San Agustín, filósofo y teólogo.

San Agustín creó un puente entre la filosofía y la teología para construir su doctrina, misma que impartiría en sus escritos….

La filosofía tuvo su origen en Tales de Mileto, Grecia, en el siglo VII a. C. durante el período clásico griego, el término de filosofía fue acuñado después por Pitágoras y significa amor por la sabiduría. La filosofía es la búsqueda del conocimiento basado en la razón. La evolución de la filosofía se fue desarrollando hasta llegar el periodo Helénico, este comprende desde la muerte de Alejandro Magno hasta la invasión de Macedonia por los romanos, suceso tras el cual Grecia pierde su poder que es sustituido por el modelo helenístico de Estado poder, en realidad el periodo helenístico se extendió hasta la muerte de Cleopatra en el año 33 a. C. y está ubicado entre los periodos presocrático y romano, y a su vez todos los periodos en conjunto representan el período antiguo de la historia que continuó hasta el siglo VI d. C., época de los últimos filósofos neoplatónicos. “Fue en el periodo helenístico en que el cristianismo surgió a la vez que el judaísmo fue aplacado por la presencia romana.

“Desde la conquista de Alejandro de la tierra de Israel y de su probable visita a Jerusalén (332-331 a. C.), la introducción de la cultura y la filosofía helénicas, así como del culto y de las costumbres paganas, amenazaron la preservación de los valores tradicionales, culturales y religiosos judíos y con ellos los cimientos de la nación judía” (Figueras, 2016, p. 23). De esta forma se sentaron las bases geográficas y políticas que posteriormente permitirían la expansión del cristianismo, que estaba basado en los modelos de culturas romanas y griegas. El cristianismo se constituye a partir de Jesús de Nazaret (Cristo), quien fue un personaje histórico del cual hay evidencia plausible de su existencia y cuyo nacimiento en el año cero tomamos como referencia para el calendario gregoriano que se usa hoy en día, usado también como referencia para referenciar fechas históricas de acuerdo con el antes o el después del nacimiento de Cristo. La evidencia histórica de la existencia de Cristo es firme, de acuerdo con los historiadores de la época romana, entre ellos Flavio Josefo, existe también evidencia paleontológica que confirma la presencia de Jesús en dichos años de la época judía bajo el imperio romano. Jesús de Nazaret tuvo formación judía, conformó de novo una doctrina de vida que se estaba basada principalmente en hacer el bien mediante la elaboración de juicios valorativos sobre la vida, el bien y el mal, así como del bienestar común, inició su vida de predicación en una etapa tardía de su vida y hasta la fecha de su muerte en el año 33 de la era cristiana, posteriormente algunos de sus discípulos continuaron su obra al seguir predicando su pensamiento, sin embargo, no es sino hasta varias décadas después que existen registros de la escritura de los llamados primeros evangelios, esto entre los años 65 y 100 d. C., los cuales fueron escritos por Mateo, Marcos, Lucas y Juan, existen además otros evangelios llamados apócrifos que incluso están datados unos años antes, pero por su delicado contenido no tienen reconocimiento oficial por parte del cristianismo.

Fue la confluencia de ambas doctrinas, la griega y la cristiana, lo que permitió el desarrollo y la expansión del pensamiento cristiano de forma universal debido a que los griegos mediante la filosofía habían sentado ya las bases que después usaría el cristianismo para la integración con el pensamiento y la visión griegos, así como con los métodos de educación, propaganda, interacción y demás parámetros con los que el cristianismo se vería fuertemente influenciado por la filosofía griega.

Para fines prácticos, tanto el cristianismo como la filosofía pueden denominarse corrientes o doctrinas, sin embargo, hay que tener presente que la filosofía lo hace con base en la razón mientras que la religión se basa principalmente en la fe, los primeros evangelizadores en filosofar y los primeros filósofos en convertirse cristianos tuvieron que encontrar puntos de confluencia tanto espiritual como de razón para poder realizar el entrelazamiento que serviría de puente para el desarrollo de ambas doctrinas, tomando conceptos unos de otros en la formulación del pensamiento, de esta forma los cristianos dedicaron tiempo al estudio de la naturaleza a la que antes nunca habían tomado en cuenta y los filósofos habrían de escudriñar el misterio de la fe. “Señaladamente, los filósofos que se convirtieron al cristianismo debieron buscar en su propio pensamiento un modo de confrontar y compensar la concepción del mundo que hasta entonces habían profesado y las enseñanzas cristianas. Debieron sentir al mismo tiempo la necesidad de ahondar por medio de la Filosofía en la profundidad de los misterios del cristianismo” (Grabmann, 1928, p. 2). En los primeros años de reconocimiento entre ambas doctrinas se formaron varias escuelas en las que ambos, tanto filósofos como cristianos, se nutrieron de ambas doctrinas para el fortalecimiento de estas, los evangelizadores adquirieron los métodos de enseñanza de los filósofos como fundamento para la impartición de sus enseñanzas, adquirieron lo que les resultó más útil para el propósito evangelizador y omitieron todo aquel pensamiento que se contrapusiera al modelo de doctrina espiritual.

San Agustín de Hipona fue un teólogo nacido en África en el año 354 d. C. bajo el imperio romano, incursionó desde joven en el maniqueísmo, doctrina que establece una diferencia entre el bien y el mal, conceptos que maravillan al teólogo y definirán su postura en su desarrollo para posteriormente involucrarse en el neoplatonismo, cristiano de formación comprendió y adapto dichas corrientes a su forma de pensar para luego expresarlo en sus trabajos a través de la retórica, disciplina que manejaba con destreza, finalmente es convertido en sacerdote en el año 391 d. C. y es a partir de ahí que su carrera asciende. Además de la influencia platónica San Agustín también compartirá en su filosofía el pensamiento de los estoicos y de Cicerón, y será a través de dicha influencia que agregue un sentido emocional o afectividad a la esfera ética de la filosofía para evolucionar intelectual y filosóficamente desde un punto de vista cristiano y moral. “No es difícil apreciar la relación existente entre la obra citada de Cicerón y uno de los primeros escritos filosóficos de Agustín. Nos referimos, naturalmente, a su obra Contra Académicos (De Academicis libri tres) que, junto con dos obras más, Sobre la felicidad (De beata vita), y Acerca del orden (De ordine) fueron terminadas en noviembre de 386 en Cassiciacum, cerca de Milán” (Ferrater, 2006, p. 4).

San Agustín tuvo durante su juventud la formación cristiana impuesta por su madre, pero no profesó la doctrina con entusiasmo, llevando incluso una vida disipada propia de su edad, sería más tarde y ante sus inquietudes morales que retomaría la senda cristiana para la formulación de sus cuestionamientos, el ser ávido lector de Cicerón le abrió el camino de la filosofía para después continuar con el estudio del maniqueísmo por un periodo nada corto, ya que esta doctrina se inclinaba más por una explicación razonada de los hechos naturales que contradecía a la doctrina religiosa con la cual nunca había estado completamente de acuerdo, la nueva doctrina le permitió meterse de lleno a la retórica que posteriormente dominaría para luego fundar una escuela de enseñanza precisamente retórica, será esta introspección la que termine por alejarlo del maniqueísmo. “Fausto de Mileve, el celebrado obispo maniqueo, llegó a Cartago; Agustín fue a visitarlo y le interrogó; en sus respuestas descubrió al retórico vulgar, un completo ignorante de toda sabiduría científica. Se había roto el hechizo y, aunque Agustín no abandonó la secta inmediatamente, su mente ya rechazó las doctrinas maniqueas. La ilusión había durado nueve años” (Portalié, p. 3). Posteriormente, el teólogo se trasladó a Milán y se involucró con el obispado para dar una cátedra, todo lo anterior y tras algunos traspiés en su vida personal, así como el sumergirse de nuevo en la lectura de las sagradas escrituras lo harán tomar nuevamente el camino de la fe como dogma personal y que irá compaginando con la filosofía en sus primeros escritos, “Diálogos” le permitió a San Agustín explorar la mezcla del cristianismo con la filosofía para la narración de hechos cotidianos donde predominaba su fe en Cristo, baluarte ya de su doctrina, valiéndose además de su conocimiento del neoplatonismo para plasmar sus enseñanzas,“San Agustín es francamente neoplatónico siempre y cuando esta filosofía esté de acuerdo con sus doctrinas religiosas; en el momento que surge una contradicción, no duda nunca en subordinar su filosofía a la religión, y la razón a la fe” (Portalié, p. 4), es decir, que San Agustín le daba un peso mayor a la religión que a la filosofía, adaptando aquello que si coincidiera con las escrituras y deleznando lo que se alejaba de estas, llegando a veces a transgredir los límites entre ambas posiblemente no a propósito, sino para encontrar una confluencia armónica entre la religión y la filosofía, situación que él mismo reconocería en más de una ocasión a través de su obra “Retractationes”.

San Agustín inició de pleno su vida religiosa al ingresar al sacerdocio, periodo de 5 años que le resultaría muy útil en el camino de la predicación en los años venideros, camino que después le abriría las puertas para convertirse en obispo de Hipona, cargo al cual se dedicó con vehemencia. Uno de los propósitos de San Agustín al aceptar el obispado fue predicar con el ejemplo para que amigos y seguidores también se convirtieran al cristianismo, para él Dios era el origen de todo el bien y el mal provenía del exceso de libertad moral en el hombre, aun cuando en cierta manera también defendía a la libertad cuando le era conveniente para su adaptación a la moral cristiana. Además de Dios, era partidario del concepto de alma, la cual radica en el interior del hombre y es por medio de ella que llegamos a la verdad a través de la conciencia y del pensamiento superior, “El fundamento de la absoluta certeza de los hechos de conciencia y de la existencia del propio yo, esta en la inmediata visión de estas verdades. Pero esas verdades son verdades de hecho que tienen un valor individual” (Grabmann, 1928, p. 9), para lograr lo anterior es necesario trascender mediante la razón y la experiencia, lo que nos permite la elaboración de juicios morales.

Es a través del conocimiento interno que San Agustín desarrolló su visión de la conciencia y es por medio de esta que elaboró su código moral, la iluminación divina nos sirve para reforzar la inteligencia del hombre, confirmando así la idea de la ley natural de la cual se debe tener conocimiento, esto es un proceso de razonamiento filosófico y será el interés de la verdad lo que impulse al filósofo en la elaboración de la doctrina que compartirá y promoverá entre sus cercanos, todo este bagaje cultural y filosófico impulsarán a San Agustín al desarrollo de su sabiduría cristiana, integrando así todo en la línea histórica y no cíclica.

Podemos constatar que las grandes influencias para San Agustín en su desarrollo filosófico, por un lado, el cristianismo y por otro el neoplatonismo, le permitieron elaborar una amplia producción de escritos sobre temas fundamentales para la teología y la filosofía, entre ellos, sobre la teoría del conocimiento, para él existían tres puntos importantes para la función del conocimiento, la intuición intelectual, la sensitiva y la razón discursiva, es por medio de esta última que logramos alcanzar la razón superior que nos distingue sobre otros seres vivos y a su vez nos acerca al conocimiento de la verdad absoluta tanto cristiana como filosófica. La crítica de sus detractores vendría en el sentido de que la verdad no puede lograrse con absoluta certeza, sin embargo, San Agustín argumentaba que la certeza radica en uno mismo, es decir, en la existencia, “¿Puedo prudentemente dudar de mi existencia, aun suponiendo que todos mis juicios estuvieran siempre equivocados?” (Arenas, 2006, p. 511). San Agustín validaba el conocimiento a través de la existencia de los objetos y los seres, aun cuando el conocimiento fuese erróneo, sin embargo, era el camino correcto para llegar a la verdad.

El conocimiento puede ser sensible y depender de los sentidos, posee un valor menor en la escala y no se puede alcanzar la verdad a través de él a diferencia del conocimiento racional inferior que sí nos permite tener un conocimiento de lo universal como es el caso de las leyes físicas o de las matemáticas, en cambio, el conocimiento racional superior es filosófico y es mediante este que podemos desarrollar ideas. El conocimiento sensible nos permite tener opiniones del exterior y es por medio del conocimiento intelectual que podemos formular juicios sobre estas opiniones en un sentido analítico y práctico. El conocimiento contemplativo nos permite acceder a la verdad y a las ideas de Dios para lo cual es necesario tener fe, es así como San Agustín asocia la razón a la fe, porque si bien el conocimiento puede ser absoluto, la razón debe estar supeditada a la fe, es decir que debemos creer en Dios para alcanzar el conocimiento pleno. “La razón debe asumir sus limitaciones, y entender que solo mediante el concurso de Dios puede acceder al verdadero conocimiento. Sin la ayuda de Dios, la razón en solitario llega al absurdo y al escepticismo” (Arenas, 2006, p. 513).

En la obra del filósofo cristiano se puede apreciar la influencia neoplatónica, así como también la influencia del aristotelismo y del estoicismo, doctrinas que si bien tienen algunos puntos de confluencia a veces son difíciles de asociar, serán los elementos de la razón y de la fe los principales puentes entre la filosofía y el cristianismo, ya que ambas buscan la verdad absoluta, es decir, la sabiduría, pero tienen además el objetivo claro de lograr la felicidad a través de ella. La verdad absoluta es indisociable y es perenne, Dios es la verdad, ya que es inmutable y es por medio de él que podemos acceder a la verdad, dicho de otra forma, hay que buscar la fe en uno mismo como parte del camino para encontrar la razón en ella, la razón es solamente un facilitador para la obtención de la verdad. ““Cree para que entiendas”, nos dice, en una clara expresión de predominio de la fe; sin la creencia en los dogmas de la fe, no podremos llegar a comprender la verdad, Dios y todo lo creado por Dios (la sabiduría de los antiguos no sería para él más que ignorancia)” (Arenas, 2006, p. 516).

La contraparte de lo anterior sería “entiende para que creas”, sin embargo, esto también implica una sumisión de la razón a la fe, como ya mencionamos antes, para San Agustín la verdad es accedida a través del conocimiento racional para llegar a las ideas, inclusive a las ideas de Dios y una vez que se trascienden a sí mismas es que llegamos a la verdad, Dios ilumina la intelectualidad del hombre para que pueda lograrlo, debido a que las ideas residen en un círculo gnoseológico en el que Dios es la verdad a través de las ideas y cómo estás son su espíritu, entonces su autenticidad se fundamenta y se valida, esto será el punto de partida para la evangelización. “En el interior del hombre está también el punto de partida de la filosofía agustiniana que quiere resolver, en primer lugar, el problema epistemológico de la verdad y de la certeza, cuya dificultad había sentido su alma” (Grabmann,  1928, p. 5).

Un elemento que San Agustín toma del neoplatonismo es la predicación mediante el ejemplo, verbaliza las ideas que emanan de Dios para que sean tomadas como normas de conducta a seguir y cuando se realizan confirman la existencia de Dios, también defiende que la creación ha sido libre a partir de cero, ya que todo reside en la divinidad en forma de semillas, concepto del estoicismo del que también tuvo gran influencia, la creación a partir de ideas y semillas es lineal en el tiempo y es lo que lo conforma, es decir, que el tiempo se forma a partir de la creación, una vez que algo se forma el tiempo aparece como una dimensión dependiente de la creación. “San Agustín ha interpretado y perfeccionado la doctrina platónica de las ideas en el sentido de los pensamientos divinos eternos, de las formas originarias y arquetipos divinos con arreglo a los cuales han sido creadas todas las cosas”. (Grabmann, 1928, p. 5).

Con respecto al alma San Agustín menciona que esta es una cuestión espiritual no material, el alma reside dentro de nosotros y está ligada a lo corpóreo, pero sin fusionarse con este, recordemos que las verdades se encuentran en el espíritu y son de origen divino, el alma es inmortal y sabe que es inmaterial, ya que si fuera material lo sabría debido a que reconoce su esencia en sí misma. La prueba principal de la inmortalidad del alma la presenta del siguiente modo: la verdad es inmutable, imperecedera y eterna. Pero el espíritu humano como portador y sujeto de la verdad está unido a ella de un modo inseparable. En consecuencia, el espíritu humano es inmortal. “En el hombre no hay más que una sola alma que está toda en todo el cuerpo y toda en cada parte de él. En el alma hay memoria, entendimiento y voluntad, las potencias fundamentales, imagen de la Trinidad” (Grabmann, 1928, p. 7).

El alma además es individual, ya que se forma a partir de las ideas de Dios para cada sujeto en específico y por medio de la iluminación intelectual a través de la fe personal, todo a través de la existencia del ser supremo y divino que es Dios, quien es poseedor de la verdad absoluta que es el origen de todas las cosas.

El trance de San Agustín hacia el aspecto filosófico inicio con la lectura de Cicerón, de donde toma la retórica como método para su doctrina, siendo su principal tema filosófico el de Dios, a quien le otorga un origen divino, inmutable, eterno e incorpóreo, San Agustín no intento probar la existencia de Dios mediante pruebas tangibles, sino que lo hizo a través de la fe, por ende, su filosofía está más ligada a la teología, él menciona que Dios reside en nosotros y es a través de la verdad que lo encontramos. A partir de aquí, como mencionamos anteriormente la creación se forma a partir de Dios, la cual es libre a través del ejemplo, la creación de seres materiales proviene de las semillas que luego germinarán, “En el acto de la creación Dios crea, pues, unos seres en acto y otros en potencia, como rationes seminales, por lo que todos los seres naturales habrían sido creados desde el principio del mundo, aunque no todos existirían en acto desde el principio” (Arenas, 2006, p. 520), la creación depende de Dios de una forma benevolente y divina a través de la germinación de ideas primordiales, es decir, hay un tiempo y una forma para la creación, por lo cual todo tiene un orden y una moral establecidas que provienen originalmente de Dios, es la ley eterna que es divina y universal, y compete a todos los seres de fe. “Esta ley eterna que se identifica con la esencia y la razón de Dios, está impresa como ley natural en el corazón del hombre, brilla nuevamente en las eternas, necesarias e inmutables verdades éticas y normas de nuestro espíritu, es la voz de Dios que se manifiesta al hombre en la conciencia” (Grabmann, 1928, p. 9).

San Agustín toma las nociones anteriormente expuestas de la filosofía de Platón, a quien admiraba profundamente y cuya doctrina sentó las bases para su propio modelo filosófico de donde emanaría la concepción de una dualidad entre la razón y las ideas,” Las realidades ‘inteligibles’, estas Ideas inmutables, son el modelo o arquetipo de las cosas sensibles, y entre ambas hay una compleja relación de participación. En esto consiste el dualismo platónico, también presente en su concepción antropológica”. (Arenas,  2006, p. 521). El alma, si bien inmortal, se encuentra en el cuerpo y no puede disociarse de ella, aunque tampoco hay una fusión, sino una especie de puente que las une en ambos sentidos, dualismo que San Agustín reitera en su obra. “Agustín mantiene el dualismo que vimos en Platón: todas las cosas deben su ser, su existencia, al principio creador que es el ser por excelencia, Dios. Pero no es el mismo tipo de ser: uno es trascendente, infinito, eterno, omnipotente (Dios); el otro es finito, temporal, limitado (lo creado). La creación no fue azarosa” (Arena, 2006, p. 522).

La filosofía de San Agustín fue la más importante de su época para la conjugación y formación del cristianismo, que además sentó una base y un precedente en la formación de la filosofía medieval que es el período que siguió en la historia de la filosofía, siendo un puente muy importante entre las doctrinas previas y posteriores a él. “La tradición reconoce a Agustín de Hipona como el primer gran filósofo cristiano y el exponente más grande de la filosofía durante casi un milenio y medio, pues, cuando surge su figura, habían pasado seiscientos años desde la muerte de Aristóteles y aún faltaban casi ochocientos años para la aparición de Tomás de Aquino” (Arena, 2006, p. 523)

Referencias.

• Grabmann M. (1928). Historia de la filosofía medieval. Editorial labor.
• Arenas M. (2006). Agustín: El deseo de saber y conocer. Rector Uniangustiniana.
• Figueras P. (2016). Introducción al cristianismo primitivo. Editorial Clié.
• Portalié E. Vida de San Agustín de Hipona. Obras de San Agustín.
• Ferrater J. (2006). Cuatro visiones de la historia universal. Editorial Alianza.

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