La universalización de la cultura.
La cultura es el conjunto de rasgos sociales y materiales que una sociedad definida tiene en común, entre ellos, la geografía, la economía, el lenguaje, la estructura social, la ética, sus valores, los hábitos y creencias, así como también los modos de actuar y razonamientos. Debido a lo anterior, cada sociedad tiene una cultura propia, incluso en cada nación y dentro de cada país pueden existir distintas culturas que a la vez dependen también del contexto histórico, es decir, de su lugar en el tiempo. La diversidad cultural es tan amplia que debido a ello no existe en la actualidad un modelo universal que defina a la humanidad en su totalidad, al menos no en la estructuración social y en otros campos, aunque en algunas áreas sí existen definiciones más confluentes como es el caso de las matemáticas.
En el caso de tener una cultura universal, sería relevante saber cómo podría estar estructurada y los beneficios de tenerla o no, incluyendo los aspectos éticos de esta. Al inicio de la humanidad, cuando los hombres tenían en común una región y un modo de vida, pudo haberse desarrollado una cultura universal, ya que hubiese tenido un común denominador para todos, pero conforme el hombre se fue expandiendo se dio inició a la división cultural, entre más alejados se encontraban los hombres unos de otros se formaron nuevas culturas para adaptarse a las condiciones de vida de cada grupo en particular. En dicha división se fue extinguiendo la universalidad de la cultura y nunca se pudo regresar a ella, como lo menciona el autor, existieron algunos intentos fallidos por medio del sometimiento, por ejemplo, durante la colonización, cuando los europeos nos domesticaron mediante la evangelización y formas de actuar socialmente, “El acceso a una cultura universal ha significado para muchos pueblos la enajenación en formas de vida no elegidas” (Villoro, 130).
Tanto el colonizador como el colonizado perderían su identidad si adquirieran la cultura el uno del otro y no necesariamente su mezcla representaría una cultura universal para ambos, que en el caso de la colonización de América fue la enajenación de nosotros, no elegimos a la cultura española como parte de nosotros, sino que nos fue impuesta, de esa forma es que la adquirimos y la mezclamos con la propia, una cultura que expresamos hoy en día.
La identidad como se menciona, viene dada por todo aquello que nos representa en cualquier ámbito y es lo que identifica a una cultura, dicha identidad entre más específica sea menos valor universal tendrá, para universalizar a una cultura tendríamos que generalizar las características al máximo y así universalizarlas, lo anterior hablando específicamente de las características objetivas, ya que las características subjetivas son las que menos podríamos modificar o utilizar para la universalización actual, debido a que dependen de una visión en particular de cada cultura, es decir, de formas de pensamiento, de razonamiento, de moral o de valores, que aun cuando en la teoría las hay universales, no existe una escala que se acomode a cada valor para decir cuál es correcto y cuál no, lo que para una cultura es correctamente moral para otra no lo es, y ambas pueden tener razón y sentido, los cuales hemos atestiguado que evolutivamente pueden ser cambiantes, una misma cultura puede desarrollar valores y una moral distintas en etapas diferentes de la historia.
Dicha forma de pensar y de moral es lo que de cierta manera le impediría al hombre desarrollar una cultura universal, ya que ser universal representaría para él ser iguales en todos los sentidos y el hombre por naturaleza se comporta de forma jerárquica, provenimos de un sistema de primates que ha evolucionado así por millones de años, incluso desde hace doscientos mil años que es cuando nuestra especie surgió. Siempre ha existido la dominación entre hombres y culturas por más civilizados y éticos que seamos, tal como Villoro lo expone: “Bajo el lema de la universalización puede ocultarse el etnocentrismo europeo. Por otra parte, al establecer como valores universales la racionalidad y el progreso, esa postura suele hacer el juego de la ideología de dominación de los países desarrollados. Que el dominio sobre los otros siempre ha pretendido justificarse en la superioridad de los valores que la civilización dominadora aporta a los dominados” (Villoro, 132).
Por ende, siempre existirán culturas que dominen unas a otras con el pretexto de ser superiores, pero ¿cómo definir cuál es superior?, ¿quién podría dictar los elementos que den superioridad a una cultura sobre otra?, ¿sería ético que una cultura se autoproclamara superior? La racionalidad y el progreso no existen en la universalidad, ni siquiera como valores ocultos, ya que no son aplicados de forma tácita. Una cultura siempre tenderá a proclamarse superior sobre otras.
No estamos hablando aquí de la moralidad que se refiere a la formulación de reglas dentro de una cultura establecida, sino a la ética como disciplina que es la que estaría facultada para establecer los criterios de igualdad y bienestar en la universalidad de la cultura, pero como el origen es europeo, surgió el problema de ser juez y parte en el desarrollo de un sistema ético que a lo más que aspiraba era a ser conveniente para los colonizadores, pero sin ser aplicable a todos por igual, como sería lo ideal. Como lo menciona Olivé “… la ética ha sido hasta ahora una disciplina etnocéntrica y, más precisamente aún, eurocéntrica, lo que quiero decir es: 1) que ella ha nacido del intento de fundamentar las costumbres e instituciones europeas, y 2) que en este intento la ética precedente se ha constituido como una perspectiva que pretende ser universal, pero que solo tiene una seudouniversalidad y no una universalidad genuina”.
No podría existir una ética genuina, ya que el bienestar o establecimiento de una cultura europea sobre las demás, vería a la universalización como un parámetro y no como una universalidad de valores aplicable a todas las culturas por igual, lo ético sería respetar la pluralidad de las distintas culturas, pero sin tener que someterse o adaptarse a algo que no fuese libremente decidido, dicho de otra forma, respetando la moralidad de cada cultura. Incluso si se tomará a la ética como disciplina universalmente aceptada, ¿qué es lo que la haría universal, si de fondo su origen es occidental? La ética que aplicamos en occidente es distinta a la de oriente y así podríamos ejemplificar algunas culturas a grandes rasgos.
Hablamos de ética para justificar o basar nuestros razonamientos o comportamientos e intentar darles alguna validez en tal o cual sentido, sin embargo, lo anterior es completamente subjetivo debido a la diversidad del hombre, la ética no es universal, nos hacen verlo de esa manera porque así hemos sido adoctrinados para ello, pero ¿qué de ético hay en querer que el hombre se adapte o se norme a una conducta o razonamiento, solamente para establecer que pertenece a un grupo con reglas previamente establecidas como universales, aun cuando el hombre no las considere o acepte como propias? De hecho, la ética atenta contra los principios de autonomía y autenticidad que serán analizados más adelante. Si una cultura se mantiene autónoma, esta atentará contra la ética de otras culturas que querrán someterla a los principios de una cultura ideal. Lo anterior lo establece Jürgen Habermas como un principio de universalización, donde claramente expone que, para universalizar una regla o norma, debe de existir autonomía, tanto para su aceptación como para llevarla a cabo, sin influir en la decisión o que esta sea llevada a cabo por imposición.
Se menciona en el texto de Villoro que la cultura tiene una triple función: expresar, dar sentido y asegurar el poder de nuestras acciones, de acuerdo con lo anterior, estos parámetros podrían definir cuál cultura es mejor conforme se cumplieran de la mejor forma dichas funciones, sin embargo, volvemos a lo mismo, no se puede ser juez y parte, ya que estamos conformados por hombres. La cultura nace del hombre y de su diversidad, y como el hombre es infinitamente diverso no importaría que un conglomerado de hombres estuviera de acuerdo en ciertos parámetros, eso no indicaría que todos los hombres de forma individual lo estén, deban de estarlo o que las normas sean aplicables para todos, tal como lo menciona Villoro “Siempre existirá una distancia entre el ideal normativo expresado por los principios de una cultura ideal y la situación real de cada cultura particular” (Villoro, 135). Es imposible dictar las reglas de una cultura ideal, ¿ideal para quién?, porque caeríamos en una especie de utopía, ya que la realidad sobre la cual se cimentaría podría distar mucho de dicho ideal, una cultura no se puede definir por reglas, sino que está conformada evolutivamente por todas las características que han formado dicha sociedad.
La autonomía cultural no existe, en el mundo actual y con el desarrollo de los sistemas actuales de comunicación y tecnología, donde la globalización permite un intercambio de sociedades en todos los rincones del mundo, el principio de autonomía se convierte en una utopía más, ya que lo anterior representaría en alguna medida el sostenimiento cultural sin la contaminación de otras culturas y menos con la influencia de otras, toda sociedad está en cierto grado contaminada o supedita a otras culturas, lo anterior es imprescindible si queremos estar a la vanguardia cultural, lo cual se convierte en un impedimento más de la universalización de la cultura.
La autonomía, más que una utopía es una forma de sarcasmo social, debido a que no hay nada más lejano a ello, es parecido al caso de la igualdad, ya que el primer punto para lograr la igualdad es no hacer la distinción de esta, entre más se mencione a la autonomía, más lejos estaremos de ella y de la ética que lleva implícita. Tampoco podríamos basar la universalidad cultural en el principio de autenticidad, por el hecho de que una de las condiciones para ser auténtico es ser autónomo. Si no podemos tomar las decisiones de forma autónoma en nuestro desarrollo cultural, entonces perdemos dicha autenticidad. “Difícilmente podríamos concebir una actitud auténtica que no esté fundada en la propia decisión y basada en las propias razones.
Pero la inversa no es justa. Podemos imaginar actitudes culturales autónomas que no reflejen, sin embargo, los verdaderos deseos ni satisfagan las necesidades reales de una comunidad” (Villoro, 141). Dicho de otra forma, podríamos tener cierto grado de autonomía en algunas decisiones, pero no por ello reflejarían ni el sentir común, ni tampoco su bienestar, sino el del Estado o los de ciertos grupos tomadores de decisiones. Si tuviéramos algún grado de autonomía y autenticidad, estas nos alejarían más de la universalización cultural, ya que ambos principios evocan precisamente lo contrario, es decir, la diversidad.
Respecto del sentido de la vida, me parece apropiado pensar que esté principio sí puede ser un valor universal, culturalmente hablando, puesto que toda cultura posee un sentido al que se dirige, o al menos lo medita y lo define, quizá el sentido no se encuentre o no sea el más satisfactorio, pero existe y esto es en todas las culturas, el hombre desde que es un ser racional se ha planteado dicha pregunta del sentido de la vida, es decir, la de su existir. Tomando en cuenta lo anterior, no podríamos hablar de una cultura universal sin transgredir el principio de ética, ya que el mismo establece la autonomía del hombre y la de este en conjunto, el de una sociedad o cultura determinada; siendo así, no podría llegar a establecerse la universalidad. Lo anterior es el primer punto que debería abordarse y me parece infranqueable en términos generales, porque podría pensarse que una cultura es más avanzada que otra y por ello la transmisión de esta sería deseable, pero volvemos al punto de autonomía, donde no necesariamente la cultura menos avanzada aspiraría a ser igual que la otra, ya que la riqueza cultural radica precisamente en la diversidad.
No considero factible una cultura universal en términos globales, la multiculturalidad es precisamente lo que nos enriquece como cultura, es lo que en conjunto define y representa al hombre como parte de una sociedad evolutiva y adaptable, lo cual ha sido demostrado desde el inicio de la humanidad, en dicho progreso hemos encontrado formas de vida o sentidos que le son muy particulares o útiles a cada modelo cultural, lo cual no necesariamente significa que esto haya sido positivo o negativo, sino que cada sentido ha sido elaborado bajo ciertas y distintas circunstancias a las que cada sociedad ha sabido o tenido que adaptarse.
Una cultura de forma ideal debe ser autónoma, aunque ser auténtica es más asequible, ya que la autenticidad proviene de los rasgos que la caracterizan y precisamente muchos de ellos la hacen distinta de las demás, en cambio, para poder ser auténtica la cultura deber ser autónoma, hay que tener la libertad de elegir lo que le parezca mejor al hombre en conjunto, de ahí partirían las normas libremente elegidas de una sociedad a la que el hombre pertenece, porque en la individualidad dicha autonomía se pierde, ya que el hombre siempre habrá de responder a ciertas reglas sociales o éticas, pero no morales.
Para hablar de una cultura universal, se tendría que definir cuáles son los parámetros que hacen universal al hombre de una forma objetiva, por ejemplo, podríamos decir que la ciencia, porque esta sí le es universal a todos los hombres, estén estos de acuerdo, se sometan, sean autónomos o no, también las leyes de la física, las matemáticas, la biología y otras disciplinas aplican, ya que nos conforman a todos por igual y sin excepción, todos estos parámetros sí son universales y podrían tomarse en cuenta también algunas leyes, modelos económicos o políticos que podrían ser universales para una cultura global, pero no todos.
Habría que analizar o meditar, ¿cuál sería la necesidad de tener una cultura universal?, ¿qué beneficios se obtendrían en caso de tenerla? La primera pregunta me parece difícil de responder, ya que en primera instancia habría que plantearse: ¿para quién sería necesario tener una cultura universal? Si el hombre buscase una cultura universal, estaría perdiendo autenticidad y autonomía desde cualquier punto de vista, ya sea por querer igualar su cultura a otra distinta o por querer que otras culturas fuesen iguales a la suya. En el caso de la segunda pregunta, podríamos responder que un beneficio sería la igualdad para los hombres en todos los aspectos, pero tampoco es necesaria una cultura universal para garantizar lo anterior, ni tenerla lo garantizaría. La igualdad proviene del respeto y de la autonomía por igual. Me parece que la riqueza de una cultura radica precisamente en la pluralidad y la diversidad, es lo que nos une aún más que el ser iguales, debiésemos promover los valores determinados como ideales en vez de promover una cultura universal, pero no dirigido a la universalización cultural, sino al respeto entre las distintas culturas.
Referencias.
• Villoro L. (1993). Aproximaciones a una ética de la cultura. Fondo de Cultura Económica, México, D. F.