El planteamiento de inicio es el uso del concepto de valores desde la antigüedad, si bien los griegos conceptualizaban el bien, el mal o la belleza, no se tenía el concepto de axiología como hoy en día, sino que se hablaba de virtudes que no tenían una relación estrecha con el ser, teniendo que hacerse una separación entre el ser y el valor, es decir, a través de un abordaje metafísico, sin embargo, no estaba claro si el valor tenía que ser un producto o estar relacionado ya sea con la conciencia o con la experiencia. “Es precisamente esta asimilación del ser y el valor la que el mundo moderno y contemporáneo, por diversos caminos, ha puesto seriamente en crisis, consecuentemente, la objetividad, universalidad y “eternidad de los valores” (González, 46).
¿Dónde colocamos el valor, en el ser o en valor mismo?, podemos determinar a priori que el valor es asignado por el hombre, estableciendo así que el valor sin el sujeto no existe, es decir, que tiene que haber conciencia del mismo, para lo cual primero el hombre debe concientizarse a sí mismo y luego concientizar a los objetos, hay que tener en cuenta que existe un límite entre ambos, sin embargo, no es difícil unirlos, pero con lo anterior se pierde objetividad, “La cualificación empaña la visión objetiva de lo real; señaladamente, se empaña la visión objetiva de lo humano: la comprensión que cada hombre tiene de sí mismo y de los otros” (González, 46). Lo anterior también ocasiona una confusión de los valores en la escala entre lo positivo y negativo que depende del tinte social o espiritual que se le otorgue, queriendo decir con esto que la sociedad es la que impone los valores al hombre, es necesario dejarle la responsabilidad de dicha dicotomía valorativa al hombre y no dejarla recaer en la sociedad, ya que esta siempre tomará partido de algunos valores de acuerdo a su conveniencia precisamente social, será y es deber del hombre quien otorgue la realidad al valor, ya sean subjetivos u objetivos, es decir, si los valores existen o los desea.
La disyuntiva sobre el abordaje o la percepción de los valores y sus distintas manifestaciones es lo que dio origen a la teoría de los valores, tal como lo menciona la autora al citar a Scheler y Hartmann sobre su distinción entre bienes y valores, donde se establece que los valores son universales a priori y conforme las necesidades estos van cambiando históricamente, además los valores son inmutables e instintivos, recordemos que los bienes son valores y no seres, y que el cambio reside en el bien y no en el valor. “El cambio implica distintas maneras de representar o realizar fácticamente los mismos valores” (González 48), en ese entramado de formas es que puede haber un entrecruzamiento del bien y el valor y estar íntimamente ligado con el acercamiento social a los valores éticos.
Habría que determinar si este acercamiento o alejamiento de los valores es realmente un cambio o solamente una percepción alterna de los mismos, es decir, si existe realmente un cambio o una evolución y si fuese el caso, si es el hombre quien la incentiva. El cambio histórico implica progreso y este a su vez implica evolución no retroceso, lo anterior sucede cuando dejamos a la metafísica de lado porque la ética transmuta en sí misma, la ética no puede universalizarse, ya que es personalísima y dependen del hombre el avance y la valorización progresiva de los bienes, especialmente los bienes morales. Tal como lo expresa la autora: “El valor mismo es una expresión de la relación originaria hombre-mundo. No cabe pensar en realidades separadas” (González, 52).
El valor no puede existir per se sin el hombre, es una percepción y expresión de él, no del objeto, pero con el deseo o sin él se realizan juicios valorativos, la valoración de los objetos siempre existe, no varía y depende del hombre, lo que sí varía es el valor del objeto, la valoración es fundamental para el desarrollo del ser en el hombre porque el ser se humaniza a través de ella, no podríamos existir o ejecutar si no valoráramos todo a nuestro alrededor, incluso lo más importante no es dicotomizar la valoración en una forma simplista, la importancia radica en la comparación valorativa, es decir, entre un valor y otro, jerarquizando los valores en grados y no en opuestos, es importante mencionar que la humanización trasciende, evoluciona una vez formada e incluso puede potencializarse. El ser humano debe reconocerse y conocer lo que no es, pero también lo que puede llegar a ser, esta ontología aplica también para el valor y su extrapolación al ser o el poder ser distinto, “La única vía válida en la filosofía del presente es, a nuestro juicio, la búsqueda de un saber ontológico que reconozca en el no ser, o más bien en la conjunción (dialéctica) ser y no ser, la fuente primordial de la naturaleza ética y axiológica del hombre” (González, 56) Esta es la forma en que debe abordarse actualmente el valor axiológico del hombre, una axiología incluyente y progresiva, es la variabilidad entre lo ausente y lo presente lo que hace al hombre estar dispuesto a emitir juicios de valor, además de que también puede crear nuevos juicios y no solamente limitarse a valorar los establecidos, la historicidad debe de servir como puente porque está basada en la experiencia del hombre. “La historia es el modo en que la vida humana se perpetúa, renovándose y también evolucionando” (González, 61)
A pesar de que cada momento histórico es particular, estos no únicamente son una reproducción automática de eventos innovándose, sino que hay una transmisibilidad de la información de forma cultural en beneficio de la sociedad y en pro del hombre como individuo, no queriendo decir que cada individuo adopte todo bien o todo valor, ya que se conservan algunas distinciones para el hombre, como la libertad y la igualdad, que son necesarias para el desarrollo histórico del ser-hombre y le son útiles para atestiguar el progreso para bien del mismo. Es tarea del hombre la que define su ser (arete), no únicamente para ser, sino para razonar, esto es la herencia de la historia universal de la valoración del hombre para la producción de valores (juicios), por ende, el abordaje es ontológico y ético, por esto debe extenderse más allá la forma de abordarse mediante la axiología. “De este reconocimiento se desprende otra axiología y otra concepción ética que pueden reconocer la prioridad de la racionalidad, de la conciencia y en general de la condición espiritual del hombre, pero sin ruptura interior, sin generar un mundo de represiones y escisiones, valores que sean fieles a un ideal de excelencia humana que se revela en términos de relatividad y no de absolutos” (González, 64)
En la actualidad debe establecerse que la razón es una prioridad en la formulación de valores en el hombre sin tener que alterar su espiritualidad y que los valores que resulten puedan ser categóricos, además del desarrollo de valores existen también los criterios para su formulación, pudiendo ser los valores objetivos o subjetivos y ser formulados para su uso ético o metafísico, teniendo en cuenta que su gradación no significa necesariamente un valor mayor o un valor menor, sino solamente una diferente escala de valor o bien distintas realidades de valores, dicho de otra forma, el valor existe por sí mismo sin que tenga un valor bueno o malo, el hombre es el que le otorga dicha realidad al valor y va emitiendo dichas realidades que a la vez son asignadas a cada valor por separado, dichas realidades emergen de la razón, pero también de algunos atributos de los bienes en específico, así es como se forman los valores humanos, sin embargo, el hombre debe hacer uso también de la naturaleza para la emisión de algunos valores debido a que esta es la que potencializa las realidades y las hace valorables, “La valoración surge de la alternativa y la alternativa de la posibilidad” (González, 68).
Al existir la posibilidad de un juicio de valor, esté puede ser emitido, puesto que hay varias alternativas para su emisión, es decir, que hay más de una posibilidad, pero no más de una necesidad, es la posibilidad de la alternativa lo que le da más poder al hombre para valorarse a sí mismo y es la forma cómo se abre además de la realidad interna a la realidad externa, y es el intercambio entre ambas lo que hace al hombre trascender. Los valores podrán sufrir todo tipo de transmutaciones, pero su genialidad radica precisamente en que son trascendentales, el valor tiene historicidad y está es evolutiva, el valor se renueva y el hombre utiliza los valores para consensuar en el colectivo, los usa a su favor para unir a la sociedad. “Los valores son justamente fuerzas cohesivas que prestan universalidad a la existencia humana” (González, 70).
La sociedad se universaliza a través de los valores sin importar el tiempo, ya que no es una cuestión temporal, el valor siempre trascenderá toda circunstancia adversa, para ello siempre se tendrá en cuenta el binomio ser – valor, así los valores han de renovarse de forma activa y podrán emitirse nuevas tablas de valor de forma vigente, es decir, que siempre habrá una actualización de los valores de manera efectiva que debe tener en consideración la realidad actual y respetar la historicidad que carga los valores absolutos que no son negociables para así incluir los nuevos valores adaptados a nuestra realidad. “Particularmente, la concepción de los nuevos valores en el presente ha de incorporar la nueva necesidad de equilibrio, de concebir el mundo, unificado y plural, permanente y cambiante al mismo tiempo; de pensar en términos de “relatividad” y de temporalidad: se asumirá al hombre en su naturaleza contradictoria y a la vez en su integridad y su dignidad” (González, 71) El mundo actual requiere de la percepción, formulación y aplicación de nuevos valores, así como de la modificación de los ya establecidos para ir a la par del desarrollo social al que se enfrenta y que le exige nuevos juicios valorativos y nuevas tablas de valores para amortizar dicha realidad potencializada.
Por último, debe establecerse que el valor no es individual, sino que tiene un carácter general, pero no universal, ya que no se puede dar aplicabilidad de cada valor a cada sujeto dentro de una sociedad. Si bien existen ciertas libertades o autonomías, las mismas tienen un límite establecido, lo que implica que el valor es relativo al individuo y su correcta ejecución dependerá del estado valorativo del individuo en cuestión. El binomio valor – individuo siempre deberá contextualizarse aún en dicha “autonomía” o bien en dicha socialización moral de los valores individuales.
Referencia:
• González J. (2007). El Ethos, destino del hombre. Fondo de Cultura Económica, UNAM, Facultad de Filosofía y letras, pags. 45-74.