El Estado se justifica exponiéndose a sí mismo como una necesidad primordial del hombre en convivencia mediante la aplicación de leyes |(restricciones), más allá de la simple cohabitación libre y natural debemos obedecer a un orden moral, lo importante de lo anterior radica en justificarlo de forma positiva. El hombre es libre y está intrínseco en él otorgar a otro el poder de someterlo, dicha simbiosis es la que, valida al Estado sobre el individuo, esto es la base del contrato social, el Estado le brinda al individuo dicha capacidad de “autonomía” sobre sus decisiones para que él (Estado) las realice bajo dicho consentimiento, todo con el propósito de alcanzar la felicidad social plena.
Al Estado se le considera como el sistema de leyes que gobierna a los individuos pertenecientes a una nación en particular, protegiéndoles en un territorio dado y poseyendo el monopolio de la violencia legítima, finalmente el Estado posee el poder político y este actúa a favor de unos u otros grupos sociales, rara vez es igualitario y equitativo, por ende, la definición en sentido protector del Estado es ambigua.
El individuo tiene por obligación la obediencia de las leyes del Estado, la cual casi siempre está ligada a la moral del individuo, ya que las leyes morales y las del Estado tienen un origen moral social que es común a todos, sin embargo, es el Estado quien al final dicta que reglas y cuáles leyes convienen mejor al interés común aun cuando este no sea el interés individual de algunos ciudadanos, por lo mismo, la justificación reside en ambas partes que serán las que moralmente determinen el grado de obediencia social al Estado.
Locke, filósofo inglés que es considerado el padre del liberalismo clásico, estipulaba que la obligación de obedecer al Estado es completamente voluntaria, sin embargo, lo anterior es totalmente susceptible de interpretación, ya que no obedecer la ley conlleva consecuencias legales, es decir, puedo decidir no obedecer la ley, pero esto tendrá un castigo legal plausible, siendo así, el Estado debe valerse del convencimiento y de artimañas para hacerle creer al individuo que sí posee dicha capacidad de decisión, si esto no sucede entonces no habría legitimidad ni gobernabilidad, sin embargo, legitimación también puede obtenerse a través del consentimiento general de la sociedad, lo cual es más viable en cierta manera, ya que la autoridad sería universal y el contrato social obtendría mayor peso de una forma más natural que correspondería a un contrato original emergido precisamente antes de la conformación social, así sea solo en la teoría, pero hay que tomar en cuenta que toda teoría es evolutiva, además de que no está insertada en nosotros desde pequeños sin una opción real alterna, es decir, nos dejan sin la libre elección de decidir y deciden por nosotros, por ende, el consentimiento “voluntario” es tácito.
Por eso es tan importante el modelo ciudadano participativo, este es el consentimiento ciudadano expresado al Estado, la democracia participativa valida al ciudadano y este valida al Estado a través del voto, lo anterior conlleva una doble vía, yo valido al Estado y este tiene derechos sobre mí, mediante el sistema de protección ciudadana, que en un lenguaje más llano sería de la siguiente forma; yo ciudadano te autorizo Estado a cuidarme a cambio de ciertas obligaciones y con sus respectivas garantías, tal es el caso de la residencia de un individuo como mera circunstancia de obligatoriedad para el Estado. Finalmente, uno nace sin decidir dónde, es una carga geográfica aceptada, lo cual de cierta manera es natural y de ahí se desprende el consentimiento hipotético. ¿Si no hubiese Estado entonces qué haríamos? ¿Tendríamos la necesidad de crear uno? La teoría dice que sí, que es la forma más asequible para lograr el contrato social en aras del bienestar humano general. El aceptar un modelo hipotético no siempre conlleva la racionalización de este, ya que es un estado de aproximación a lo natural; por ende, no es natural, aunque no lo reflexionemos.
La anarquía viene del hecho de que no cuenta con la legitimación universal del Estado, siempre habrá individuos que no otorguen su consentimiento y entonces el Estado habrá de adoptar medidas sociales universales validadas por un sentido moral general, esto será validado por la mayoría, pero no por todos. La mayoría obedecerán al Estado, unos por convencimiento y algunos por temor. Lo anterior, con base en juicios valorativos de razón, siempre debe existir una balanza entre la obediencia de la ley con el contrapeso de la razón moral, teniendo en cuenta que esta última es muy personal. Es más sencillo aceptar leyes universales porque existen menos conflictos individuales, se sacrifica la moral individual por el bienestar o la aceptación universal.
En el caso del utilitarismo se opta por la opción más asequible que generalmente es la de la felicidad como meta deseable, es la que nos sería más útil para obtener lo demás, pero con el parámetro de la felicidad caemos en el problema de la subjetividad, ya que la felicidad no es comparable, el problema radica en insertar la felicidad individual en el común general y no dar por sentado que la felicidad universal le otorga felicidad a un individuo por separado. Tal modelo debería otorgar un sistema de leyes que procurasen la felicidad común a través de su obediencia, si esto se lograra se justificaría el sistema y quizá no siempre respetando por completo el total de las leyes, sino más bien teniendo como objetivo el propósito de la felicidad, esa sería la obligación del Estado y se justificaría porque es mayor que la que podría alcanzarse de forma natural, creando así un círculo de validación Estado – felicidad – naturaleza, el cual se perpetuaría, si el Estado otorga más felicidad que la naturaleza entonces es correcto aun cuando sea a expensas de la moral o la justicia, me parece que la forma más simple de exponerlo es decir que se busca la mayor ganancia con el menor costo posible, lo interesante sería disminuir al máximo posible ese coste moral de injusticia justificada.
Todo principio de justicia conlleva una responsabilidad, tenemos derecho a la justicia, pero también tenemos obligaciones con el Estado a través de la obediencia en general de las leyes, recibiendo por supuesto por parte del Estado todos los beneficios que implica ser un ciudadano responsable, el vivir en comunidad nos beneficia con el bienestar común, es decir, gozamos de los beneficios de todos aun cuando algunas responsabilidades son individuales, pero que al sumarse logran la gobernabilidad del Estado y con esto sus beneficios sociales en general, si bien debemos obedecer las leyes, la mayoría de las veces nuestra carga moral individual se carga al lado de la moral general, nuestro sentido moral en principio es bueno y con un propósito del bien tanto individual como común, nuestra naturaleza persigue el bien y está orientada al principio de bienestar. El sistema de leyes respalda y garantiza lo anterior, por ello debe ser una prioridad para el individuo el apegarse lo más posible al sistema.
Finalmente, y a pesar de los distintos modelos, de una u otra forma el individuo siempre pertenecerá a cierto modelo de Estado, algunos de ellos toman modelos con ciertos beneficios y otros lo harán con beneficios distintos, pero sin importar el modelo siempre debe existir ese equilibrio del que se habla entre el sentido de justicia que se obtiene del Estado a la par del sentido de responsabilidad para con el mismo por parte del ciudadano, no podemos hablar de consentimientos tácitos, implícitos, adquiridos u obligados porque en cierta forma todos los modelos son mixtos en menor o mayor sentido.
Referencias.
• Wolf J. Filosofía política. Una introducción. Editorial Planeta, S.A, 2012, España, Págs. 53-81.
