El 1 de agosto de 1939 un grupo de veinticinco niños y adolescentes que pertenecían a la Asociación Cristiana de Jóvenes, viajaba rumbo al parque nacional Cumbres de Majalca donde iban a instalar un campamento que duraría ocho días.
Aproximadamente a las 5 de la tarde, al llegar al kilómetro 21 en la que paradójicamente se conocía como ‘La Curva del Muerto’, un camión de volteo se le atravesó al camión de redilas que transportaba a los jóvenes y los impactó. Los cuerpos de algunas de las víctimas atravesaron las ventanas hacia el exterior quedando esparcidos en el lugar.
Los que perdieron la vida eran: Venancio Gabriel Gardea, de 14 años, Armando Gutiérrez Balderrama y Jorge Giácoman, de 13, Luis Díaz García y Teodoro Faulkner de 11, Alberto Méndez Peña y Horacio Brondo Valdez, de 10 años.
Según archivos periodísticos, el conductor del dompe era Encarnación Espinoza, quien dijo a las autoridades y prensa que a su vehículo le fallaban los frenos, pero por falta de dinero no había podido arreglarlo.
El siniestro ocasionó la muerte de 7 niños y adolescentes, tres de ellos perdieron la vida al instante; cuatro más murieron cuando eran trasladados a Chihuahua para su atención médica. En esos momentos, cuando todo era caos y confusión, los usuarios de la carretera apoyaron a los heridos trasladándolos en sus vehículos a la ciudad además de encargarse de dar parte del accidente a las autoridades. Del resto de los pasajeros, 9 de ellos resultaron heridos entre ellos el profesor Francisco Balderrama quien encabezaba la excursión.
A unos días de conmemorarse el 81 aniversario del accidente que marcó a la comunidad chihuahuense, fueron ofrecidos dulces sobre cada cabeza al monumento de los niños que fallecieron en un accidente automovilístico el 1 de agosto de 1939, en la carretera libre a Ciudad Juárez, a la altura del kilómetro 21, en el tramo conocido como las Curvas del Perico.
Como respuesta, la placa que fue colocada en el lugar, reza lo siguiente: “Niños, vuestro paso por la vida fue efímero, pero nuestro recuerdo será eterno. A muy temprana edad os sorprendió la muerte, pero con vuestra inmolación, obtuvisteis la inmortalidad de los mártires. Esta construcción se realizó con donativos de personas de todas las clases sociales y con la valiosa cooperación del constructor y director, Sr. Ing. Óscar A. Martínez. Jefe de la Junta Local de Caminos. Comité Pro Monumento a los niños víctimas en el kilómetro 21. “Por el respeto a la vida humana”.
El monumento a las Siete Cabezas, como es llamado popularmente, lució una paleta de caramelo sabor cereza y un bombón, como cariñoso recuerdo de los chicos que fallecieron en la excursión, que terminó de forma fatal.
Alberto Contreras Rubalcaba, el último de los sobrevivientes con vida, explicó cómo recuerda aquella tragedia en entrevista para El Heraldo de Chihuahua: “La Guay nos organizaron el campamento a Majalca, que es un lugar muy bonito. Convocó a los papás y pidió los permisos correspondientes para que los jóvenes asistiéramos”.
Alberto, conocido en el mundo de la tauromaquia como “el Ronco” Contreras, explicó que los asistentes se reunieron en las instalaciones de la Guay para salir, a donde llevaron provisiones, comida, cobijas para pasar la noche, entre otras cosas.
“El profesor Francisco Balderrama era el encargado del grupo, él iba adentro de la cabina, mientras que todos los chavos íbamos en la parte trasera, en donde están las redilas, sentados sobre las cajas y los costales y bolsas de comida”.
Conteras Rubalcaba platica que cerca de las 5 de la tarde ocurrió el fatal accidente cuando un camión de volteo se quedó sin frenos e impactó el camión que llevaba a los 25 niños justo en el tramo que es conocido como “La Curva del Muerto”, ocasionando el accidente automovilístico que costó la vida de siete de esos 25 menores.
“La razón por la que me salvé es muy curiosa; mi mamá me había contado un chiste ‘en todo pueblo hay un loco y en una ocasión un ranchero le pidió que espantara a una vaca, por lo que el loco le gritó ¡Vaca, tu mamá se murió!’, por lo que yo al ver un becerro del otro lado del camino, crucé la camioneta para gritarle ¡tu mamá se murió! Pero antes de que le gritara, el otro camión nos golpeó justo en la parte en que yo iba”.
“En el camino quedó todo regado, la comida, la ropa y cobijas que llevábamos, los pedazos de las cajas en que íbamos sentados, la sangre de los niños heridos, así como los cuerpos de mis compañeros que habían perdido la vida”.
Tras el accidente, “el Ronco” Contreras explicó que corrió hacia la cima de la curva, en donde aún bajaban vehículos que venían de Ciudad Juárez, portando la bandera de la asociación, con el fin de prevenir que ocurriera un hecho consecuente.
“Me puse en la parte más alta para ondear la bandera y decirles que había un accidente más abajo; muchos de los que pasaban llegaban a ayudar a los niños, les daban aventón de regreso a Chihuahua, me acuerdo que yo fui de los últimos que regresó y mis hermanas estaban todas asustadas, ya que habían llegado todos los niños y yo venía a mero atrás”.