recorrido del Palacio, los turistas lanzan una moneda a la fuente, y luego piden un deseo, como si el agua fuese un portal que conectara con el más allá o con la diosa Fortuna y, los deseos tuviesen un precio, se volvieran una oferta al gusto de quien visita el Palacio Alvarado “yo pediría tener un palacio así algún día”, expresó uno de los visitantes, después lanzó una moneda y se fue.
“Son tantos los recuerdos que muy apenas caben en las habitaciones” – C. Solar